Capítulo 1: "Ojos verdes"

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Principios de 1917...

Al colocar su elegante zapato en el suelo de adoquín, el brillante y pesado mocasín resuena; con una reverencia el chofer le da la bienvenida a su hogar, una gran hacienda a las afueras de la ciudad, donde su vida perfecta y cotidiana le aguarda. Una vida envidiada por los cercanos, soñada por muchos y deseada por otros; los brillantes candelabros resuenan al chocar la fina herrería por el viento de finales del invierno; haciendo que las velas tintineen en un son violento. En el salón rodeado de finos muebles de cedro, un lujoso piano y una cálida chimenea se encuentra un gran retrato al óleo la mujer más hermosa que ha visto; la mujer más perfecta que podría existir; la dama con una belleza inigualable, pero su divinidad era ensombrecida por la maravilla de su mente; una preciosa doncella con un título universitario, algo casi imposible para aquellas décadas; su gran conocimiento en literatura y filosofía opacaba hasta al más listo y perspicaz hombre.

Hija de uno de los miembros del honorable parlamento y familiar cercana de la venerable monarquía, hija del Duque de Kent. Nacida en una familia de renombre del sur de Inglaterra, donde su herencia no solo era genética, sino también era formada por grandes cifras de números hacia el lado derecho del punto, sin pasar desapercibido el maravilloso prestigio de su nombre. Una mujer deseada por tantos en el reino; yaciendo como la definición de felicidad y perfección o al menos eso le dijeron toda su vida... pero ahí está, lo consiguió. Es suya, esa preciosa mujer de cabellera rojiza, ojos azules y piel de porcelana; es su amada ante la ley y la Santa Iglesia.

Aunque esa mujer; esa belleza y perfección personificada es el alma más hostil, moralista e indiferente que pudo haber conocido porque hasta la persona más bella puede ser un alma en pena que busca clavar pedazos de su roto corazón en el pecho de alguien más; contagiando su dolor en almas ajenas, haciendo pagar su penitencia en otros con tal de no admitir la pulsante desventura.

La preciosa joven lo toma del cuello al entrar en la habitación, está lo esperaba sin una sola pieza de ropa que la cubriera, lo atacó ferozmente encajando sus uñas en la espalda aun vestida del hombre, de aquel hombre tan pulcro, cortés y galante. El chico de ojos azules no movió ni un solo músculo, mientras la mujer se empeñaba en arrancar el costoso traje, realizado a la medida por uno de los mejores sastres de Londres.

—Te odio —susurra la mujer contra su oído para después bajar sus labios contra la mandíbula del esposo.

Eso solo ocasiona que lágrimas se acumulen en sus ojos, busca apartar su rostro, pero la chica lo toma de la nuca, coloca su otra mano en la mejilla ocasionándole una fuerte bofetada. Camina con su cautivadora desnudez por la habitación, tomando una preciosa bata de seda color azul, dejándolo ahí.

Solo y aturdido.

A la mañana siguiente lo despierta el tintineo de la campana; una pequeña campana traída desde Holanda como regalo de bodas; la mucama camina por los pasillos de la residencia avisando la salida del sol a las cuatro cuarenta y cinco de la mañana. En la cocina se encontraba la preciosa mujer tomando el té del desayuno mientras se asoma por los grandes ventanales con vista al grandioso jardín; camina hasta el comedor donde un delicioso desayuno es colocado en su lugar, cuando toma asiento el portero deja el periódico recién llegado de la imprenta con las últimas noticias de la presente guerra; realmente no encontraba una jodida razón para que el Primer Ministro Asquith declarara la beligerancia contra el Imperio Germánico. Él, siendo encargado de la Seguridad Nacional sólo le causaba noches de insomnio y terribles jaquecas; frota su frente con fuerza al ver la sección especial para la guerra, la contabilización diaria de muertes y sus respectivas nacionalidades; se habían estimado cincuenta y dos muertes de sus hombres, pero él está seguro que esta es solo una cifra para a la ciudadanía, lo último que querían era causar una psicosis colectiva en la población. Él sabe que las cifras diarias son cientos de veces más altas al realizar el conteo de medianoche.

1919Where stories live. Discover now