En la Estados Unidos segregada de 1959, Grace Darnford, una joven bruja con una mente brillante y una lengua muy afilada, lucha contra la exclusión social y la discriminación que sufre la comunidad negra mágica: marginación, violencia, desigualdad d...
*❝ Siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto.❞
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JULIE BECKETT NUNCA HABÍA ENCAJADO EN EL MUNDO DE LOS HOMBRES. Admirada por algunos y despreciada por otros, Julie era, como solían murmurar los empleados de su marido, "un hombre con tetas", una mujer que desafiaba el orden natural de las cosas y su lugar tradicional en la sociedad. Nadie se atrevía a confrontarla, ya que Julie imponía una presencia avasalladora capaz de estremecer a cualquiera con solo una mirada, sin necesidad de usar las palabras para transmitir su poder.
Sin embargo, ella no era ingenua. Era consciente de que la cobardía de los hombres con quienes trabajaba, al evitar enfrentarla, se debía a que su esposo era el mismísimo Presidente de la Magia. Y aunque muchos verían el privilegio de ser "intocable" debido a su vínculo con el hombre más poderoso del país como una ventaja, para Julie era otro obstáculo más en su camino. Porque ella tenía una certeza inquebrantable, y es que no estaba destinada a ser una mera nota al pie en la historia de un hombre, sino a forjar su propio legado.
Enfrente del imponente edificio Woolworth, Julie aguardaba con paciencia a que el semáforo deviniera verde. Sus rizos dorados permanecían imperturbables, mientras su atuendo turquesa, complementado con un elegante sombrero a juego, destacaba entre la monotonía de trajes grises y corbatas carentes de gracia y color. Sus ojos escudriñaban cada zona restringida y resguardada por la policía muggle alrededor del edificio, consciente de la tensión latente tras las protestas que las personas racializadas habían desatado, y también de la intrusión de la seguridad mágica, que se infiltraba entre ellos gracias a las estrechas relaciones entre Harold Beckett y Dwight D. Eisenhower.
Con la varita custodiada en el bolsillo, y su cigarrillo de boquilla en la mano derecha, Julie desprendía un aroma de Cohiba Behike que se mezclaba con el perfume Chanel No. 5. de coco que siempre presumía. Era la esencia indomable del dinero, el poder y la elegancia, y cualquiera que pasara por su lado quedaba inevitablemente rendido ante su aura magnética. Atenta a cada minucia que se desenvolviera a su alrededor– el constante trasiego de vehículos, los paseantes anónimos, los sonidos que se deslizaban entre lo estridente y lo sutil, incluso aquellos detalles que se desvanecían ante los ojos más observadores–, Julie cesó en su mirada fija hacia el horizonte, como si ella fuera la dueña del mundo, y dirigió su atención hacia su siguiente objetivo:
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