Capítulo 15. Gracias por quedarte.

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-Tu madre ha salido esta mañana y todavía no ha vuelto -informé. 

-Ah bueno, no venía a ver a mi madre -contestó encogiéndose de hombros. 

Fruncí el ceño y me quedé observándolo. 

-Siento haber dicho que éramos amigos que se besaban -murmuró entonces. 

En mi cara se dibujó una pequeña sonrisa, que más que de felicidad era de ternura. 

-Es una tontería, Pablo, no pasa nada -le quité importancia. 

-No es una tontería porque sé que te molestó -me miró serio. 

-No es eso, es que... 

-Espera -me interrumpió-. Ya sé que tenemos que hablar, pero no me apetece hacerlo aquí. Ven. 

Cogió mi mano de forma suave y me dirigió junto a él hasta su coche. 

Entré sin quedarme otra opción, y él me imitó, dejando después el ramo de flores sobre mis piernas. 

Condujo hasta su casa sin que ninguno de los dos dijéramos nada. Aparcó en el garaje y ambos subimos hacia el comedor, el cuál solo estaba iluminado por una pequeña lamparita. 

Nos sentamos en el sofá y yo dejé las flores sobre la mesita, dispuesta a escuchar lo que tenía que decir el futbolista. 

-Mira Val, sé que no tiene mucho sentido lo que estamos haciendo -comenzó a hablar-. Pero no significa ni que esté bien ni que esté mal. Solo estamos haciendo lo que nos apetece en cada momento -trató de explicar. 

-Lo sé, Gavi, y eso está bien en un principio, pero no se puede estar así siempre -me encogí de hombros. 

-Nadie ha dicho que tengamos que estar así siempre -frunció el ceño. 

-Pero tampoco podemos hacer otra cosa -rebatí. 

-¿Por qué? -me miró confuso. 

-Porque no. Porque sino confundiremos las cosas y tú no estás para esto ahora -traté de decirlo de forma suave-. Acaban de ponerte los cuernos, y lo acabas de dejar con tu ex -argumenté obvia. 

-Pero no pasa nada si estamos bien, podemos seguir haciendo lo que queramos hasta que nos decidamos -aseguró. 

-¿Y qué pasa si uno de los dos se enamora? -pregunté casi atragantándome. 

El sevillano clavó sus ojos en mí, cambiando un poco la expresión de su cara, sin saber decir exactamente en qué sentido.

-Pues... No sé... -se encogió de hombros. 

Negué con la cabeza y dirigí la mirada hacia las flores.

-Si uno de los dos se enamora paramos y ya está -habló de nuevo. 

A mí sí que se me paró la respiración al escucharlo decir eso, aunque no sabía qué esperaba. 

Dirigí la mirada de nuevo hacia él y apreté la mandíbula. 

-¿Por qué has preguntado eso? -se acercó un poco. 

Agaché de nuevo la mirada y negué como sin darle importancia. 

-Val -levantó mi cara con dos dedos. 

-No, por nada -traté de sonar convincente-. Solo era algo que podía pasar, y por dejarlo claro. 

Asintió despacio y se quedó observándome. 

Tomé aire y me pasé la mano por la cara sin saber qué decir. 

Olas de intensidadWhere stories live. Discover now