Prologo

677 22 94
                                    

Desde la lejanía, el horizonte comenzaba a teñirse de un suave tono naranja que anunciaba la llegada de un nuevo día. Las primeras luces del amanecer se colaban entre las nubes y despejaban lentamente la oscuridad que reinaba en la madrugada. En medio de este espectáculo natural, un joven se encontraba en el techo de su gran casa, rodeado por tres gatos.

Con una taza de té entre sus manos, observaba maravillado cómo los primeros rayos de sol pintaban el cielo con una paleta de colores cálidos y suaves. Los felinos, a su alrededor, parecían presenciar con la misma fascinación el despertar de la naturaleza. El chico, con una leve sonrisa que contrastaba con su mirada pensativa y desinteresada, se dejaba embriagar por la tranquilidad y la belleza de aquel momento.

A medida que el sol ascendía en el cielo, la luz dorada del amanecer comenzaba a bañar cada rincón del paisaje, iluminando suavemente la silueta de los árboles y las casas vecinas. El joven acariciaba a sus gatos con ternura, disfrutando de la calidez que emanaba de sus cuerpos y compartiendo con ellos la quietud y serenidad de aquel instante mágico.

Envuelto en la oscuridad de su mente y con el corazón apretado como si estuviera a punto de romperse, el chico se permitió saborear cada sorbo de su té. Desde que era un niño de apenas cuatro años, esa costumbre al amanecer lo llevaba a una reflexión profunda sobre su vida. La calidez del té lo reconfortaba, pero su mente seguía envuelta en una neblina de tristeza que se negaba a desaparecer. Cada sorbo era como un eco de los muchos momentos de soledad y desesperanza que había experimentado a lo largo de los años.

"¿Qué me mantiene aquí?" murmuró, su voz un susurro frágil perdido en la suave brisa de la mañana. "Las estrellas y la noche son hermosas, pero el amanecer también tiene su encanto...  Tal vez si hubiera compartido uno con mi madre. NO...  ella no ha cambiado en diez años no veo porque algo asi lo haria" Su mirada se perdió en el horizonte, inmerso en pensamientos cargados de nostalgia. La calidez del té parecía fundirse con sus emociones, recordándole en partes iguales momentos de felicidad y tristeza. 

"Anne, Marcy, y Sasha son las únicas personas en las que realmente confio. A veces me pregunto si merezco su aprecio y confianza. ¿Por qué me siento tan... vacío?" La tristeza se reflejaba en sus ojos mientras se sumía en sus pensamientos. A pesar del amor que le rodeaba, la soledad lo envolvía como una manta fría y familiar.

"¿Por qué me siento como si no mereciera la felicidad? ¿Por qué siempre dejo que los demás me traten de esta manera? Pero, ¿qué puedo hacer para cambiar esto?" Suspiró profundamente, mientras una suave brisa mecía su cabello y el sol comenzaba a iluminar el cielo con tonos cálidos y dorados.

"No quiero que ellas se preocupen por mí, deben tener suficientes problemas como para que yo sea uno más. No debería contarles... Pero, ¿y si me alejara lo suficiente como para lastimarlas?", murmuró mientras sostenía delicadamente la taza de té entre sus manos. Observó cómo el líquido se movía en su interior, girando lentamente en círculos concéntricos. A pesar de la profunda tristeza reflejada en sus ojos, su rostro se mantuvo sereno, sin mostrar ninguna emoción. Su postura era recta y su expresión tranquila, sin mostrar alteración pese a los pensamientos que lo invadían.

El sol comenzaba a iluminar su rostro, y por un instante se detuvo a observar la belleza de los primeros rayos de la mañana, como si buscara claridad en medio de sus pensamientos oscuros.

"Siento como ya no puedo soportar más esto, pero ¿y si actúo y algo peor ocurre? De hecho... , ya no me importa", concluyó con un susurro de desden, como un hilo de voz desgastada por el peso de sus preocupaciones.

Amphibia: La Calamidad y la Oscuridad Elegante [AU de AMPHIBIA]  (Corrigiendo)Where stories live. Discover now