Capítulo dos: Verdad a medias.

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Despertar en las mañanas era como una rutina interminable para mí, una que se acomodaba diferente con el pasar de los días, pero eso solo lo hacía peor, nadie me despertaba, nadie me decía que durmiera, hacía lo que me hiciera falta y cambiaba mi estilo de vida cada mañana, lo único bueno que le hallaba a esta situación era la libertad, pero hasta cierto punto la libertad se volvía aburrida y estresante si se estaba sola o sin las personas adecuadas a tu lado, el café ya estaba  listo y el pan tostado un poco quemado, pero no me importaba, al fin de cuentas estaba sola, a nadie le importaría.

En la escuela no era diferente, ir, poner atención, dormir en hora de estudio, comer, hacer tareas y regresar a casa, era lo mismo de siempre, salvo las platicas de amigos y las tareas asignadas de las profesores, eso era lo que lo hacía diferente, lo que me recordaba que era una humana y no un robot incapaz de dejar la monotonía, y eso de aliviaba.

Ya de vuelta de mi casa abrí el buzón, tenía algo de correo, facturas, cuentas y anuncios, pero algo me llamó la atención, una tal Amanda Michaells me había mandado una carta desde Nueva York, algo raro, puesto que iba dirigida a mí sin siquiera saber quién era esa mujer o lo que quería de mí, total decidí abrirla y leerla, tenía una letra muy elegante, era en manuscrito antiguo, y fina, pero al seguir leyendo me dí cuenta de algo:

"Johanna, no me conoces, lo sé, tal vez te desconciertes al leer esta carta, el punto de esto es decirte la verdad, así que ven a buscarme a esta dirección y hablaremos de todo lo que debes saber acerca de tu vida y de tu pasado.

Cuídate, Amanda Michaells"

Dentro del sobre venía un boleto de avión a NYC y una dirección en un pedazo de hoja, no perdí más tiempo, llamé a la abuela, quien era la que pagaba las cuentas de la casa y quien me visitaba seguido y le informé la situación:

-Así que iré a verla abuela, quiero saber quién es-

-Pero corazón-a ella nunca le gustaba dejarme salir sola ni a la calle-ni siquiera la conoces, tal vez no sea real-

-Vale la pena averiguarlo-

-Está bien, pero ten mucho cuidado—

-Lo prometo abuela-amaba a mí abuela, era la mejor.

-Hasta pronto-colgó.

Subí las escaleras, tomé lo primero que vi, lo guardé en mi maleta y salí al aeropuerto. Ya estando allá, la chica de la entrada me pidió el boleto y el pasaporte, me indicó por donde debía seguir y me dirigí a la sala. Me quedé quieta escuchando música en mis audífonos, cuando un sujeto cayó sobre mí y me sacó de mi ensoñación.

-Lo siento, me tropecé-él era muy guapo, pero torpe al parecer.

-Descuida, no hay cuidado-

-Me llamo Jeffrey VanDiver, ¿Cuál es su nombre señorita?-

-Johanna Hale-sé que me oía seca, pero no me daba buena espina este chico.

-¿Qué edad tienes?-era demasiado curioso.

-Dieciséis años-

-Genial, yo tengo diecisiete recién cumplidos.-

En ese momento escuché el aviso para abordar y me despedí.

-Lo siento pero debo irme, Nueva York me espera.-

-Que cool, a mí igual.-

-Genial-mi suerte vaya que era mala el día de hoy.

Tuve que subir al avión con él, pero por fortuna había sobrecupo y tuvo que esperar a otro avión, yo me sentí aliviada de seguir mi rumbo, a un lugar desconocido para mí, aventura allá voy, y con eso, la balada de mis audífonos  terminó, indicándome el inicio de mi ruta sin curso, pero con algo trazado que me llenaba d emoción, hola nueva Johanna.

La Hija de NadieWhere stories live. Discover now