Las puertas.

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Con los ojos aún medio cerrados cogió el móvil, cansada de escucharlo vibrar de manera intermitente durante las dos últimas horas. El brillo hizo que le llorasen y lo agradeció, aún los tenía un poco secos a causa del humo. Diez mensajes de Carmen se agolpaban en la pantalla de bloqueo. Los leyó sin prestarle mucha atención y, sin ganas de escribir, la llamó y puso el altavoz para dejarlo sobre la almohada.

—Luz —murmuró—, ¿cómo estás? —Un gruñido ininteligible fue su contestación—. Lo siento pero no hablo perruno. —Esta vez fue una carcajada tan sonora lo que escuchó que tuvo que rodar ligeramente en la cama para separar la cabeza del teléfono.

—Bien, bien. Después de dormir estoy como nueva, ¿y tú?

—Pues estuve un buen rato con Ainhoa pero cuando terminaron de hacerle pruebas me echó del hospital para que durmiera un poco.

—¿Qué tal está? —preguntó intrigada Luz.

—También está bien. Ni el humo ni el calor afectaron a las vías respiratorias y no hay mayores complicaciones. Le han dado el alta y vamos de camino a su casa.

—Me alegro muchísimo, de verdad. —Dijo aliviada y soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo. Carmen pareció no darse cuenta de aquel suspiro.

—Una cosa, Luz. Me han llamado del seguro y necesitan que vaya a la escuela para que puedan evaluar los daños. Los bomberos dijeron que el causante pareció ser un rayo que entró por la ventana de la sala de profesores. si la puerta que comunica con la cocina no hubiese estado cerrada podría haber sido una tragedia. No sólo actuó de contención con el fuego sino que mantuvo la descarga dentro de la habitación.

—Por suerte sólo ha sido un susto. —Dijo Luz expectante, pues no sabía a dónde quería llegar.

—El tema es que me gustaría quedarme con Ainhoa. En urgencias le han recomendado reposo y sé que en el momento que no tenga a nadie alrededor se pondrá a hacer cosas.

—Carmen, no necesito ninguna niñera. —Una voz grave y desconocida sonó lejos del teléfono. Esa debía ser Ainhoa y sí que parecía bastante recuperada a juzgar por el ímpetu con el que trataba de discutir—. Soy mayor como para cuidarme sóla, te recuerdo que lo he hecho durante mucho tiempo.

—Sí, porque no estaba yo y déjame hablar que es una conversación privada. —Se escucharon las quejas entrecortadas y lejanas pero Carmen no le dio la mayor importancia. —¿Te importaría venir un rato a acompañarla?

Luz sopesó sus opciones. Tenía otros planes pero conocer el pueblo tampoco era tan urgente como para rechazarlo todo.

—De acuerdo, me cambio y voy. Voy a necesitar que me pases su dirección por whatsapp, eso sí.

—Sí, por eso no te preocupes que te la paso ahora mismo. Te voy a dejar las llaves de su casa en tu buzón para que no tenga que estar pendiente de abrirte. —Escuchó a la mujer protestar algo de «llaves» y «desconocida», así que Luz ató cabos. Sólo esperaba que no la tomase con ella al llegar. Iba a decir que no hacía falta, que ya llamaría al timbre pero no tuvo tiempo.

—Te tengo que dejar, muchas gracias. —Se hizo un corto silencio—. Por esto y por todo lo que hiciste anoche, no sé qué habría sido de mí sin ti. Bueno, sin nosotras en realidad.

—No hay nada que agradecer. —Dijo, sincera, Luz—. Voy a vestirme y salgo corriendo hacia allí.

Se vistió con celeridad y se tomó un café frío. No quería retrasarse pero desde los cuatro canapés que comió por la tarde no había probado bocado.

Después de la tormenta el sol brillaba fuerte, como si lo ocurrido el día anterior hubiese sido producto de su imaginación. Luz se quitó la americana negra y dejó que el calor acariciase su piel ligeramente bronceada. La casa de Ainhoa no quedaba lejos, se encontraba en la avenida principal, tan sólo a un par de calles de la suya. Un agradable olor a pan recién hecho la sorprendió y movió la cabeza para intentar localizar de dónde procedía. Al ver la panadería pensó que tal vez a Ainhoa le podría venir bien un poco de pan para desayunar o picar algo y si no lo quisiese, Luz haría buena cuenta de él sin pensárselo dos veces.

Maridaje (Luznhoa AU)Where stories live. Discover now