El nuevo fichaje estrella del Manchester United ha llegado por fin, el defensa central top Lisandro Martínez consigue llegar al conjunto Red Devil con altas expectativas, y en compañía de su novia y hermana, pareciera que la vida le estuviera sonrie...
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Rhaegar daba pequeños brincos demostrando lo impaciente que estaba al andar esperando a que llegara su padre, al contrario Myrcella estaba entretenida con su libreta de dibujo plasmando sus ideas calmada.
— Ya mero llega papá? —desea el chiquillo saber cuando ve a su mamá llegar al cuarto.
Mar se sienta a un costado de la cama—. Me temo que va a llegar tarde —lanza como excusa para evitar desilusionar a su hijo pues en realidad empezaba a desconfiar de Lisandro cuando este ya se había tardado media hora.
— Ya no puedo esperar más!! —ansía Rhaegar.
La morena desvía su atención a su hija— qué haces, amor? —pregunta curiosa.
Myrcella responde sin alzar la mirada—. Dibujando.
— Ooh, ya veo —resalta Mar.
Al fin el argentino mensajea a Mar de que había llegado por lo que avisa a sus hijos de que empacaran sus cosas en sus mochilas mientras ella iba a recibir a Lisandro en la entrada. Una vez que abre la puerta, los ojos de ambos se conectan al instante reviviendo algunos recuerdos del pasado.
Lisandro es quien toma la palabra—. Hola, Mar. No sabes la alegría que tengo de verte —se le escapa decir haciendo sonrojar a la mexicana.
— Hola, Lisandro —se limita a responderle con cariño.
Este queda inconforme por cómo la morena se dirige hacia él. Entra al hogar de Mar con su permiso e intenta sacarle conversación—. Y los mellizos?
— Se están preparando. Como te tardaste, les dije que se podrían distraer en lo que aparecieras —responde cortante.
La actitud de Mar era algo que Lisandro no soportaba del todo. Por qué la mexicana actuaba enojada como si fuera él mismo el culpable de cómo sucedieron las cosas? Que no se supone que fue Mar quien se fue? Entonces, por qué el remordimiento?
Deseaba confrontarla con respecto aquello pero se dio cuenta que si lo hacía, podría empeorar las cosas con ella y no quería otra discusión por el resto del día. Lo que tenía en mente era pasar una tarde con sus hijos y Mar.
Para su suerte, Rhaegar es quien baja primero corriendo de las escaleras con precaución para saludar de su padre. Ambos comparten un tierno abrazo que los llena de felicidad por verse de nuevo—. Te extrañé, papá —revela el pequeñín.
— También yo, campeón —sonríe Lisandro despeinando a su hijo cuando rompen el abrazo—. Estás listo, Rhaegar?
— Siii!! —exclama dispuesto a ya irse—. Pero temo que tendremos que esperar más. Mi hermana aún ni empaca sus cosas —hace un puchero.
