U N O

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Kenso Carbone

No se porque me torturo con lo mismo pero lo continuo reproduciendo hasta que finaliza por quinta vez, luego el silencio toma el lugar donde solo me encuentro yo con un montón de cuadros por iniciar, y lo haré quizás dentro de unos meses termine con dos o quizás solo lo deje a media por que me siento muy mierda para seguir expresándome.

—Estoy muy cansado —murmure, eliminando el video, es lo mismo, siempre hago esto lo elimino y luego me veo reproduciendolo desde alguna plataforma en mi celular.

En esta misma fecha hace un año estaba rodeado de mis amigos más íntimos y mis compañeros de carrera, hubiéramos bebido un poco, algunos demasiado y otros estuvieran vomitando, la música sería buena y los temas de conversación irían de un lado por otro, ya que solían gritar.

Hace un año todo era completamente diferente y ahora solo puedo adaptarme.

La puerta de mi estudio es golpeada en un intento por llamar mi atención pero decido ignorarla mientras coloco mis auriculares con música muy fuerte, comienzo con una mezcla de colores para obtener el color que quiero una vez satisfecho comienzo a esparcirlo.

—Tu te imagina', chica tu y yo... —cante meneando un poco mi cuerpo.

Encontré en las pintura un refugio para mi corazón agrietado, había juntado todas las piezas pero no quedaban igual y mientras pinto o dibujo puedo mantenerlas juntas.

Es increíble ver como todo puede cambiar, yo no era un chico de pasar horas sentado frente a un cuadro y llenarlo de lo que quisiera expresar, nunca creí que podría mostrar mi enfado, inconformidad, miedo y soledad en estos simples cuadros con tela.

Solía ser muy veloz ahora soy muy lento y perfeccionista de manera molesta, noto como pasan horas y mi mala postura comienza hacerme doler la espalda, el reloj en mi muñeca que hora tiene un poco de pintura en el me muestra que han pasado cerca de cinco horas, dejo la pintura secarse y limpio mis manos de los residuos la minoría aun húmedos de la pintura cuando lavo mis manos.

Retirarme los auriculares y centrarme en el ruido del ambiente es algo que me toma tiempo ya que tenia demasiado alto el volumen.

Aun puedo escuchar la voz de Nicola Cavallaro en mis oídos, quien era el cantante de la última música que escuche.

La puerta es golpeada y voy abrir para encontrarme con la escena de mis padres sosteniendo un pequeño pastel y el número dieciocho en una vela, bueno dos, es mi cumpleaños y ahora se viene la escena incomoda en la que me cantan feliz cumpleaños.

Cabe recalcar que sus voces no son las mejores pero estoy agradecido de tenerlos, de contar con su apoyo y de este incómodo momento de no saber que expresión poner para que sepan que lo estoy tomando bien.

Terminan de cantar y me ven con ese brillo enseguesedor en sus ojos.

—Un año más mi pajarito volador. Venga sopla la vela pero que no se te olvide pedir un deseo. —Ese es mi padre Alonzo Carbone, quien sosteniene el pastel y mi madre limpia sus lágrimas con lo que es de su camisa —Y recuerda que el mejor regalo es tener a la familia junta, la cigüeña fue buena dejándote en mi puerta.

—Alonso —dice su nombre mi madre.

—Gracias papá, esto es más de lo que pediría.

Mi padre acerca el pastel y casi por instinto me aparto un poco pero entiendo su punto entonces vuelvo lo que retrocedí.

Pienso mucho en que pedir porque nunca antes había pedido un deseo, fingía pedirlo pero ahora enserio estoy pensando que pedir un deseo no estaría mal. Creo que papá se impacienta un poco.

El sapo que siempre fue un príncipeWhere stories live. Discover now