Capítulo 5 | Copiado

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―Pero tienes las piernas más largas y puedes pasar a mi ventana usando el árbol de pértiga y no de puente. ―Abrió la puerta y me dejó entrar a mí primero―. Encenderé la luz de mi habitación cuando haya cenado.

―Copiado.

Copiado.

Dijo copiado.

Lo observé cruzar la clase hacia un sitio libre mientras pensaba en lo que había dicho como respuesta. Respiré hondo todo lo disimuladamente que pude y fui a sentarme a algún sitio libre. Esa era la única clase que no grababa, me limitaba a copiar las diapositivas.

«Copiado» era la palabra que usábamos cuando todavía no teníamos móviles y usábamos walkie talkies para comunicarnos de casa a casa. Veíamos en las películas y series policíacas cómo decían «copiado» ante cualquier respuesta, y la hicimos nuestra. «Copiado, A.W.», decía él. «Copiado, A.C.», decía yo. Las iniciales de nuestro nombre y primer apellido.

Hacía muchos años que no escuchaba esa palabra salir de su boca.

Y la nostalgia que despertó en mí me tuvo distraída toda la clase. A la mierda los apuntes.

Las clases pasaron dolorosamente lentas y cuando me quise dar cuenta, ya estaba en el teatro del instituto (que se usaba más como salón de actos) junto a Georgia, la encargada del decorado de la obra, la cuál se había mostrado encantada de tener más ayuda.

―La obra se estrena en un mes y solo somos cuatro haciendo el decorado. Los de teatro, a pesar de ser suyo, no nos ayudan una mierda con el decorado. ―Bufó―. Nos vienes de maravilla. Como tenemos horarios tan diferentes, no coincidimos nunca todos, así que hoy solo seremos tú, Christofer y yo.

―¿Christofer es el chico de Costa Rica? ―pregunté curiosa.

―El mismo ―respondió el susodicho, apareciendo de la nada.

―¡Joder!

―¡Me cago en tus...!

El chico, de piel aceitunada, cabello negro y complexión delgada, soltó una risa. No había salido de la nada, sino que estaba en el suelo, sobre uno de los decorados, pintando. Ni nos habíamos dado cuenta de que estaba allí.

―Estas cosas no se hacen, Chris. Casi nos matas de un infarto. A ver cómo se le explicarías a la policía.

―Un crimen pasional. Te pillé engañándome con Alice y se me fue de las manos.

Me reí por lo bajo cuando ella le dio una patadita en la pierna. Christofer también se rio por lo bajo y luego me miró. Me dedicó una sonrisa de alivio y de agradecimiento.

―Gracias por ayudarnos. No damos a basto.

―No hay problema. ―Sonreí también, aunque lo último que quisiera fuera estar allí en esos momentos.

Antes de ponerme manos a la obra, nunca mejor dicho, saqué un par de fotos y las mandé a la cuenta de @lalistadew, con cero seguidores, cero seguidos y ninguna foto subida.

Georgia puso música. La banda sonora de esa tarde fueron las canciones del álbum Parachutes de Coldplay en bucle, lo cuál hizo más amenas las dos horas de trabajo, en las que pinté dos puertas de cartón según la imagen que me dieron Chris (que había insistido en ser llamado así y no Christofer) y Georgia.

Fue divertido, dentro de lo que cabe. Ambos tenían ocurrencias muy divertidas y me involucraron en todas las conversaciones, incluso en las más cotillas. Obviamente, eran las más interesantes y las que más me distraían.

Me despedí de ellos cuando el cielo comenzó a teñirse de naranja. Tuve que ir caminando hasta mi casa, que no quedaba lejos, pero a esa hora estaba tan cansada que pareció que había recorrido 40km hasta llegar a ella. La cena me esperaba en la mesa junto a mis padres y mi hermano Sophian, al cuál no le dirigía la palabra desde hacía días.

Medidas Desesperadas ©Where stories live. Discover now