Tocar fondo

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Noches de insomnio, que despiertan.

Es en esos momentos donde tu cuerpo no quiere descansar, que te pide algo. En mi caso, ahora mismo me pide expresarme. 

Estoy viviendo un suceso hasta ahora imperceptible por mi mente. Realmente, podría decir que he tocado fondo.

Cuando te encuentras en lo más oscuro de tu mente, te das cuenta de muchas cosas. Tantas heridas sin sanar, tantas falsas creencias, tantas carencias...

Realmente tocas fondo porque necesitas despertar en algún aspecto. Es como si la vida te estuviera advirtiendo de que has vuelto a dormirte, a despistarte. 

Realmente tocas fondo porque cualquier cosa te quiebra la voz, te humedece las pestañas, te hace temblar... Activa en ti tantas sensaciones incómodas e inusuales que necesitas actuar para cambiarlo.

Es como si tu mente te pidiera fuerza, en un momento en el que se te ha olvidado quién eras.

Cuando tocas fondo sientes que eres la oscuridad que ves, las palabras que te dices, el frío que sientes, y los pensamientos rumiantes que vagan una y otra vez por tu mente.

Al tocar fondo, no solo lo notas tú. Algo que me dice que hay algo más allá percatándose de tu sufrimiento.

Os voy a poner un ejemplo:

Hoy sobre las 18:00 de la tarde andaba por las estrechas calles de granada y el sol abrasaba cualquier ser que se atreviera a pisarlas. Suerte que me refrescaban las lágrimas de desesperanza que rozaban intermitentemente mis mejillas, hasta fundirse en las mismas. Cabizbaja, indiferente a cualquier estímulo que se interpusiera entre yo y mi destino, en uno de esos pasos más costosos que he dado en toda mi vida, me dio por levantar la mirada. Es entonces, cuando leo escrito en una fachada: "Si el universo no te necesitara, no estarías aquí". 

Esas palabras anónimas han revivido una esperanza en mí aparentemente invisible, pero existente. Simplemente un garabato pintado con rotulador del chino en un cutre portal me ha dado fuerzas para seguir mi camino. Y esa persona que escribió esas palabras, jamás sabrá que me salvó en cierto sentido. Pero lo hizo.

Y es que quizá ahí está el sentido del vivir. Transmitir lo cultivado en tu ser a cualquier persona capaz de percibirlo.

Minutos más tarde de que ocurriera esto me he montado en el Blablacar dispuesta a ir a mi ciudad a recordar quién era. Por supuesto, con la ayuda de las personas que más me quieren. No tenía ningún ánimo de subirme en el coche de un desconocido a hablar sobre lo alta que está la factura de la luz y la Guerra de Ucrania. 

Sin embargo, la vida ha vuelto a sorprenderme, y me ha puesto en el camino a Nacho.

El principio del viaje era cordial, pero conforme avanzaban los kilómetros, también lo hacía la profundidad de los temas que surgían. 

Hemos acabado hablando de sucesos traumáticos del otro durante horas, y nos hemos escuchado y aconsejado mutuamente como si de una amistad de años se tratara.

"Cómo no te vas a querer, si te quiero hasta yo y te conozco desde hace dos horas".

"Veo en ti una luz especial, y sé que vas a poder sacarla".

"Cuando lances tu primer libro, quiero un ejemplar dedicado para mí".

Jamás entenderé cómo la vida posee tal sabiduría de saber qué necesitas en cada momento para crecer como ser humano y ser espiritual.

¿Será energia? ¿Será destino? ¿Será casualidad?

Sea cual sea la respuesta, me calma saber que algo me protege constantemente. Y cuando realmente siento que no puedo más, siempre ocurre algo que me recuerda que sí puedo.

Confío en que siempre haya alguien tirando de la cuerda del pozo sin dejar que me hunda del todo. 

Pero sobretodo confío, en poder algún día salir del pozo yo misma, y poder, con orgullo y paz, saludar al sol con lágrimas de felicidad.


Un pedazo de mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora