Parte 5

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La tarde de los viernes empieza en La Flor de América, sentadas a una mesita, tomando café bombón y comiendo tarta de chocolate casera, Caterina una porción, Carla dos. Cat se pregunta cómo es posible que su amiga no engorde, si se pasa la vida atiborrándose de dulces y de porquerías varias. Claro que esa tarta es una delicia. La Flor de América es un local muy pequeño donde venden café al peso y donde se pueden degustar más de doce variedades de cafés y tés diferentes. A las dos amigas les encanta el café bombón, aunque el capuchino no tiene desperdicio. Pero lo mejor es el pastel de chocolate. Y que es un lugar tranquilo donde se puede empezar la tarde conversando. Después empiezan a recorrer una serie de bares en los que la conversación va dejando paso a los juegos. En La Galería tienen el billar y la diana, en el Plató también hay una mesa, en el Atrio más de dardos, y en todos ellos música y cerveza, antes de ir a cenar algo. Las mejores hamburguesas de Segovia te las sirven en San Remo, que este año se encuentra muy lejos de la calle Caballeros, pues se ha trasladado justito al lado de los multicines Miró. San Remo lleva abierto veinticinco años y es como una institución en Segovia. También se puede ir a Telepizza, o a cualquiera de los restaurantes chinos, lo bueno de las ciudades pequeñas es que todo queda cerca de los lugares de copas.

Si Cat sale con sus amigos, muchas veces pasa de cenar, aunque a las dos de la mañana (o a las cinco, que el hambre no tiene horario) hace una escapada para ir a pillar un bocata a Lacosta Johnny, el anexo del Johnny Menthere, donde tienen una lista de veintitantos bocadillos con nombres de grupos y cantantes. Pero últimamente, como Carla sale con ellos, no se pierden la hora de la cena, porque si no luego Carla no aguanta su ritmo toda la noche. Normalmente, excepto que vayan a un chino, los chicos no las acompañan. Y es en este rato, mientras están sentadas cenando, cuando tienen más oportunidad para seguir con su conversación.

El tema preferido de Carla es Fran, naturalmente, aunque después de varias semanas van hablando de más cosas, como los estudios, el trabajo de Cat o sus amigos. Cat conoce a tanta gente que Carla siente un poco de envidia. Todo el mundo quiere a Cat. A todo el mundo le gusta Cat. Todos los tíos quieren enrollarse con Cat. Por supuesto, Carla no comprende que su amiga pase de todos ellos.

—Pero bueno, ¿qué porras buscas en un tío? —se atreve por fin a preguntarle, mientras mastica con ganas un sándwich mixto con lechuga, tomate, huevo duro, gambas y mayonesa de San Remo. El sándwich lleva el número veintiocho. Carla se ha propuesto probarlos todos, hasta el cuarenta y ocho.

—Algo como esto —dice Cat, seria, mostrando una enorme salchicha frankfurt que forma parte de su plato combinado número tres: hamburguesa con queso, beicon y huevo plancha, frankfurt y patatas fritas.

Carla se ríe y se lleva las manos a la boca.

—Estoy hablando en serio —dice; se pregunta si se habrá sonrojado. La manía que tiene Caterina de decir lo que se le viene a la cabeza sin importarle que sea una burrada ni que puedan oírla aún la avergüenza a veces.

Cat le da un mordisco a su salchicha y la devuelve al plato.

—En realidad no tiene nada que ver con el tamaño —confiesa—. Grande o pequeña, no me hace sentir más mujer.

Carla abre mucho los ojos.

—¿Has probado muchas? —pregunta, curiosa. Normalmente no hablan sobre la vida sexual de Caterina, y la duda la corroe como un cáncer.

—Qué va, si soy virgen —dice Cat.

Y lo dice de una forma tan convincente que Carla la cree sin vacilar.

—Yo también —confiesa a su vez.

Caterina la mira.

—¿No te has acostado con tu maravilloso príncipe de cuento de hadas? —se sorprende.

EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWISTWhere stories live. Discover now