Capítulo 5

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El silencio se instala en aquella espantosa cabaña y sus palabras se repiten en mi mente mientras la sonrisa de la bruja se agranda con malicia. El sonido de la vieja puerta estrellándose contra la pared nos obliga a desprendernos de los ojos de la otra para mirar hacia la entrada.

Pero debo volver mi vista enseguida a la vez que con un paso al costado esquivo un brillante objeto que cruza el aire y termina por clavarse en el rostro de la vieja mujer. Una flor negra y aparentemente metálica se encuentra en su frente, mientras que en el lado posterior de su cabeza se puede ver sobresalir la punta de aquella arma.

Tras volver la vista al frente siento mi corazón comenzar a correr en mi pecho de una manera rápida y dolorosa, porque la figura que se alza frente a mí es el ser negro del parque de diversiones, es el mismo de mi pesadilla.

Se adentra en la choza con suma lentitud, como degustando el terror que me provoca. El cuerpo de la vieja cae y es el sonido del peso muerto lo que me hace reaccionar antes que aquel ser logre tomar otra de esas cosas de mango en flor que lleva en su costado. Recorro velozmente el tramo que nos separa y me lanzo contra su pecho.

Su retroceso no evita que pueda saltar en el reflejo que genera la pulida y oscura armadura que ha quedado al descubierto tras su andrajosa capa.

Estoy del otro lado, lo sé cuando mi cuerpo se estrella contra un duro suelo y los síntomas del salto aparecen. Tardo en entender que la oscuridad no se ha pegado a mis ojos, ni que los mismos han quedado ciegos, sino que simplemente estoy en una absoluta oscuridad.

Libero un chillido al intentar incorporarme, son pocas las zonas donde no siento dolor. Cierro mis ojos buscando el hilo o cualquier cosa que me indique por dónde ir, pero lo único que me llega es el eco lejano de gotas al caer.

A medida que el frío abandona mis huesos el calor del lugar se comienza a volver insoportable. Hay una humedad atroz y el sudor lo siento resbalar por mi frente y espalda.

Con un brazo al frente y en cuclillas comienzo a avanzar, mas un suave sonido me hace poner alerta. Agudizo el oído y puedo escuchar otra respiración fuera de la mía. Hay alguien más aquí y sus movimientos sin duda me dicen que conoce el lugar.

—Eres como mi vieja yo —susurra una garganta con arena, que luego con otra voz agrega—: ¡Cariño, te ves fatal!

Lentamente una frase tras otra aparece en distintas voces, todas secundadas por su profundo eco. Y aún así no puedo identificar de dónde proviene la fuente de las mismas.

—¡Qué horribles ojos tienes! —grita con el tono de quien fue uno de mis compañeros de primaria, para pasar al de mi madre y agregar—: Estaré bien pronto, ya verás.

Mi corazón se aprieta porque reconozco aquella frase, es imposible que no lo haga cuando fue una de las últimas que me dijo en aquella sala de hospital. Pero a esa cosa no le importa, sigue socavando en mi pecho, abruma mi mente y vuelve más pesado el aire repitiendo cada cosa dolorosa que he escuchado a lo largo de mi vida.

—Señora, haga el favor. Vaya y espere en casa. Las denuncias de desaparición se pueden tomar recién...

No necesito terminar de escuchar aquello, siento la sangre hervir en mis venas y en mi estómago algo pesado se asienta cuando me incorporo. Quiero destrozarlo, ansío devorarlo y así desaparecer su existencia para sentirme tranquila.

Lo encuentro, está tan cerca que me parece estupido no haberlo notado antes. Lo atrapo y su cuerpo parece recubierto con una babasa que casi hace que se me escape cuando comienza a forcejear. Abro mi boca para morderlo mientras suplica en mil voces, pero solo logra que mi locura incremente, mas una potente luz me ciega a la vez que desconcierta momentáneamente.

Escucho como aquella arma corta el aire y el cuerpo en mis manos para su forcejeo al instante. Es esa cosa, está aquí, tengo que huir, pero un golpe llega con fuerza a mi cabeza y siento la caliente sangre brotar mientras caigo al piso.

—Contrólate, no me sirves transformada —suelta y descubro que es la voz de un hombre.

Mi cuerpo no responde, y comienzo a sentir cómo me arrastra sin cuidado hacia algún lugar desconocido. Como una bombilla a punto de quemarse mi conciencia aparece y desaparece, no comprendo cuánto tiempo hay entre un intervalo y otro.

Me trae de nuevo el fuerte impacto de mi cuerpo contra una pared, mas no necesito intentar incorporarme ya que aquel tipo me toma por el cabello para levantar mi cabeza.

—Vamos, mierdecita, despierta de una puta vez —dice mientras da palmadas en mi rostro con su pesada mano.

Mis ojos se sienten como viejas alicantinas, mas me fuerzo a abrirlos para mirar dónde demonios estoy. Lo primero que logro distinguir son las ruinas, de lo que aparentemente fue una edificación, bañados por una horrenda luz rojiza.

—Oye, no te desconcentres —suelta mientras zamarrea mi cabeza, la cual parece querer partirse en dos—. ¿Dónde está la otra?

—No sé de qué...

Me interrumpe mientras saca uno de esos claveles metálicos de una especie de caja en su costado.

—No me estás entendiendo, pequeña mierda. ¡Así que vamos de vuelta! ¿Dónde está el otro espejo?

Sus ojos están escondidos tras la máscara de escamas y, aún así, puedo ver cuán furioso está por mi falta de respuesta. Pero, tras observarme fijamente, exhala para luego enterrar la brillante flor en mi muslo. Rompo mi garganta en un grito, pero tapa mi boca con su enguantada mano que hacía instantes estaba sosteniendo mi cabello.

—¿De verdad te duele? ¿Puedes sentirlo? ¿Eh? ¡¿Siquiera puedes, puto monstruo?!

Entonces lo noto, puedo sentir la sangre deslizándose de la herida y no sé si es a causa de esta extraña rabia que me surge cuando me llama monstruo o qué, pero realmente no duele, no adentro. Incluso solo siento un poco de impresión cuando me apuñala nuevamente.

—Es obvio, no puedes imitar lo que nunca has visto —dice mientras vuelve a tirar de mi cabello, levantando mi rostro y haciéndolo quedar cerca del suyo—, pero todavía no lo entiendes ¿verdad? Voy a preguntar directamente. ¿Dónde han escondido el Malus? Si no dices nada te mataré aquí mismo. Eso sí que lo puedes entender ¿no?

Malus, manzana en latín, pero ni siquiera sé si realmente está preguntando sobre esto y con mi mente como sedada pensar se vuelve cada vez más dificultoso. Algo internamente me dice que esa pregunta está relacionada con Eva y de ser así prefiero morir aquí a decirle cualquier cosa que ponga a mi hermana al alcance de este enfermo.

Cierro los ojos a la espera de mi destino, mas el sonido como de pequeñas campanas me hace volver a abrirlos. El tipo estrella mi cabeza contra en frío piso antes de alejarse unos pasos para dejar aparecer un extraño humo que queda suspendido en el aire donde otro sujeto con vestimentas similares aparece.

Aprovecho para mirar en busca de una forma para salir de allí.

El techo ha caído casi en su totalidad, mientras que los muros que quedan deben tener solamente la mitad de lo que alguna vez fue su altura. La noche con una luna de sangre tiñe todo aquel destrozado lugar en lo que parece una calurosa noche de verano, e ilumina el piso con baldosas en espiga que forman quebradizas líneas en blanco y negro hacia un hueco por el que creo poder pasar a gachas. Comienzo a arrastrarme cuando veo que la conversación sube de tono en un idioma que no me suena de nada.

Otra vez aparece el sonido de campanas de viento, resuena y una otra nube negra aparece donde asoma un hombre que, con el rostro descubierto, sonríe alegremente e irrumpe con una sola frase.

—¡La encontré, Ladón! ¡Encontré a aquella que da vida!

Reconozco de inmediato el cuerpo tirado detrás del hombre, todavía llevaba el celeste abrigo de la última vez que la vi.

Del otro ladoWhere stories live. Discover now