- Me mentiste, Iván, me mentiste - le gritaba mientras le daba golpes en el pecho-. Eres un puto mentiroso.
Me abalancé a sus brazos pa sentir su calidez aunque sea por última vez.
-Mentiroso, me dijiste que nunca me harías daño -decía con la voz entre cortada por las lagrimas mientras me hundia en su pecho- Me lo prometiste Iván...
- Lo siento, no se que me pasó. Pero te aseguro que me arrepiento- me imploraba el perdón a la vez que me acariciaba y lloraba.
Pero de qué servía ahora su perdón si lo hecho hecho está.
Se escuchó de fondo la puerta de fondo abrirse. Pero no podía apartarme de su pecho.
Era tan jodidamente adictivo, es tan adictivo que lo amo y lo odio a la vez.
¿Me hace bien?
¿Es malo para mí que él se me haga igual de imprescindible que el aire?
¿Por qué no puedo evitar siempre volver a sus brazos? ¿Por qué su cariño, su presencia, su habla, su todo, él en general, es tan necesario para mí ser?
Odio quererlo tanto pero a la vez le quiero
- ¿Por qué no pensaste en mí cuando te acostaste con ella?
- Estaba cegado por la situación
- Iván
- Te escucho
- El hecho de que no hayas pensado en mí cuando estaba ella en nuestra cama en vez de mi, me hace pensar muchas cosas -me despegó de su pecho y le miró a los ojos-. Y te aseguro que ninguna de ellas es buena.
- Será mejor que nos tomemos un tiempo Iván
