Me quedé en silencio.

Tal vez en esa parte mi mamá tenía razón. Se me había dado una oportunidad que demasiada gente quiere y que incluso muchos luchan con sudor y sangre para obtenerla, pero yo ya la tengo y la rechazo.

—¿Y Frederick?, ¿Se quedará aquí?

Frederick es mi mejor amigo. Lo conozco desde que éramos niños y prácticamente nos criamos juntos. Es como mi hermano menor y tiene un lugar especial en mi corazón. Además, es el único que comprende mis pendejadas de siempre. Sin él, ¿Quién será mi compañero de locuras?

—No .—Negó mamá —. A él le dieron una beca para otro instituto.

¿En serio?

—¿Otro instituto?

—New York High School .—Respondió—. Es un colegio como Rumania High School, pero está en Estados Unidos y es enemigo de tu escuela.

Agrandé mis ojos con sorpresa.

—¿Cómo?

—Ya entenderás cuando llegues allá. —Movió su mano con desinterés—. Pero, dime, ¿Irás ahora sí?

Pensé en mis amigos de aquí. Eso tontos me entienden como no tienen idea y no sé si pueda convivir con otra clase de chicos en Rumania. De hecho, he vivido en Canadá desde que tengo memoria y no sabría cómo adaptarme a otro sitio, sin embargo trataré de hacer el intento, al menos por mi mamá y mi papá.

Suspiré con resignación. ¿Para qué me negaba? De todos modos no tenía opción y esa mujer puede ser tan insistente que aturde.

—Está bien, voy a ir. —Sentí mi orgullo caerse por los suelos, pero no mencioné nada sobre eso y crucé mis brazos.

La sonrisa volvió al rostro de mi mamá. Estaba tan feliz como antes o incluso más. Me abrazó de lado y casi se tira encima de mí debido a la emoción.

—¡Eso es grandioso!

Le devolví el gesto, imaginándome lo triste que será dejar a mis padres durante un año entero. Aun así, planeo llamarlos todos los días y preguntar por ellos, si es que la diferencia de horarios no impide nada.

Tuve una conversación con mi madre también acerca de eso. Después de dos horas, llegó mi papá a casa con algunas prendas de ropa que me compró para esta nueva etapa en mi vida.

Sin pensarlo, ya era el día en dónde me tenía que ir. Frederick y yo estábamos en el aeropuerto, siendo despedidos por nuestros padres, su hermana mayor y amigos del colegio. Teníamos unas cuantas amistades en común y mis primos que de una u otra manera se llevan con Frederick.

Los respectivos vuelos salían a la misma hora, pero ambos con un destino diferente.

Nos terminamos de despedir y así pudimos alejarnos un poco de nuestros familiares y seres queridos que nos deseaban las mejores de las suertes. Fuimos a la sala de espera y nos quedamos ahí hasta el llamado de los vuelos.

En ese tiempo no pude parar de pensar en la que sería mi escuela en unas horas. Rumania High School no es un colegio resiente. El instituto y el plantel tienen unos años en pie y es considerado de los mejores, pero muchas personas dicen que esa escuela y sus alumnos son extraños, no solo porque se conoce muy poco sobre ellos, sino también por el lugar en donde está ubicado.

Todos tenemos claro que Rumania es un país hermoso que se lo resumiría fácilmente en flora y fauna pura, sin embargo se dice que el instituto está en un punto específico entre el bosque y el pueblo, lo cual me asusta un poco. Pero bueno, solo son cosas que he leído y no sé si sean ciertas, después de todo lo saqué de artículos raros de internet que me he encontrado dentro de páginas ocultas en lo más profundo de Google.

Entre cuento y cuento al fin avisaron que los vuelos a Rumanía y New York estaban esperando, por lo que Frederick y yo rápidamente nos levantamos y caminamos hacia afuera.

El avión era enorme y ancho. Casi no había gente esperando por él, lo que me hizo caer en cuenta que al parecer viajaré prácticamente sola.

—Te voy a extrañar, Ivanna.

Frederick me abrazó repentinamente, mientras pequeñas y húmedas lágrimas resbalan por sus mejillas y se impregnaban en mi camisa.

Me sorprendí al sentir su gesto. Muy pocas veces él me abrazaba o se mostraba afectuoso, siempre solía ser un mocoso que no hacía más que molestar, pero ahora entendía su sentimiento o por qué hacía esto. Sonreí y solo sólo opté por darle tres palmaditas en su espalda.

No soy tan sentimental, en las únicas ocasiones que lloro es cuando en las películas se mueren los perritos.

—Yo también, Fred. —Esta vez acaricié su cabello y solté una pequeña risa cuando lo oí sollozar más fuerte, como si hubiera muerto algún personaje de su anime favorito.

Rompimos el abrazo y pasé mis dedos por sus ojos rasgados, secándole las lágrimas que no paraban de salir y brindándole una sonrisa tranquilizadora.

—Quisiera ser tan fuerte como tú en estos momentos. —Sollozaba como niño pequeño.

—Frederick, sabes bien que no lloro. Lo único que me hace llorar es ver la muerte de un perrito. —Toqué mi pecho, con pena falsa—. Pobre animalito.

Cubrí mi cara con mis manos, fingiendo llorar. Recibí un empujón por parte de Frederick, quien ahora reía mientras se pasaba las manos por su rostro, secándose la humedad que había quedado en sus mejillas.

No me gustaba verlo triste, por eso cuando está desanimado, hago todo para ver esa sonrisa nuevamente.
 
—Creo que ya me tengo que ir. —Miró en dirección al avión, donde la mayoría de las personas ya estaban abordo.

Entrecerré mis ojos y me acerqué un poco más, apuntándolo con mi dedo índice.

—¿Llevas el abrigo para el frío? .—Él asintió—. ¿Gorro? .—Asintió otra vez—. ¿Guantes?

—Sip.

—¿Tus vitaminas por si te mareas?

—Siempre.

—¿Tu cámara para enviarme fotos de la Estatua de la Libertad?

—Obviamente. —Rió.

—Y lo más importante... ¿Una foto para recordar a tu mejor amiga? .—Pregunté, frunciendo mi ceño.

Él soltó otra risa—. Sí, llevo todo, mamá.

El apodo me hizo rodar los ojos. Es verdad que a veces soy un poco sobre protectora con él, pero sólo lo hago por cuidarlo y porque nuestros padres me dejaron a cargo a mí cuando ninguno de ellos está para mandarnos.

—¡Todos arriba! .—Llamaba el piloto de mi vuelo.

—Bueno, ya me voy. —Le revolví el cabello y corrí al avión con rapidez. Me giré una última vez hacia Frederick y meneé mi mano de un lado a otro en señal de despedida.

—¡Te quiero! .—Exclamó desde la distancia.

—¡Yo también me quiero! .—La expresión alegre de su cara cambió y fue reemplazada por una mueca de disgusto.

Reí con ganas y negué.

—¡Es broma! .—Recalqué—. ¡También te quiero!

Sonreí al ver su sonrisa, después me subí a mi avión y él al suyo.

Le entregué mi mochila a un señor y me senté a un costado de la ventana. Suspiré y miré hacia afuera, donde Frederick estaba esperando que terminen de guardar su equipaje mientras hacía una especie de baile de despedida. Reí y así mi avión despegó.

Expulsé otro suspiro y me acomodé mejor.

Que comience la bendita aventura.

Rumania High SchoolWhere stories live. Discover now