Capítulo 2 - Espera

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A la mañana siguiente Ada se preparó para ir a ver las semillas. Observó por la ventana expectante para confirmar de alguna forma los cambios que podrían haber ocurrido.

Nada ha cambiado — se dijo después de confirmar que los montículos de tierra seguían igual al día anterior. 

¿Cuándo sabremos en qué se convertirán? — se preguntó con un aire de frustración.

Tras la observación, caminó algo decepcionada a buscar agua en el mismo balde que había usado su padre el día anterior. Mientras caminaba pensaba todo el tiempo en cuál sería la razón por la que estas semillas aún no se convertían en algo distinto. No podía soportar que demoraran tanto en mostrar algunos de los cambios, necesitaba saber. Llegó a una llave de agua que había en las cercanías y procedió a llenar el balde. Mientras esto ocurría, su mente se llenaba de preguntas que no podía responder fácilmente haciendo que la realidad se le pasara por en frente sin percatarse de cómo fluía. Aún así, siguió cuestionando. 

¿Será que hay algo mal en estas semillas? ¿Debería haberlas regado incluso en la noche? ¿O es que el cambio fue en la noche y yo no me he percatado? — se decía internamente mientras el balde se rebalsaba de agua. 

Su padre no le había dado muchas instrucciones respecto de cada uno de los cuidados, y su mente funcionaba de manera intensa mostrándole más y más dudas del proceso. No había tiempo para ese descanso intelectual. La niñez es una etapa de nuestras vidas en donde muchas cosas parecen extremas y este podía ser uno de esos momentos para Ada. Las preguntas desbordaban su cabeza con emociones que la podían hacer pasar de la alegría a la desazón, paseándose más de una vez incluso por la culpa. Sentía en su interior el miedo a posiblemente haber hecho algo mal, pero no sabía qué podría ser. Dando un pequeño respingo se percató de que el balde estaba lleno y el agua llevaba desbordándose un buen rato del recipiente. Cerró la llave y dejó caer un poco del agua del exceso. Caminó hacia el patio para dirigirse a regar las semillas. 

¿Y si he hecho algo mal? — se repitió nuevamente buscando alguna explicación que le permitiera entender lo que ocurría, o más bien, lo que no ocurría.

Al llegar al jardín, revisó el suelo que rodeaba los tres montículos de tierra. Todo se mantenía prácticamente igual, y lo único que notó era algo de sequedad en el suelo, así que procedió a humedecer el terreno con el agua que había traído. Lo hizo con la mayor delicadeza que pudo, ya que después de todo una persona de 5 años de edad tiene conocimiento de que las cosas tratadas de esta manera tienden a funcionar mejor, o a lo menos así parecía que funcionaba "la manera de disminuir los errores".  Procuró no mover mucho la tierra al regar e inspeccionó con mas detalles los pequeños montículos frente a sus ojos. Tuvo una intensa necesidad de abrir la tierra para ver si habían avances, pero también sabía que eso podría afectar lo que pasaría. La curiosidad la corroía internamente de una manera que casi no controlaba, pero sabía  de alguna forma que debía esperar.  Siguió dando vueltas en sus pensamientos y su mirada pasó por algunos insectos que caminaban en los alrededores. No parecían afectar a sus semillas, así que no les dio gran importancia y se sentó junto a los tres pequeños montes, sin dejar de pensar. 

Decidió quedarse a observar todo el tiempo que fuera posible, así que se alistó e hizo guardia a en sus cercanías. No fue una tarea fácil. Después de un rato de espera, su corta edad parecía exigirle un cambio de ritmo, algo que mostrara una diferencia ante tanta monotonía. Esperó un momento recostada al lado de sus semillas, pero tuvo que ir a dar unas vueltas a su casa para poner el tiempo a su favor y hacer que avanzara con más rapidez. Al final de cada paseo terminaba recostada en el suelo junto a los pequeños montes, mirándolos sin poder evitar que pensar que lo consideraba aburrido, sin sentido. Pero aún así lo hacía, eran demasiadas las preguntas que volaban en su mente y la curiosidad por saber qué ocurriría era constante. Se movía cada vez más impaciente mientras los minutos pasaban. Para un adulto esto no correspondía a más de una hora o dos, pero para ella parecían días, días de constante espera y tan pocas respuestas que no sabía qué hacer. Las semillas no se convertían en nada y su paciencia se agotaba. 

El Origen de las PalomasWhere stories live. Discover now