Puede hablar con él, por supuesto, ir más allá de los saludos y los monosílabos y las sonrisas acompañadas de asentimientos que deberían ser suficiente. Pero lo que no puede hacer es reunir el valor para invitarlo a salir, ni mucho menos confesarse delante de él.

Es doloroso, pero está seguro de haber hecho las paces consigo mismo al respecto, pues tiene la creencia de que un amor no correspondido por falta de honestidad es mucho mejor que un amor no correspondido por causa del regazo.

Ha pensado mucho en eso. Ha creado en su mente escenarios enteros en los cuales ambos se encuentran en el establecimiento como de costumbre, sin un solo cliente a la vista, o los dos dentro del cuarto de suministros haciendo el inventario en equipo como si fuera una tarea que realmente necesitara de dos personas para ser realizada. Están allí y las palabras le arden en la punta de la lengua, en la lengua entera, y no soporta la quemazón en la garganta, no aguanta el fuego provocado por las palabras que guarda en su corazón.

De manera que se llena los pulmones de aire y deja salir todo su amor. Todo ese sentimiento que ha estado escondido con demasiado esfuerzo y un temor que espera que se desvanezca al pronunciar todo su cariño.

Se confiesa tan claro como el cielo que almacenan sus ojos y aguarda en silencio por una respuesta de parte del rizado, que en su cabeza siempre se queda paralizado, estupefacto, inmóvil, tan sorprendido que Louis tiene que volver a mencionar su nombre.

Es ahí cuando Harry parpadea una infinidad de veces, y lo mira directamente a los ojos antes de hacerle saber que no siente nada por él, que solo lo ve como un compañero de trabajo y nada más. Ni siquiera como un amigo; para él es solo un colega por el que no tiene sentimientos alejados de la amabilidad.

Esos son los tipos de escenarios que forman partes de los mejores casos dentro de la imaginación del castaño, y aunque bien sabe que podría ser mucho peor, los usa como pretexto para no salir de su zona segura y mantener esa relación de colegas que no lo llevará a ninguna parte, pero tampoco le destrozará el corazón ni le hará más daño del que su silencio le hace.

Está bien con las cosas siendo de esa manera, o por lo menos eso es lo que se repite con el paso de los días para apaciguar el temblor eterno de su alma.

Es un viernes de la tercera semana de otoño, y el frío en Manchester está comenzando a asentarse para darle la bienvenida a noviembre. Las calles no están exageradamente heladas y todavía no hay rastros de la nieve que tarde o temprano va a caer, pero el descenso de la temperatura es suficiente para que Louis se tenga que duchar con agua tibia y se coloque una capa extra de ropa que lo ayuda a mantenerse lo más cálido posible.

Se ha llevado el paraguas al salir de casa, pues el pronóstico reflejado en su celular evidencia que el día lo amerita. Las probabilidades de lluvias aumentan al mediodía y el castaño espera que no sea tan fuerte como el día anterior. Las nubes han estado llorando mucho durante las últimas semanas, probablemente resentidas con agosto y septiembre, meses en los que el sol salió y no les dio la oportunidad de dejar salir todo ese llanto que ahora no cesa y que muy pronto, durante esa misma mañana, ocurrirá.

El autobús que toma como de costumbre se detiene en la parada habitual, y no tarda en bajarse del vehículo para caminar lo que le resta de distancia para llegar a la cafetería. No le toma mucho tiempo, solo una cantidad limitada de zancadas que pronto lo detienen en su destino.

Se retira uno de los audífonos inalámbricos que suele llevar durante el viaje y hacerlo más ameno, y empuja la puerta de cristal del local a pesar de que el letrero todavía indica que está cerrado. No hay nadie por los alrededores, naturalmente, pero el ruido en la parte trasera le hace saber que su superior debe estar en su oficina y que muy pronto, a eso de las diez, los dejará solos para hacer lo que sea que haga a esas horas todos los días.

I fell for you in a coffee shop ✦ larry au! | ✓Where stories live. Discover now