11| La vida.

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—¡Buenos días! —saludó una mujer apenas la campanilla que estaba colgada sobre la puerta sonó anunciando nuestra entrada.
—¿Qué tal va todo? —inquirió.
—Son los primeros clientes del día. —le sonrió, y después volteó a verme—. Vienes acompañado de una muchachita, muy bella.
—Soy afortunado. —sonrió—. Clara, ella es Seshat.
—Un gustó linda. —miré a Britain, él cual ya me veía y voltee a ver a la mujer después, sonreí sin despegar los labios, muy tímida—. Siéntense, no pensaran quedarse ahí parados todo el día.
—Las damas primero. —hizo un ademán con las manos, señalando una de las mesas—. Déjame ayudarte.
Murmuró sacando la silla para atrás, para que me pudiera sentar, después se sentó en la silla frente a mí.
—¿Qué les ofrezco? —se acercó con una pequeña libreta y un bolígrafo.
—Hum —apreté los labios al notar que me veían, esperando que pidiera primero—. ¿Cuál es el menú?
—¡Claro, lo olvidaba! —río—. Bueno linda, para el desayuno tengo huevos a la mexicana con espinacas, beignets, enfrijoladas, chilaquiles, enchiladas, sopes de picadillo, pollo y chorizo, tinga de pollo con arroz, hamburguesas, ensaladas, pan de plátano, sincronizadas, hotcakes de avena…
—Hotcakes de avena. —la corte, hablaba tan rápido que solo entendí la mitad de lo que dijo, además de que jamás había escuchado de los platillos que pronunciaba.
—Hotcakes de avena. —repitió anotando en la libreta—. ¿De tomar?
—Me gustaría un licuado de fresa. —pedí dudosa.
—Lo de siempre. —dijo después Britain y ella asintió entendiendo.
—Enseguida los atendemos. —se retiró.
—¿Aquí venden comida mexicana no es así? —inquirí torpemente en un murmuró.
—Creí que sería obvio por la decoración tan colorida. —respondió en un murmuró también.
Analicé con los ojos moviéndose de un lado a otro, era cierto, no lo había notado, incluso la mesa tenía como servilletero un molcajete.
—¿Visitas seguido el establecimiento?
—Sí. —asintió al mismo tiempo que contestaba—. Es uno de mis lugares favoritos del pueblo desde siempre, estar sentado aquí y degustar los platillos de la señora Clara, me hacen sentir en casa.
—Entonces debe tener muy buena mano.
—La tiene. —aseguró—. Mi madre mataría por tener su sazón.
Mis labios se curvaron en una media sonrisa, una fugaz, que desvaneció enseguida. Bajé la mirada al mantel, mis manos estaban sobre la masa, entrelazadas jugando con mis dedos.
Tragué saliva, de nuevo sintiendo ese pequeño dolor y levanté la mirada para ver que me veía, no tenía ninguna expresión plasmada en su rostro, pero sus ojos decían todo.
—¿No estás enojado conmigo?
—¿Debería? —ambos nos quedamos en silenció, escuchando el ruidoso sonido de la lluvia que caía afuera, que seguramente ya no era una simple llovizna—. Debo pedirte una disculpa.
—¿Qué?
—No estoy de su lado, la conozco y se que para que tú reaccionarias así, debió haber una acción detrás, pero debes reconocer que la violencia no es una salida, por eso insistí en que te disculparas con ella, y después le pediría a ella que hiciera lo mismo. —tomo una bocanada de aire y siguió—. : Quería lo correcto, y se que en el fondo sabes que estuvo mal, para la próxima solo suelta una bofetada y date la vuelta, no le des razones para llenarse la boca y tener de que hablar, no te saca de salvaje, y va diciéndole aquello a todos.
Infle mis mejillas y asentí varias veces en señal de aceptación.
—Se que me equivoqué. —dije—. Le pediré disculpas después.
—No actúes por impulso. —aconsejó—. Y yo no podría molestarme contigo, sólo tienes que mirarme con esos ojos y siempre voy a ir detrás de tí, sin importar lo que hagas.
—¡Ya está aquí! —se pronunció llegando con una charola de comida en las manos, en platos distintos.
Puso los hotcakes de avena frente a mí, y también un tazón de miel para acompañarlos, sin olvidar el licuado de fresa. Lo de Britain, era una taza de café y un raro platillo que en la vida había visto.
—¡Provecho!
—¡Gracias! —contestamos al unisono.
—¿Qué es eso? —quise saber cuando estuvimos solos de nuevo.
—Son, gorditas de chicharrón. —lo dijo con acento divertido—. ¿Quieres?
—No, se ven raras. —arrugue la nariz y le di un sorbo al licuado.
—El caviar es asqueroso y tiene una apariencia igual de asquerosa, esto no se ve tan mal. —señaló el platillo con los ojos.
—No, pero…
—Dale una mordida, te gustará. —invitó acernado el plato a mí lado—. Muerde.
Me incito una vez más, no podía negarme o más bien, quería terminar de hacerlo para que dejara de verme como lo hacía.
—Bien. —inhale antes de tomar la redonda de maíz entre mis manos y llevarla a mi paladar, dándole una mordida. —. Hum.
Entre cerré los ojos sintiendo la mezcla de sabores y después lo abrí grandes, asintiendo varias veces.
—No digas nada, se que te gustó.
La televisión de plasma enorme que tenían en el centro colgada por lo alto en una pared se encendió, pasando una película Disney, Aristogatos, estábamos tan entretenidos con ella que parecía que estábamos en nuestra casa.
Recuerdo el día que lo conocí, tan amable como siempre es, y divagando de películas animadas con alguien que apenas había conocido, ahora lamentaba no prestarle atención, y si tenía otra oportunidad para escucharlo hablar sobre sus cosas favoritas, sería toda oídos.
Pasando la hora y media que duraba la película, al salir los creditos, lo miré por el rabillo del ojo, sorbiendo de su taza de café, ya había aceptado que era guapísimo y un jodido sueño.
—¿Qué? —despegó sus labios de la taza de porcelana viéndome de reojo.
Mis mejillas ardieron, y lo primero que hice fue desviar la mirada de nuevo a la televisión.
—¿Nos vamos? —inquirió—. Hay que pagar, espera.
Se levantó y fue directo a la cocina, debía tener una muy buena relación con los dueños para tener esa confianza.
Minutos después salió, pero acompañado por la señora Clara, su lugar estaba casi solitario, a excepción de nosotros y un trío de policías que habían llegado a desayunar.
—Espero verte de nuevo —me dijo con una sonrisa—. Y espero que tú la traigas de nuevo.
Esta vez miro a Britain, le dió un codazo de complicidad y él asintió divertido.
—Vayan con cuidado, las aguas se dejaron venir fuertes. —nos acompaño hasta la puerta—. Recuerden volver.
Dijo por último, entregándole un paraguas, Britain la abrió y se acercó a mí, al salir todo parecía borroso, con la lluvia todo se veía opaco. Corrimos hasta el auto, él rubio abrió la puerta y espero a que entrará para después cerrarla, rodeo el auto y entro también, se había mojado un poco, espero para cerrar la sombrilla afuera y no fuera difícil meterla abierta.
—Espero no necesitar de tu jarabe después. —metió las llaves para encender el auto—. ¿Olvidamos algo?
—No que yo sepa.
—Bien.
Avanzó, escuchaba el ruido de las llantas pasar por los charcos de agua, llevándome a imaginar niños saltando sobre ellos y divirtiéndose, el agua que caía ferozmente sobre el vidrio frontal y los parabrisas le evitaban empañarlo.
—Britain… —enfoque mi mirada en su perfil—. ¿Por qué Sisy?
—No soy bueno poniendo apodos, pero Sisy es lindo —pude ver una sonrisa torcida aparecer—. Aunque yo preferiría llamarte de otro modo.
—¿Y cómo? —quise saber, pero él se limitó a reír suavemente sin borrar la misma sonrisa en sus labios.
—Esta canción es genial —había prendido la radio, en la estación pasaba Chicago de Michael Jackson—. When I held her near she would tell me how she feels, it felt so real to me. This girl, she had to be an angel sent from heaven just for me.
Canto eufóricamente, moviendo la cabeza de un lado a otro, parecía de verdad disfrutarlo.
—She said she didn't have no man, raised the kids the very best she can…
—She was lovin' me. —le hice coro y sonrió viéndome unos segundos de reojo.
—She told me she was all alone, sad at home, she didn't have no phone.
—She was wantin' me.
Y de un momento a otro, nuestras voces se hicieron una, cantando con una sonrisa y lo más fuerte que podíamos. Eso hasta que terminó la canción, y esperábamos por ver que otra canción se reproducía.
Mis ojos se abrieron al igual que mi boca, sacaba brillo por la mirada, Shinunoga E–Wa de Fujii Kaze, mi canción favorita.
Él rubio no compartía mi emoción, pero se divertía con la expresión de mi rostro.
Yo cantaba y él escuchaba, no entendía nada de la letra, por el idioma en japonés, a excepción de las pequeñas partes donde se incluía el inglés.
Pude tomar aire cuando la canción termino y comenzó otra que ninguno de los dos parecía conocer, pero tenía un buen ritmo.
—No sabía que hablabas chino.
—Es japonés. —le corregí—. Es la mejor canción del mundo.
Guardé silencio al sentir que había detenido el auto, lo miré y el me miró.
—¿Qué? —quise saber, sólo tomó el paraguas y salió del auto dejándome dentro sin saber que pasaba.
Fue hasta la parte trasera, y se inclinaba para ver que pasaba, segundos después volvió a entrar al auto.
—Una de las llantas se quedó sin aire, supongo que se tuvo que perforar con algo en el caminó.
Sacó su celular del bolsillo e intento hacer una llamada, cosa que parecía haber resultado inútil.
—No hay señal. —murmuró viendo la pantalla.
—¿Qué hacemos?
Nos quedamos en silenció un buen rato, decidimos bajar la palanca de los asientos para estar más cómodos, viendo el techo del auto mientras estábamos recostados.
No podíamos salir, y no teníamos nada que hacer. El silenció que nos envolvía ya no me parecía incómodo, de echo era bastante cómodo. Pero Britain, lo rompió.
—Hablame de tí. —pidió.
—¿Qué quieres saber? —se quedó pensando.
—Me gustaría saber todo, podrías empezar por los pequeños detalles, cómo tú color favorito.
—El amarillo. —respondí enseguida—. ¿Y cuál es el tuyo?
—El verde. ¿Tú actor favorito?
—Sam Claflin.
—Es bueno, su muerte en Los juegos del hambre: Sinsajo, parte 2 me dejó en shock, no merecía morir.
—¡Lo sé! —levanté las manos en el aire con molestia—. No pudo ser feliz.
—Y no puede ser feliz en la mayoría de sus papeles, termina muerto casi en todas.
Se burló.
—Antes de ti es mala, tenía la posibilidad de seguir y ser feliz, pero decidió morir.
Me quejé de lo más molesta.
—Yo no pienso que sea mala. No quería arrastrarla con él, aunque viviera muy en el fondo, sería infeliz, incluso amando a Louisa. ¿Sería mejor que viviera y estubiera acomplejado la mayoría del tiempo por no poder compartir momentos con la mujer que ama solo por su discapacidad?
—Louisa lo amaba, a ella no le importaba nada de eso.
—Lo amaba, pero él la amaba más. —atacó—. Yo entiendo a Will. ¿Seshat?
—¿Sí?
—¿A qué le tienes miedo? —no veía venir esa pregunta, así que me quedé analizando, incluso cuando no tenía nada que analizar.
—Antes pensaba que me atemorizaba la soledad. —respondí insegura—. Ahora no estoy segura, quizá le temo a la vida.
—¿Por qué a la vida? —inquirió confundido.
—Mis padres fallecieron en un accidente automovilístico, meses atrás, ese día, yo estaba con ellos en el auto, rara vez discutían, pero esa fue una de esas veces, estaban tan cegados con el enojo que no les importaba lo que pasará alrededor, entonces chocamos. —me detuve para tragar saliva—. Estuve en coma por dos meses, para cuando desperté, solo quedaba darme la noticia de que ellos ya no estaban, entre en shock, no podía creerlo. Era irreal, incluso sentía que estaba en otra realidad, creía que había muerto, y me sentía muerta, perdí a las personas que me vieron nacer, y yo no pude estar presente para despedirlos. Mi hermano acababa de casarse, y yo no quería ser una carga para él, entonces preferí quedarme con mis abuelos, intentaban ayudarme con terapia, regalos y demas cosas, pero yo tenía un sentimiento de perdida que no se esfumaba con nada, entonces caí en cuenta de que me atemorizaba la vida, solo me preguntaba, ¿Qué pasará mañana? ¿Y si no hay un mañana? Desde la noche a la mañana, vivo con miedo de perder a alguien más, de perderme a mí y no saber que pasa después.
—Siento lo de tus padres. Pero… debes saber, que el tiempo disfrutado, es el verdadero tiempo vivido, y apuesto que en vida, tus padres estuvieron llenos de momentos de gozo. Sigues aquí, te veo, puedo verte y te aseguró que sigues en este mundo, porque tienes algún propósito, porque todavía tienes que luchar, reír, llorar, avanzar, y crecer. Sisy, estás preocupada por lo que fue, y lo que será, somos una vez en la vida, un instante, un aliento, una brisa de aire. Lo mejor que puedes hacer para honrar a tus padres y dejarlos descansar, es vivir. Y sobre la soledad, jamás estarás sola, porque existen personas que te seguirían hasta el último latido de su corazón…
Volteamos a vernos al mismo tiempo, buscándonos con la mirada el uno al otro, y podría ser estúpido, o incluso algo cursi, pero deje de escuchar el bullicio de la lluvia, somos él y yo, no hay más y nunca se sintió tan bien compartir un instante con alguien.
—Yo por ejemplo. —dijo por último.

Inefable | Britain Dalton Where stories live. Discover now