Love Hungry Man

🔞 A Man's Got To Eat 🔞

Su corazón martillaba con violencia en sus oídos, junto al sonido de sus largas zancadas alejándolo de la colorida casa viviente que en tantas ocasiones lo había recibido en su interior con singular alegría.

El miedo era una de las emociones que menos podrías experimentar en un lugar tranquilo y acogedor como Welcome Home, y sin embargo ahí estaba Eddie; experimentando por primera vez lo más similar a un ataque de pánico, como solía llamar Poppy a sus momentos de nerviosismo inexplicables y prolongados. ¿A qué le temía tanto?, se preguntó. La angustia inundó su pecho al no ser capaz de darse una respuesta.

Giró el pomo de la puerta en su hogar y se adentró en ella como si su vida dependiera de ello. La barrera formada por la puerta entre él y el exterior le permitió respirar con tranquilidad, haciéndolo sentir como si un gran peso abandonase sus hombros. Se llevó ambas manos al rostro y respiró profundamente un par de veces.

El sonido de pasos en el piso superior atrajo su atención y el saber que Frank se encontraba aún despierto lo reconfortó. La tensión que tuvo como anfitrión aquella noche lo abandonó poco a poco y se encaminó hacía el segundo piso, reprendiéndose mentalmente cuando se percató de que Wally se había quedado con su chaqueta del trabajo.

— Maldita sea... — murmuró para sí mismo, frotándose la nuca en un intento por relajarse y alejar de su mente la voz de Wally disfrutando del poco control que lograba tener de sus emociones.

Vio la silueta de su esposo adentrarse a la habitación que ambos compartían y pensó que lo mínimo que podía hacer en aquel momento era disfrutar de la compañía de su esposo y tener la certeza de que velaría por su bienestar incluso si aquello implicaba hacerle frente a Wally las veces que fuesen necesarias.

Para su mala suerte y contrario al tranquilo silencio que en tantas ocasiones se instalaba entre ellos al compartir la cama, Frank lo recibió sentado al borde de esta, con sus ojos fijos en Eddie y una expresión que se sentía sin fuerzas para descifrar.

— ¿Vamos a hablar sobre esto o volveremos a hacer como que no pasa nada? — murmuró Frank, ciñéndose la bata sobre el pijama y con la voz aún afectada por la congestión nasal.

Eddie suspiró largamente y se miró frente al espejo de cuerpo completo, llevándose las manos a la colorida corbata para deshacerla al igual que los primeros botones de su camiseta. La sombra de un par de ojeras comenzaba a hacerse presente bajo sus ojos. En otras ocasiones le consolaba saber que aquellas eran producto de su arduo trabajo como cartero, pero desde que Wally se había convertido de buena y de mala forma en la razón de sus desvelos, ver aquellas ojeras parecía drenarle la poca energía que lograba mantener en él.

— No es el mejor momento, Frank... — murmuró más para sí mismo que para su esposo, mismo que dejó escapar una incrédula risa que murió en el silencio de la habitación. Se quitó la camisa y la abandonó en el cesto de la ropa sucia, yendo después por los botones de su pantalón y recordando nuevamente lo que había pasado en su oficina hacía tan sólo un par de horas.

— Entonces tú dime cuándo lo es, Eddie — reprochó Frank, poniéndose de pie y encarando el reflejo de su esposo frente al espejo. — ¿Cuándo es el mejor momento para hablar sobre la forma en que te comportas siempre que algo involucra a Wally? ¿Todo esto es por lo que pasó el día de nuestra boda?— preguntó, logrando que, como si aquellas fueran precisamente las palabras mágicas que Eddie necesitaba escuchar, el cartero se girase para encararlo.

— Eso no tiene absolutamente nada qué ver con esto — respondió Eddie, haciendo todo lo posible por no rememorar aquel día y el cómo Wally fue capaz de convertir uno de los que se suponía que sería el mejor día de su vida en casi un desastre.