Parte 14

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El último día del 96 se presenta frío y trae nieve. Caterina empieza a arrepentirse de haber hecho la promesa más tonta de su vida a eso de las ocho de la tarde, cuando termina de ponerse las medias y mira el vestido extendido sobre la cama, esperando a ser estrenado. Se va a congelar, como una idiota. ¿Y todo por qué razón? ¿Porque le apetece sentirse guapa esa noche, para complacer a su familia y a Carla, para impresionar a Javi, para llamar la atención de Fran? Algo no funciona, no debería seguir pensando en Fran; está con Javi, y se siente feliz al lado de su mecánico. Supone que los amores platónicos son así, que perviven en la memoria aunque en el plano físico se hayan sustituido por alguien real.

No puede estar enamorada de Fran de verdad, si ama a Javi. Y no duda de que ama a éste.

La noche de Navidad fue para ella el momento más incómodo de su vida: llegar a casa, enfrentarse a su padre, darle una explicación. Se moría de la vergüenza. Pero su padre se lo tomó muy bien, Cat no podía creer que el hombre fuera tan comprensivo en lo referente a esa situación.

—Creía que te gustaban las reuniones familiares, y que tenías buenos modales —le dijo el hombre cuando la vio entrar, sin moverse del sillón—. Nos has dado un plantón de órdago.

La cara de Caterina ardía de rubor. No se atrevió a mirar al hombre.

—Lo siento, papá —fue capaz de decir—. Supongo que te debo una explicación.

El hombre se levantó y fue a su encuentro.

—Te puedes ahorrar las explicaciones —dijo con seriedad—. Te recuerdo que esa gran imaginación tuya la has heredado de mí. Bien, creo saber por qué razón no has venido a dormir esta mañana, la verdad es que no has sido muy discreta.

—Papá... —su voz fue apenas un suspiro. Deseó que se abriera el suelo y se la tragara la tierra.

—Y tampoco tienes que buscar una mentira como excusa para satisfacer mi curiosidad de padre preocupado —le puso una mano en el hombro para que ella le mirase—. La próxima vez limítate a llamar por teléfono para avisarnos, y no empezaremos a comer una hora más tarde por esperarte en vano.

—¿No me vas a dar una charla moralista? —preguntó ella, sorprendida. Cuando alzó la cabeza, le vio sonreir.

—Gatita, tienes edad suficiente para hacer cierto tipo de cosas sin consultarme. Estás trabajando por elección tuya, el próximo año te irás a estudiar fuera y ya es tarde para sentarnos a hablar de las abejas y las flores. No creo que a estas alturas una charla, como tú dices, vaya a devolverte al buen camino, porque nunca te has desviado de él. Y yo no soy tan viejo ni tan cerrado como para no entender ciertas cosas.

—Jo, pa, macho, eres cojonudo —se le escapó a Caterina, antes de darse cuenta de que estaba hablando con su progenitor.

Él le dio una colleja sin fuerza.

—Pensándolo bien, soy lo suficientemente viejo como para que no me guste que me hables así —la reprendió, sin perder la sonrisa—. Pero te lo paso por esta vez.

Caterina le había abrazado.

—Papá, me siento muy feliz —le había confesado.

—Creo que toda la familia se siente muy feliz.

Cat había vuelto a ponerse como un tomate.

—Todos hemos pensado que tu falta de discreción era una buena señal.

—Buena señal —había repetido Cat, creyendo entender.

Y así se había hecho oficial: ella no había buscado la manera de ocultar que había dormido con Javi, y eso sólo podía significar que tenía una relación seria con él.

EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWISTजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें