Capítulo 33. Dame un beso.

Comenzar desde el principio
                                    

-Eso habría que verlo -sonrió irónico Pedri. 

Rodé los ojos y dirigí la mirada hacia él.

-Luego si quieres te presento a ti también con honores -bromeé.

-No hace falta, tranquila -miró hacia otro lado.

Entonces sí que me quedé sin saber qué decir, y todavía más cuando se levantó para irse. 

-¿A dónde vas? -lo seguí con la mirada. 

-A poner el móvil a cargar, sigue con tu discurso, no te preocupes -le quitó importancia. 

¿Pero se podía saber qué era lo que les pasaba a todos? 

Que Gavi estuviera raro, pues bueno, aún. ¿Pero Pedri? 

-Perdona, siéntate, ahora vuelvo -me giré hacia David, a lo que asintió sin problema e hizo caso. 

Acto seguido me dirigí hacia el comedor, por donde había entrado Pedri y para ir a la cocina. 

-¿Qué te pasa? -lo miré seria al llegar detrás de él. 

-¿A mí? Nada -negó rápido y abrió la nevera. 

-Venga, Pedri -me posicioné al lado. 

-¿Qué? -me miró serio. 

Tensé la mandíbula y me crucé de brazos. 

-¿Has discutido con Gavi? ¿Por eso estáis así los dos? ¿Qué ha pasado? -ideé entonces. 

-¿Qué dices? -cerró la nevera sacando una botella de agua, mirándome raro. 

-Pues no lo sé, si no me dices qué es lo que ha pasando, cómo quieres que lo sepa -me acerqué a la encimera junto a él. 

Negó con la cabeza y se giró para mirarme. 

-¿En serio? -clavó sus ojos en los míos. 

-¿En serio qué, Pedro? ¿Qué? -insistí. 

-Mira, sé que Gavi no lo ha hecho siempre bien, y que tú eres una chica que merece mucho más que eso -habló algo más calmado, o al menos eso parecía-. Pero que venga tu ex a una fiesta que ha organizado él, está feo -aseguró después. 

Ahí sí que no entendí nada. ¿Qué ex? ¿Qué decía? 

-Pedri, pero qué dices -lo miré extremadamente confusa. 

-Si quieres a Gavi aunque solo sea un poquito, pídele a ese chico que se vaya -soltó entonces. 

-¿A qué chico? -alcé las manos, y entonces fue cuando me di cuenta-. ¿A David? 

-Como se llame, no me importa -rechazó rápido. 

Mi respuesta a eso fue pasarme por la cara las manos, sin creerme lo que estaba sucediendo. 

-Vamos a ver cómo digo esto sin que suene mal, pero, ¿Vosotros sois tontos? -alcé las cejas.

Él se quedó mirándome y yo lo imité. 

-Ni siquiera me habéis dejado presentároslo, de dónde habéis sacado que...

-Ni queremos que lo hagas. Que se vaya -me interrumpió y se dirigió hacia la nevera para guardar el agua. 

-Pedro González -se la cerré de golpe-. Ese chico que hay ahí fuera no se va a ir a ningún lado. 

Dirigió la mirada hacia mí serio. 

-Te recuerdo que es mi casa -soltó entonces. 

-Y ese es mi hermano -lo miré tensa.

Si mis caras eran todo un poema al tratarse de expresiones, la de Pedri en ese momento no fue para menos. Expresaba entre enfado, confusión e incredulidad, mientras intentaba seguir agarrando la botella de agua para que no se le cayera al suelo de golpe. 

Olas de intensidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora