3. Que Pequeño Es El Mundo.

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El resto de la semana paso tranquila, su relación con Andrés comenzó a tomar forma, si antes era de un par de desconocidos. Ahora por lo menos era de Empleador a empleado.

Después de pasar por el supermercado, Isabella y Ana, se dirigieron a la casa de Ana. Su fin de semana comenzaría con un maratón de películas.

— Veamos esta —chilló Any, quería ver Notebook, Isabella rodó los ojos. Era típico en ella, estaba enamorada del amor. Pero nunca se había enamorado, irónico.

— Por más que luche no cederas ¿cierto? —cruzó sus brazos. Ella negó con la cabeza, sonriendo—. Esta... bien... —dijo arrastrando las palabras.

Terminaron ambas tendidas en el mullido sofá durmiendo, después de ver Notebook, decidieron ver una de comedia, pero ambas estaban sumamente cansadas que sin darse cuenta a media plática quedaron dormidas.

— No otra vez no —se levantó sudando a chorros cómo si hubiese corrido un maratón, su corazón palpitaba rápidamente—. Estoy harta de esto —se levantó del sofá, necesitaba aire, pues si no sentía que se asfixiaria.

Había soñado con Alejandro, esas pesadillas eran muy recurrentes en ella pero cuando pensaba que había desaparecido por fin, nuevamente se hacían presentes en sus sueños.

Como muchas pesadillas empezaban en momentos alegres en donde todo parece ir más que bien, pero en un abrir y cerrar de ojos todo cambia, volviéndose espeluznante y lúgubre.

Abrió la puerta de la azotea, mágicamente el viento acarició su rostro atribulado, calmando todos sus sentidos, siempre era así, soñaba y como enfermo que busca su medicina, su calmante, buscaba la cálida brisa, que parecía llevarse por un instante toda su vida, todos sus pesares.

Cuanto sintió que todo su pesar había menguado, despertó a su amiga, ella a regañadientes se levantó y juntas se fueron a la habitación, ya en la cama, intento de mil maneras quedar dormida, pero al parecer el sueño se había esfumado dejando en su lugar intranquilidad.

Any sintió como su amiga se removia sobre las sabanas, sabia muy bien el motivo, ese tenia nombre y apellido.

— Isabella ¿estas bien? —se sentó sobre la cama e hizo que su amiga hiciera igual.

— Si estoy bien —sonrió a boca cerrada—, lamento haberte despertado.

— Sabes muy bien que no estas del todo bien, vamos habla conmigo —paso su mano por el hombro de Isabella.

— Soñé con Alejandro —dijo en un susurro—, soñé con el día que me propuso matrimonio —sonrió mirando hacia un punto en la pared—. Estábamos riendo pero de repente él ya no estaba, solo recuerdo que yo... ya estaba enfrente de su tumba, fue horrible, créeme, estar con él y después ver su tumba —llevo sus manos al rostro—. Necesito ya arrebatarme este dolor que sangra en mi pecho, pero ¿cómo lo hago? —miro suplicante.

Any pensó muy bien las palabras que utilizaría, serian duras, no había otra forma de hacerla reaccionar.

— Lamento decir esto pero... —Isabella asintió, sabia muy bien que lo que estaba a punto de oír, seria la verdad y necesitaba saberlo—. Tu sola te estás matando, por mucho tiempo le has guardado luto a Alejandro y no digas lo contrario sabes que es cierto, no buscas nuevas amistades y mucho menos que sean hombres.

— Tienes razón —dijo quedito—. Necesito cambiar, ya estoy harta de siempre sentir que muero cuando sus recuerdos aparecen.

— Entonces comienza ahora, no dejes pasar más tiempo, será difícil, pero debes intentarlo.

¿Sin final feliz? © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora