♠️

2.5K 205 26
                                    

Un oji azul, no podía ni teclear en la computadora, había llegado al trabajo con grandes ojeras como producto de su desvelo, el estar sobrepensando las cosas por la noche no fue una gran idea, pero como no iba a hacerlo? Era imposible no hacerlo. Y ahora sería imposible trabajar, todo lo que había en su mente simplemente no lo dejaría ni pegar el ojo mucho menos trabajar.

Y parece que tales pensamientos fueron escuchados por una alemana que entraba a regaña dientes a la oficina de su primo.

-Esto debe ser una broma- decia sobando su cien.
-Mírate nada más, no entiendo como tu lindo esposo te soporta- espetó divertida, pero se sintió mal cuando vio el efecto de sus palabras en el ruso.
-Oye que te pasa? Hijo de Urss jamás te había visto así, que es lo que pasa?-

El ruso no podía articular ni una sola palabra.

-Sabes vine a regañarte, pero no creo que sea buen momento, no soy psicóloga pero de algo debe funcionar expresar el como te sientes- mencionaba la alemana preocupada por su familiar, que más que primo era como un hermano para ella, lo apreciaba mucho, y no quería verlo así.



























////

El mexicano se encontraba platicando con su vecina por lo sucedido ayer, y esta le dio de consejo hablar con el ruso con y nada más que la verdad, pues solo así aclararia un posible malentendido.

El oji verde se iluminó con aquel consejo, no lo había pensado así, su vecina tenía razón, tal vez al ruso no le gustó que no le dijiera sobre que empezaría a ir al gimnasio, y tiene toda la razón, puesto que el reaccionaria igual si el ruso le oculta algo, pero el no se lo oculto por las razones que tal vez creía el ruso, si no por la pena. Pero al diablo con la pena, pena robar y que te cachen diría su mama Azteca, ¡¡Que baboso!! Como se acordaba hasta ahorita de tan importante dicho. Sin dudas se disculparia de ya con el ruso.





























El mexicano siempre le mandaba lonche a su esposo para que comiera y almorzara, pero ahora este se había ido muy temprano que ni siquiera se despidió de él, y por lo tanto no llevaba ni comida, así que ni lento ni perezoso comenzó a preparar un buffet digno de los dioses para su amado.





















Su plan era sencillo, ir con el alimento para el ruso, disculparse por lo que no le había dicho y volver a ser felices para siempre, sencillo y efectivo pensaba el mexicano.

Así que busco sus mejores prendas para deleitar a su marido. Un pantalón negro ajustado, resaltando su firme y gran trasero junto con sus torneadas piernas, y una blusa blanca igual de ajustada, que dejaba ver marcados sus grandes pechos.

Una vez estuvo listo, llamo a un taxi para ir al trabajo de su esposo. Y realizar su cometido.


























Llego a las instalaciones del trabajo de su marido, y pregunto en recepción si podía ir personalmente a entregarle la comida a su pareja.

-Awww Tu eres el esposo del que tanto habla Rusia- la recepcionista chillaba como fanática viendo a su super estrella.

-Ah s-si?- mencionaba el mexicano con un notorio sonrojo, Rusia lo presumía en el trabajo? Eso se le hacía muy lindo de su parte, no es como si el no lo hiciera, pero al ser Rusia alguien más reservado nunca se lo espero de él.

-No te preocupes claro que puedes pasar, esta en el quinto piso oficina 12, y ten, necesitaras esto- espetó sonriente la amable chica dándole un gafet que decía "Visitante".

¡Cómeme, Esposo mío! (Rusmex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora