La castidad nunca había sido un tema de importancia para Lucerys.
A pesar de que era consciente del valor y el peso que ésta tenía en su reputación y en la sociedad… Siempre pensó que era estúpido dejar que fuera eso lo único que importara para tomarlo o no en cuenta.
Había sido precoz desde siempre.
Era como si en sus venas hubiera fuego líquido, una pequeña llama que esperaba ser avivada pero que siempre estaba a la espera.
Nunca se había considerado como una presa. Si bien no tenía ni la contextura ni la fuerza de un alfa… sabía que no dependía de ello para defenderse y salirse con la suya.
Había descubierto que podía lograr más si se portaba de cierta manera que si era arisco y grosero.
Corlys era mucho menos severo con él cuando se ponía a llorar a pesar de haber hecho una travesura e incluso Daemon suavizaba el tono de su voz si Lucerys bajaba la cabeza y fingía estar muy apenado por desobedecer.
Los maestres lo regañaban muchísimo menos si pretendía no haber entendido las lecciones y jugaba a hacerse el tonto con miradas y sonrisas que había perfeccionado a lo largo de su vida.
Y Aemond… estoico, disciplinado y serio… no dejaba de ser un alfa. No dejaba de tener deseo y, por lo que Lucerys había adivinado, uno sumamente reprimido. Le hizo sentir lástima. Alicent estaba asfixiando a su hijo sin saberlo pero Lucerys podía ayudarlo. Quitándola de en medio podía moldear a Aemond para ser el monarca perfecto.
Había una sonrisa de autosuficiencia en sus labios cuando fue su turno de tomar la daga de vidriagón. La sangre que Aemond le había hecho con el corte en su labio inferior se escurría en una gotita roja y brillante.
Lucerys pegó la punta de la daga sobre el labio de su tío, mirándolo a los ojos con esa intensidad que anticipaba el éxito de una treta planeada por mucho tiempo.
Lucerys estaba casi al borde de la excitación.
Le causaba placer haber ganado. Le gustaba saberse más inteligente, más astuto y hábil. Aegon le había sacado ventaja, tal vez, pero no por mucho tiempo. Él le daría un hijo a Aemond, un verdadero heredero y entonces el trono sería suyo.
Tan solo de pensarlo sentía que podría tener un orgasmo ahí mismo.
Después de hacer el corte en el labio de su tío, Lucerys pasó su pulgar por la herida para recoger su sangre. Luego dibujó en su frente el símbolo del fuego y, tras la bendición de su oficiante, fue él quien se acercó para reclamar su beso.
Era como un premio para él.
Solamente Aemond fue capaz de oír el suspiro placentero que se escapó de los labios de su sobrino. Él intentó resistirse pero la mezcla de su sabor dulce de omega con el de su sangre bastó para ceder como lo hizo en el septo.
No tenía caso negarlo más. Tenía que hacerse responsable de su propia debilidad. Había cedido ante la tentación de Lucerys.
Intentó no mirar en dirección de su madre. Sabía que solo encontraría decepción reflejada en sus ojos.
•••
— Lo que hicieron fue una blasfemia — Alicent negó con la cabeza. En su mano apretaba una y otra vez su medallón, en un intento por tranquilizarse, aunque era inútil —. ¿No pueden conformarse con la ceremonia valyria?
— Si no se casan en el septo, la Fe no reconocerá su matrimonio — Daemon parecía hastiado. Parecía que había explicado lo mismo varias veces ya —. Deberías ser tú la primera en estar de acuerdo. Todos vimos lo que tu hijo depravado estaba haciéndole a Lucerys.
— No hace falta ser hostiles — Corlys levantó una mano y después se dirigió a Alicent aunque su mirada se posaba ocasionalmente en Otto —. Majestad, si la boda no es oficiada por un septón, cualquier hijo que nazca de la unión de mi nieto y el príncipe Aemond podría considerarse un bastardo y no tendría derecho a acceder al trono… — suspiró y negó con la cabeza —. La reputación de Lucerys está ya en juego. Aemond debe hacerse responsable de sus acciones.
— Aemond no es más que una víctima en todo esto — repuso Alicent con un tono firme —. Puede que usted no conozca del todo a su nieto, lord Corlys, pero yo sí. Ese… chiquillo… no es otra cosa más que un libertino. Su reputación ya era destacada en Marcaderiva — ella miró a Otto casi como una súplica —. Es bien sabido que Aemond no es el primero que le pone una mano encima. ¿Por qué no pregunta a los miembros de su flotilla, lord Corlys? Más de uno seguramente puede asegurar que ha visto a su nieto bañarse desnudo en la bahía…
— Suficiente — Otto dejó caer su mano sobre la mesa. Las palabras de Alicent aún resonaban en el salón. Corlys intentaba no ceder ante la provocación pero Daemon había escuchado ya con anterioridad ese mismo discurso despectivo e hipócrita. La reina había hablado cosas semejantes o peores sobre Rhaenyra.
— ¿Y cómo sabe la reina esta información? — preguntó Daemon, alzando una ceja —. Habla con tanta seguridad que me hace pensar que ella misma ha ido personalmente a constatarlo… — ladeó la cabeza y clavó la mirada en Alicent —. ¿No habla la fé en contra de los rumores y falsos testimonios?
— ¿Disculpe…?
— Si su fuente de información son marineros y soldados que pasan la mitad de su tiempo en altamar y la otra mitad ahogados en alcohol y burdeles… Me sorprende que Su Majestad crea tales cosas — continuó Daemon —. Lucerys es un omega de cuna alta, Majestad. ¿No sería obvio que abunden las calumnias sobre él? ¿Quién puede decirle información más certera al respecto…? ¿Lord Corlys, que le ha criado desde el fallecimiento de Rhaenyra…? ¿O un montón de plebeyos venidos a menos sin nada mejor que hacer? Si yo fuera más desconfiado… diría que ha pretendido ofendernos con todo lo que acaba de decir.
Hubo un silencio prolongado. Pesado. Tenso.
— Mi lord Mano — Corlys suspiró con pesadez —. Mi familia y yo hemos sido tolerantes. No es la primera vez que se nos dan desplantes desagradables… y yo había tratado de pasarlos por alto por mi nieto. Yo siempre he querido lo mejor para Lucerys, Baela y Rhaena. Había empezado a considerar las propuestas de otras casas debido al desinterés del príncipe pero ahora… ¿Qué puedo ofrecerles yo? Mi nieto fue ultrajado y, aún si las costumbres valyrias no son comunes para el resto de Poniente, ¿qué impedirá que otras casas asuman que hay algo mal con Lucerys si hubo una ceremonia de unión pero después sigo ofreciendo su mano en matrimonio? — esta vez miró directamente a Otto, pasando de Alicent completamente — ¿Qué impedirá que se levanten rumores respecto a su nieto? Ningún padre en su sano juicio ofrecería a su hijo o hija con el temor de que solo sean… degustados… y luego desechados.
Otto levantó el mentón un poco. Su mandíbula estaba tensa. Vió de reojo que Alicent iba a hablar de nuevo pero la hizo callar con una sola mirada.
Tardó unos momentos en analizar sus palabras antes de decirlas y al final una pequeña sonrisa levantó la comisura de sus labios.
— Lamento muchísimo cualquier ofensa, mi lord — dijo con un tono bastante suave —. Esto nos ha tomado por sorpresa a todos y claramente la tensión es mucha… Pero claramente lo último que se necesita es que la corona esté envuelta en escándalos innecesarios — Alicent lo miró, casi aterrada. Aún no lo había dicho pero sabía lo que su padre diría. Ella alcanzó a ver qué Daemon sonreía, mirándola casi como si se estuviera burlando de ella —. Mañana mismo celebraremos la boda en el septo.
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𝗧𝗲𝗻𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻 • 𝗟𝗨𝗖𝗘𝗠𝗢𝗡𝗗 • [TERMINADA]
FanfictionAlicent estaba plenamente consciente de la manera en la que el bastardo de Rhaenyra miraba a su hijo. Podía reconocer la lujuria en su mirada y rogó a los dioses que no permitieran que Lucerys Velaryon enterrase las garras en Aemond. Sabía que iba a...
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