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El amor se respiraba en una linda casa, que a pesar de no ser muy lujosa, tenía una calidez muy hermosa, los propietarios de esta casa eran un matrimonio gay, los cuales vivían cada día como si fuera su primer día de recién casados apesar de que ya llevaban un año.


-Ya iras a trabajar?- pregunto mientras terminaba de acomodar la ropa.

-Si, prometo regresar temprano para la cena- decia con cariño, mientras daba un beso a la frente del más pequeño.

-No olvides avisarme cualquier cosa, okey Rusky?-

-No lo olvidaré taquito- puso su mano en la manija de la puerta disponiéndose a abrirla y salir.

-Oh, espera, olvidas algo- dijo para luego acercarse al más alto.

-¿Qu- no pudo terminar debido a que el más pequeño atacó sus labios iniciando así, una batalla de lenguas para ver quien ganaba el control de ese beso.

Pronto el beso subió de intensidad, y el de climas fríos comenzó comenzó manosear el trasero del contrario y obtuvo como resultado lindos gemidos que se escapaban de este, el ruso poco a poco se dejaba llevar por el momento subido de temperatura.

-Entonces no iras a trabajar para quedarte aquí a jugar con mi trasero? Que empleado más irresponsable- dijo el mexicano separándose del beso.

El ruso solo atino a sonrojarse como un tomate por lo dicho del más bajito, que en parte tenia razón puesto que ese beso le hizo olvidar que efectivamente era su primer día en el trabajo y tenía que llegar temprano.

-Y-Yo ya me voy- cerro la puerta detrás de el escapando con un notorio sonrojo dejando a un mexicano totalmente enamorado.

-Eso fue... ¡adorableee!- exclamó el bajito por el actuar de su marido.

-Aww el siempre ha sido adorable- dijo mientras recordaba el momento en el que se conocieron.





















/Hace 17 años/

Un mexicano trabajaba en un puesto de limonada, vendiendo para juntar las ganancias y así ingresar a una buena universidad.

Y cerca de este puesto pasaban un padre e hijo caminando rumbo a casa.

-Papá- dijo el pequeño de 4 años jalando la mano de su imponente padre.

-Que pasa Ruisa?- contesto el hombre cargando a su hijo para que le hiciera saber su molestia o preocupación.

-Ese niño es lindo- dijo con total inocencia apuntando al mexicano de tez aperlada, cabello castaño ondulado y ojos verdes oliva.

El adulto no tardo en atar cabos, puesto que siempre que iban camino a casa veía como su hijo se quedaba viendo embobado al mexicano que preparaba agua de limón con agilidad.

Soltó una carcajada seguido de desordenar los cabellos de su unico hijo (aquí Rusia no tiene hermanos 😔)

-Ese es mi hijo, ¿Quieres ir a comprarle una limonada al niño bonito?- espetó divertido el adulto por la situación.

-¡Sii!- el menor estaba muy feliz, por fin conocería a aquel chico del puesto de limonada que causaba sentimientos en el que no podía entender.

Se acercaron y el más alto le hizo una señal al pequeño para que saludara.

-Bu-Buenas tardes, Yo Rusia- decía el menor trabandose un poco con sus palabras.

¡Cómeme, Esposo mío! (Rusmex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora