Capitulo 32: De regreso en La Frontera

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Solo reaccione cuando apretó sus brazos a mi alrededor. Rápidamente me puse en marcha.

Mis reflejos eran más rápidos que antes, por eso podía conducir perfectamente a una alta velocidad, pero al tener a ese hombre tras de mi prefería conducir a una velocidad prudente para mis sentidos, pero no demasiado lenta para que no lo notara tanto.

Un par de horas después ya estaba estacionándome fuera de la central en la frontera. Miguel Ángel bajó y luego lo seguí dentro, cada uno esperó su turno para dar el reporte.

—Cazadora Yamiko —me llamaron y me puse de pie.

Seguí al hombre por un pasillo hasta una sala donde ya me esperaban, me detuve un segundo al reconocerlo.

—Usted —murmuré y el hombre de piel oscura y ojos negros, que hacía más de un año me había dicho que los cazadores no sentían miedo, me observó fijamente.

—Por favor —dijo con voz tranquila y vacía.

Me senté frente a él y esperé.

Nos observamos en silencio largos segundos.

—Es tu primer reporte—. Él asintió—. Mi nombre es Jack y de ahora en adelante yo seré tu enlace con la central, cada vez que termines una misión hablaras conmigo para que te asigne otra.

Volví a asentir.

—Tu libreta—. Se la tendí y el la abrió.

Como si nada escribió algo en ella y al regresarla noté que decían en grande, con tinta roja, registrado. Al lado ya aprecia otra nombre.

—Amadeus Ford —leí y lo miré, me extendió una carpeta.

—Tu primer trabajo en grupo.

—Grupo —repetí y observé los archivos.

Primero noté que Amadeus Ford era un hombre lobo, uno que era buscado desde hacía años por múltiples asesinatos. Trague tensa al ver la fotografía del hombre.

—Con quien deberé trabajar—. Lo miré.

—Creo que los conoces, Felipe y Joey.

Asentí enseguida.

—Estarán esperándote fuera del edificio, se les informó de tu llegada.

—Bien—. Con eso me puse de pie y salí.

Cuando llegue fuera del edificio me encontré enseguida con Joey, no verlo era imposible. Caminé hacia él y al moverse, vi a Felipe.

—Yamiko —dijo él apenas me detuve cerca, me sonrió.

—Ey —dijo Joey y me atrajo a su pecho en un abrazo.

Me quejé contra él un segundo antes de lograr liberarme.

—Sigues tan flacucha como siempre —soltó divertido, solo voltee mis ojos.

Felipe apareció a mi lado y también me acerco a él con un abrazo. Solo que el suyo fue más largo y significativo.

Cuando me liberó observé sus ojos verdes, noté que sonreía suavemente.

Me alejé un paso.

—¿No es tu maestro? —dijo Joey y me giré en la dirección que apuntaba.

Miguel Ángel estaba a varios metros de distancia, observándonos fijamente. Un segundo después se giró y desapareció.

Suspiré.

—Entonces —les dije a ambos—, un hombre lobo.

Joey hizo una mueca.

—Sí, al parecer te persiguen —dijo él y me trague mi mueca.

Felipe tocó mi brazo y lo miré.

—Vamos a mi departamento —les dije.

Ya ahí me dejé caer en el sofá y los observé. Joey se sentó a mi lado y Felipe en una silla.

—¿Qué les dijeron? —pregunté.

Los tres sacamos la misma carpeta.

—Creo que manejamos la misma información —dijo Felipe.

—Entonces tenemos que atrapar...

—Asesinar —me corrió Joey.

—...a un hombre lobo —terminé.

Él asintió.

—Un hombre lobo no se atrapa. Yamiko—. Me miró, por primera vez estaba serio—. Se asesina, así de simple.

—No es simple si debemos hacerlo los tres.

Felipe suspiró.

—Sí, no es nada simple, menos él.

—¿Lo conoces?

—No personalmente, pero he oído mucho sobre él. Más de lo que me gustaría —murmuró.

—¿Qué cosas?, dímelo.

Debía asegurarme de que si iba a hacer esto lo haría bien, por las razones correctas.

—Amadeus Ford fue un respetado cazador, uno de los mejores.

—¿Qué? —jadee, observé a Joey, que solo miraba alrededor, al parecer él conocía la historia.

—Sí, aunque no lo creas, él fue uno de nosotros, y de los mejores, hasta que un día lo mordieron y se convirtió—. Suspiró. —Dos días después encontraron a su esposa e hija, muertas.

Tomé aire al oírlo.

—Muertas —susurré, pero...—, pero si es así, ¿él no debió morir?

—No —murmuró Joey, lo miré—. Solo existen dos formas de terminar la unión—. Me miró—. Una es con la muerte de uno de ellos, que como sabes provocara la muerte del otro, y otra es cayendo en una maldición.

—Convirtiéndose en hombre lobo —susurré.

—O vampiro —dijo Felipe—, ambas son maldiciones que rompen la unión, una forma de asegurarse de que la pareja no sufra por ello, ya de que por sí, ninguno de ambos estados implica morir.

—Una forma de asegurarse de que el otro no terminara atado a un vampiro u hombre lobo.

—O que por querer acabar con ese vampiro u hombre lobo se elimine a su pareja —murmuró Joey.

Lo miré y él se encogió de hombros.

—Increíble.

Me pregunté cómo es que ese hombre había acabado así y qué había pasado por su cabeza para matar a su mujer e hija.

Suspiré y observé la fotografía largos segundos.

—Podemos comenzar en su vieja casa —dijo Felipe. No lo miré.

—¿Por qué su casa? —preguntó Joey.

—Básico, veamos si ha regresado por allí.

Ahí si lo miré.

—Regresado, ¿no vivió en el pueblo? —negó con su cabeza.

—No, vive en la costa, en el bosque que hay en a pocos metros de la playa—. Asentí.

—Por lo que sée —dijo Joey—, le pertenecían cerca de cinco hectáreas de ese lugar, así que tendremos mucho terreno que buscar.

—Bien, entonces es mejor que nos movamos.

Ambos asintieron.

—Sí, entre más rápido comencemos, más pronto acabaremos con él —dijo Joey antes de ponerse de pie, nos miró a ambos—, y cambien esa cara, que parece que se van a enfrentar a un imposible.

Suspiré y Felipe me miré.

—No, no es un imposible—. Se puso de pie—. Solo es un hombre lobo —soltó con ironía.

Los Cazadores 1: GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora