Capítulo 4 | La lista de W

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Alice

«Buenos días, W.

Aquí tienes la que será tu quinta extremidad los próximos días: la lista que deberás cumplir antes de los exámenes finales.

Lista de W:

1. Limpiar la fuente del jardín
2. Traer al departamento de geología tres tipos de carbón distinto (no comprado) y al menos cinco tipo de gemas (piedras preciosas)
3. Presentarse como monitora voluntaria para la escapada rural de geografía de los de noveno grado
4. Ayudar a los de arte a acabar el decorado de la obra de teatro
5. Limpiar toda pintada del monumento a Ralph A. James
6. Doblar las toallas limpias de TU equipo de natación una vez a la semana
7. Ordenar los libros del pasillo 4 y 5 de la biblioteca, por letras
8. Dejar de sentarse a última fila en todas las clases
9. No entrar nunca más en la cancha de baloncesto, a no ser que sea estrictamente necesario
10. Ofrecerte como vendedora de comida en la jornada deportiva de mayo, en los partidos de fútbol americano y baloncesto

Si alguno de estos puntos no está cumplido la semana de los exámenes, no hará falta que te despidas del instituto, porque vas a estar ligado a él dos años más. Me voy a asegurar de ello. Resta decir que tienes tajantemente prohibido recibir ayuda de una de tus amiguitas.

Para saber que lo has cumplido todo, vas a mandarme pruebas de ello a esta cuenta de Instagram: @lalistadew.

Y ya sabes: cuánto antes empieces, antes terminarás.

Atentamente,

C.»

Respiré hondo al menos cinco veces.

Y digo al menos porque creo que fueron veinte.

Busqué con la mirada a Aidan, con ganas de arrugar el papel y lanzárselo a la cara o hacérselo comer. Lo encontré caminando con tranquilidad con sus dos amigos del club de ciencias. Nuestros ojos coincidieron segundos antes de que la gente se interpusiera entre nosotros.

―No me puedo creer esto ―susurré a las chicas mientras caminábamos en dirección a nuestra clase de Español―. No daré a basto...

―Deberíamos denunciar esto. El chantaje no...

―No puedo hacer nada que no sea cumplir toda esta lista, Lou.

―Ya, pero... Es injusto ―murmuró con una mueca―. Tú solo has estado ayudando a la gente.

―Y sacando un beneficio de ello ―le recordé. Suspiré―. Entre los proyectos, los exámenes que están a la vuelta de la esquina y los entrenamientos de natación, no voy a tener tiempo de todo. ¿En serio voy a tener que suplicarle a Aidan?

―¿Y si no es él? ―sugirió Rose, llevándose con ella toda nuestra atención―. Es decir, sí, algo pasó para que se distanciara de ti y quizá sí tenga sus motivos para fastidiarte, pero... No sé. Lo veo demasiado noble para hacerte daño intencionadamente.

―Eso pensaba yo, pero es que no se me ocurre nadie más. Vosotras no se lo habéis dicho a nadie y mis hermanos tampoco, salvo Soph que es imbécil y se lo ha dicho a él.

―¿Y si Aidan se lo ha dicho a alguien más? ―inquirió.

―Habrá que preguntárselo ―dijo Lou y me miró―. Siempre llega antes a los vestuarios.

―Le preguntaré en cuanto llegue.

Y así lo hice.

En vez de entretenerme con las chicas a la salida de las clases, fui directamente a la piscina. Ese lugar estaba desértico hasta dentro de diez minutos, que era cuando comenzaban a llegar las primeras personas, exceptuando a Aidan, que por razones que desconocía se pasaba media hora encerrado en los vestuarios.

Medidas Desesperadas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora