Pequeña compensación

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La habitación antigua era un refugio oculto en lo profundo de la mansión del novelista. Un pasillo estrecho y polvoriento conducía a la entrada, donde una puerta de madera gastada por el tiempo esperaba a ser descubierta. Al abrirse, revelaba un espacio pequeño y misterioso, lleno de antigüedades y libros en desorden.

Las paredes estaban cubiertas de paneles de madera oscura, cuyos detalles tallados mostraban la pátina del tiempo. El suelo de madera crujía bajo cada paso, como si susurrase historias olvidadas. El aroma a polvo y papel viejo impregnaba el aire, creando una atmósfera llena de nostalgia y secretos.

En el centro de la habitación, un viejo escritorio de caoba ocupaba un lugar destacado. Estaba repleto de papeles amarillentos, plumas de tinta y frascos misteriosos. Sobre el escritorio, una lámpara de aceite iluminaba débilmente el espacio, proyectando sombras inquietantes en las paredes.

Las estanterías a lo largo de las paredes estaban abarrotadas de libros, algunos con encuadernaciones desgastadas y títulos apenas legibles. Estas obras eran la fuente de inspiración del novelista y también ocultaban los frascos y viales que contenían sus sustancias extrañas y experimentos psicotrópicos.

La única ventana de la habitación estaba cubierta con pesadas cortinas de terciopelo, manteniendo el espacio en una penumbra perpetua. La luz del sol apenas se filtraba, creando una atmósfera sombría y misteriosa que encajaba perfectamente con los experimentos psicológicos que se llevaban a cabo allí.

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En la noche oscura, el novelista despertó con un dolor de cabeza implacable y un vértigo abrumador. Evidencia de que Nightmare había tomado el control, cumpliendo su voluntad sombría.

— "¡Nightmare... despreciable eres entre todos los que conozco! ¿Qué locura has cometido? ¿En qué me has envuelto ahora?" _Exclamó Orpheus, entre quejidos de un dolor penetrante, esforzándose por levantarse del sillón en el que se encontraba.

Después de librarse momentáneamente de los efectos adversos de su posesión, Orpheus se vio obligado a buscar indicios de lo ocurrido a su alrededor. Entre las estanterías, surgió la primera pieza del rompecabezas: una botella que contenía una sustancia desconocida para él. Esto resultaba extraño, ya que él solía estar familiarizado con cada droga embotellada que creaba.

Con curiosidad palpable, Orpheus tomó la botella y la examinó minuciosamente. Era evidente que la sustancia contenida no era de su propia creación, pero el desorden reinante en su "lugar de trabajo" indicaba que había sido elaborada con sus propios materiales. Aquella revelación planteaba más interrogantes sobre lo sucedido en la habitación y despertaba una mezcla de intriga y inquietud en el novelista.

El resto de las pistas resultaron más accesibles para su comprensión. Sobre su mesa de caoba, descubrió una serie de notas que hacían referencia a la misteriosa sustancia. Sin embargo, su sorpresa alcanzó su punto máximo al leer su contenido.

"Querido Orpheus, hemos compartido una simbiosis armoniosa durante todo este tiempo. He logrado sacar lo mejor de mí al extraer lo mejor de ti. ¿No ha sido maravilloso sembrar el terror en hombres y mujeres? Provocar desgracias y sumergirlos en una agonía lenta ha sido un deleite supremo que solo tú me has brindado. Ahora, como viejos amigos que somos, he decidido brindarte un pequeño fragmento de ese placer del que te hablé".

Las palabras escritas eran un testimonio inquietante de una relación retorcida que había florecido entre Orpheus y su némesis. La promesa de una experiencia macabra dejaba al novelista sumido en una mezcla de fascinación y temor, sin saber qué caminos tortuosos le aguardaban en su búsqueda de respuestas, por lo que continuó con su lectura.

"Placer, satisfacción, deleite y gozo. Todo eso reside dentro de esta botella. Con un simple sorbo, tus labios serán empapados por el líquido y te sumergirás en un deleite que sé que anhelas desde hace tiempo. Tan carnal y pecaminoso como siempre ha sido, lo tendrás. Disfrútalo a tu antojo y tómalo como una pequeña compensación". 

El novelista alzó una ceja y arrugó las notas dejadas por aquella monstruosidad, transformándolas en una simple bola que arrojó con ira contra la pared. No deseaba tener nada que ver con él, ni mucho menos convertirse en cómplice al aceptar el regalo de la botella.

—"Vete al infierno... maldito seas "_murmuró, frotándose la sien mientras sostenía con desdén la indeseada creación. En medio de su confusión, comenzó a reflexionar. ¿Nightmare le estaba ofreciendo un regalo? ¡Ja! No podía haber un desenlace favorable en ninguna dirección, pero como dice el dicho, "la curiosidad mató al gato". ¿Y si esa poción realmente le otorgaba todo lo prometido? Orpheus estaba cansado de la monotonía, del dolor, de su propia injusticia y de vivir entre frustraciones. Su vida no podía empeorar ni mejorar... ¿Qué tenía que perder al probar solo una vez?.

Antes de que su cordura restante pudiera reaccionar y detenerlo, el hombre inclinó la botella sobre su rostro y bebió del líquido oscuro y espeso.

Al entrar en contacto con sus labios, experimentó un extraño sabor dulce, que, a pesar de su apariencia horrenda, tenía un curioso matiz de chocolate y un penetrante aroma similar al de un ron caro.

Deteniéndose tras un sorbo, devolvió la botella a la estantería. Pasaron unos minutos, pero contrariamente a sus expectativas, no ocurrió absolutamente nada. Una decepción lo envolvió, dejándole un sabor amargo en la boca.

Después de esperar durante media hora, Orpheus renunció a toda esperanza de que las palabras escritas cumplieran su promesa. Con una profunda decepción, se dispuso a abandonar la habitación secreta y regresar a la mansión en medio de la noche.

Acompañado por su fiel lámpara, comenzó a deambular por los pasillos en la oscuridad, buscando encontrar su dormitorio en el segundo piso. Sin embargo, se sorprendió al pasar por la cocina y descubrir que había una luz encendida, lo cual resultaba bastante extraño.

El hombre del monóculo tenía la intención de pasar de largo. No estaba de humor para interactuar con nadie en ese momento, y mucho menos ser visto en un estado poco presentable. Sin embargo, una voz femenina y refinada resonó desde el interior del lugar donde temía ser descubierto.

"¿Quién está ahí? Puedo ver la luz de una lámpara", preguntó la voz.

—"Mierda..."_murmuró Orpheus para sí mismo, al darse cuenta de que había sido descubierto. Sin más remedio, tomó una profunda respiración y se presentó frente al marco de la puerta de entrada de la cocina, inclinándose en reverencia y tratando de mostrar una sonrisa lo mejor que pudo.

—"Buenas noches, señorita Nair...", dijo con cortesía.



/siguiente capitulo, "Vera Nair"/

/y si, habrá sexo./


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