Imité su acción y ella gruñó deseosa sobre mi boca, ambas comenzamos a mover nuestros dedos al mismo ritmo, mirándonos a los ojos, nuestros alientos encontrándose en el camino y seguramente nuestro corazones haciendo una maratón de lo rápido que iban.

Poché besaba mis clavículas y yo clavaba mis uñas en su espalda, excitandome cada vez más al sentir su humedad creciendo más y más, empapando mis dedos y su interior más resbaladizo.

Su rostro reflejaba el placer que estaba recibiendo de mis dedos y eso me fascinaba. Pegué mi frente a la suya con los labios abiertos soltando gemidos, nuestros alientos mezclándose.

Ella estaba causando un infierno dentro de mi.

El sudor nos recorría el cuerpo, nuestras bocas colisionaban con frenesí, nuestros cuerpos se unían y se hablaban sin palabras, solo con gemidos y jadeos, susurros sucios y lametones en la piel de la otra.

— Joder, voy a correrme. — Gemí moviendo mis caderas con más fuerza.

Poché no dijo nada, solo me vio con mirada abrasadora, sus dedos implacables, clavando sus uñas en mi espalda baja mientras gruñía de placer al recibir estímulo en su clítoris hinchado, para luego meter mis dedos en su interior.

— Dani... — Murmuró desesperada, gimiendo en mi boca.

Entonces lo sentí, un fuego placentero que se formó en mi vientre simplemente bajó por todas mis piernas haciéndolas temblar, solté un gemido ronco llegando al éxtasis viendo el rostro contraído de Poché al correrse también.

Pero no fue suficiente, fuimos por un segundo orgasmo.

Poché y yo llegamos a la cima viéndonos a los ojos y besándonos con amor, con un suspiro extasiado y respiración errática para después abrazarnos con delicadeza, cómo si así sellabamos lo que ambas estábamos percibiendo en ese instante.

Para mí no solo fue sexo, está vez hubo algo más y eso me hacía sentir plena.

— ¿Estás bien?— Preguntó con media sonrisa.

— Mejor que nunca. — Afirmé uniendo mi frente a la suya.

Poché sonrió y apartó mechones de mi cara, acarició mi mentón con sus nudillos.

— Eres preciosa. — Murmuré pérdida en sus ojos.

— Y tú eres la luna en un atardecer. — Halagó haciéndome sonreír.

Besé a mi prometida otra vez y ella correspondió el beso, echando mi cabello hacia mi espalda.

Me hizo hacia atrás sin dejar de besarme y se puso de rodillas para ponernos de pie, totalmente desnudas me trajo hacia su cuerpo y mis vellos se erizaron.

La miré y sus ojos eran oscuros, dos ardientes bolas de fuego y deseo, por alguna razón sentí que su mirada me caló hasta el alma, provocando cómo si otra persona habitará en mi.

Algo cambió de pronto y eso me estaba fascinando.

— Il mio focoso tenente...«Mi ardiente teniente...»— Musitó con voz deseosa.

— Mio insaziabile diavolessa... Sei tornato da me. «Mi insaciable diabla... Has vuelto a mi»— Respondí con una sonrisa seductora.

Ella sonrió de una forma que me desarmó, mi corazón se doblegó ante ella con una sonrisa perversa y pudiente que adornó su rostro el cual he recorrido con mis ojos durante años, una vida y esta en la cual chocamos otra vez.

— Eres mía. — Afirmó, enredando su brazo en mi cintura y alzarme para lanzarme a la cama con delicadeza.

Sus manos me pegaron a su cuerpo apretando mis nalgas, su nariz recorrió mi clavícula, suspirando.

Así coincidimos || TerminadaWhere stories live. Discover now