Capítulo 10 | Cupcakes de café y confianza

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―Cuando haga los de limón, te traeré más.

―Me parece una idea maravillosa ―respondió con la boca llena―. ¿Qué tal el día? ¿Has averiguado algo o cumplido algún punto de la lista?

―Nada de nada. Bueno, he seguido ayudando a los de arte con el decorado, pero poco más.

―¡Gooooooooool!

Ante el giro de mis dos hermanos, suspiré sonoramente al tiempo que Aidan lanzaba una carcajada.

―Hoy juega el Manchester City ―le expliqué. Mis hermanos eran fanáticos del fútbol europeo.

Miró su móvil, el cuál había dejado boca arriba en el alféizar y asintió con la cabeza.

―Gol de Abbey, el portero.

―Si ganan lo que sea que tengan que ganar, me van a estar molestando con ello durante días. Me juego lo que quieras a que me van a pedir permiso para colgar una bandera del equipo en la ventana.

―Hay que apechugar para obtener beneficios ―dijo con una sonrisa cómplice. Eso era algo que yo había dicho mil y una veces en el pasado.

―En efecto. Por cierto ―dije de pronto, recordando el punto número dos de la lista―. ¿Podrías acompañarme el sábado a por el carbón y las piedras? No sé ni por dónde empezar.

Puso una mueca y negó con la cabeza.

―Lo siento, estaré en Salt Lake City. Pero podemos ir el fin de semana que viene.

―Sí, gracias. ―Sonreí aliviada―. Hoy he escuchado a dos profesores del departamento de geología decir que debían reunir el máximo de número de piedras y carbón antes de la jornada deportiva, porque se hace no sé qué proyecto al acabar.

―Tenemos tiempo, entonces.

Charlamos unos cuantos minutos hasta que la madre de Aidan lo llamó para que lo ayudara. Nos despedimos con un simple «hasta mañana».

🗒️🗒️🗒️

Nada más despertarme por la mañana, repasé el chat del foro para ver qué pedidos me habían hecho. Dos de lengua y literatura, dos más de latín y cinco de geografía e historia. ¿Lo que casi me llevó al otro barrio? Dos de los de geografía e historia.

@loulou
@spicerose

¿Por qué mierdas me estaban pidiendo ellas dos los apuntes por el chat?

No les mandé ningún mensaje porque iba a verlas en unos pocos minutos. Si no llegaba tarde y me dejaban fuera de clase.

Llegué al instituto muy justa de hora por culpa de un atasco en uno de los baños de casa. Parecía que todos nos habíamos puesto de acuerdo para ir justos de tiempo ese día. Como llegué con el tiempo demasiado pegado a los talones, no pude decirles nada a Lou y Rose, así que tuve que esperarme al primer descanso. Las esperé fuera de clase, con los brazos cruzados, y ellas me recibieron con sonrisas angelicales, que de inocentes no tenían ni un pelo aunque quisieran pretenderlo.

―¿Sois tontas u os entrenáis para ello? ―pregunté un poco enfadadas con ellas.

―¿Por qué lo dices? ―hablaron al unísono.

―Lo sabéis perfectamente. Estabais bien así, sin rastro de que habéis obtenido apuntes durante el curso. Sabiendo que estoy en esta situación y que es probable que acaben investigando mis chats, ¿por qué lo habéis hecho? Vais a caer también.

―Es nuestra forma de demostrarte que nosotras no somos las chantajistas.

―Pero si ya sé que no sois vosotras ―murmuré mirándolas. Ellas sonrieron.

―Lo sabemos ―dijo Rose―, pero el inútil de Cramer, no.

―Sois... ―bufé― tontas de remate. ¿Qué importa lo que crea o deje de creer Aidan? Lo importante es que yo sé de sobras que no sois vosotras. Dios mío, es que no podéis ser más burras.

―No te enfades, mujer ―dijo Lou a mi espalda cuando me fui en dirección a mi próxima clase.

―¡Claro que me enfado!

Durante la mañana, mi cabreo fue subiendo escalones. Con ellas, por haber hecho esa soberana tontería, y con Aidan, por haberles dicho que les parecía sospechosas. Era para matarlos a los tres.

Me hice un poco más la digna con las chicas hasta la hora de natación. Llegué antes a los vestuarios, dejé los apuntes correspondientes en las taquillas del vestuario 9 y luego fui a cambiarme. Me puse el bañador, la chaqueta del club encima y fui en busca de Aidan, que, como no, estaba sentado en la banqueta con un libro y un bolígrafo entre las manos.

Al verme, sonrió.

«¿Cómo me voy a mantener enfadada si me sonríe así?»

―¿Se puede saber por qué les has dicho a las chicas que sospechas de ellas?

―Porque es la verdad. ―Frunció el ceño.

―Por tu culpa, me han mandado un mensaje al chat del foro diciéndome que quieren más apuntes. Ya han quedado registradas para siempre.

―Que sean poco avispadas no es mi culpa, Alice. Yo en ningún momento les he dicho...

―No llames tontas a mis amigas. ―Lo apunté con el dedo. Solo yo podía hacerlo.

―Es que están demostrando serlo un poco. Sinceramente, ahora pienso todavía más que son sospechosas, porque están queriendo desviar la culpabilidad a toda costa. Y quiero que sepas una cosa, Alice; ellas se vieron en tu lista de sospechosos, así que la pregunta debería ser: ¿cómo han llegado a verla?

―Me cayó de la agenda y Lou me la dio... Es normal que miraran lo que ponía si alcanzaron a ver nombres, Aidan. Tú también lo harías.

―Y, además ―siguió diciendo―, no les hubiese dicho que sospecho de ellas si no me hubiesen metido dentro de un baño para sacarme información.

―¡¿Que hicieron qué?!

―Lo que escuchas. Me metieron en el baño para preguntarme, o más bien exigir, por qué estaban en la lista de sospechosos.

―No me lo habían dicho ―admití.

―Se están inmiscuyendo en esto cuando tú les has dicho claramente que se mantengan al margen.

―Tú igual, Aidan.

―Pero yo te estoy demostrando que no soy el chantajista, joder. Dime una sola cosa que haya hecho. Una.

No tenía ni una que decirle, así que, para ahorrarme más bochorno, me callé. Él asintió con la cabeza.

―Mira, yo entiendo la confianza que tienes en ellas y que además pueda estar por encima de la que tienes hacia mí. Hemos estado mucho tiempo sin siquiera dirigirnos la palabra y sé que es complicado que puedas confiar en mí, por eso me lo estoy currando tanto. También me estoy arriesgando el pellejo con esto, Alice. Yo solo te pido que no confíes ciegamente en nadie, ni siquiera en mí, porque por mucho que pensemos conocer a las personas, ellas solo nos muestran lo que quieren que veamos.

―Lo sé ―murmuré.

Sus manos se deslizaron por mis hombros y yo levanté la mirada para buscar la suya. Sus ojos, tan oscuros como siempre, me examinaron el rostro con minuciosidad.

―Si quieres que finja que no me parecen sospechosas, lo haré. Solo para no crear mal rollos con ellas. Pero, por favor, no les cuentes nada de lo que hacemos, ¿vale?

―Está bien, gracias. Y... Sí que confío en ti, Aidan. Al menos lo estoy intentando.

―Me vale. 

Medidas Desesperadas ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن