El lugar vacío frente a él parecía estar ensordeciendo el ambiente con su silencio.
La comida estaba intacta, tal cual había estado la noche anterior y la noche anterior a esa.
Había pensado en un principio que se trataba de un desplante usual de su esposo pero pronto se dió cuenta de que no era así.
El embarazo le estaba costando caro a Lucerys.
Lo había visto esa misma mañana, por un momento muy breve, pero la imagen quedó grabada en su mente y no podía dejar de pensar en ello.
Lucerys había perdido varios kilos. Estaba pálido, demacrado y difícilmente salía de la cama. El maestre le había dicho a Aemond que casi no probaba comida y cuando lo hacía, devolvía el estómago casi de inmediato por lo que lo habían estado alimentando con potajes de avena y tés.
Ahora no era ni la sombra del omega etéreo y bello que deambulaba por los pasillos con trajes de seda y collares de perlas y oro.
Quizá por ello rechazaba cualquier intento de visitarlo. Ni siquiera dejaba que su familia se acercara a sus aposentos.
La imagen de su esposo hundido entre las sábanas y almohadones con su vientre crecido y un aroma muy desagradable en el ambiente fue suficiente como para hacer que Aemond perdiera el apetito.
Ordenó que le retiraran el plato de enfrente y que hicieran el intento de llevar la cena a la habitación de Lucerys aunque sabía que probablemente la comida terminaría en el corral de los cerdos.
Estando a punto de levantarse, un sirviente se acercó para entregarle un mensaje enviado desde Marcaderiva. Aemond no solía recibir mensajes de lord Corlys… El viejo prefería comunicarse directamente con Lucerys aunque ahora, dado su estado…
— Envía una respuesta — murmuró después de leer el mensaje —. Recibiré a lord Corlys mañana temprano.
•••
— No sé qué le haga pensar que yo tengo algún poder decisión sobre Lucerys — Aemond miró de reojo al Lord y de nuevo regresó la vista al océano que podía apreciarse desde uno de los miradores de la fortaleza —. El está librando su propia batalla de la cual yo no soy partícipe.
— Hace cinco meses que mi nieto no se presenta a las reuniones con Daemon o conmigo — Corlys llevó sus manos a su espalda —. No accede ni siquiera a ver a mi esposa o a sus primas… Sé que ahora mismo desea más que nada dar a luz al fruto de su amor, Alteza, pero me temo que sus deseos podrían estar poniendo en riesgo su salud.
Aemond arrugó la nariz. Eso era obvio ya. Ahora sabía de primera mano que la ambición de Lucerys no conocía de límites. No le importaba pasar encima de la dignidad de alguien más o hacer oídos sordos a los valores y decencia básicos de la sociedad.
Lo había usado a él como se usaban a los sementales con las yeguas para procrear caballos más fuertes y rápidos… Y ya que estaba hecho, no le era más de utilidad a su esposo. Y estaba claro.
— Varios maestres le han hecho saber que su salud es delicada, lord Corlys — murmuró el príncipe —. Si Lucerys no quiere escuchar las palabras sabias de expertos… menos querrá oír lo que yo tengo que decirle.
Además de eso, Aemond prefería no entrar en detalle con los sentimientos conflictivos que le causaba Lucerys. Era un tira y afloja infernal que siempre terminaba por provocarle migrañas.
A veces pensaba que debería dejar que el destino hiciera su trabajo y que su esposo exhalara su último aliento durante un tormentoso trabajo de parto… pero esos mismos pensamientos desataban en él la desesperación de saber que si eso pasaba, jamás podría volver a tocar la piel suave de Lucerys o ver sus ojos brillantes o escucharlo hacer algún comentario ácido con ese humor peculiar.
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𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 • 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗠𝗢𝗡𝗗 • [TERMINADA]
FanfictionAlicent estaba plenamente consciente de la manera en la que el bastardo de Rhaenyra miraba a su hijo. Podía reconocer la lujuria en su mirada y rogó a los dioses que no permitieran que Lucerys Velaryon enterrase las garras en Aemond. Sabía que iba a...
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