09| Frío.

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De pie, con los brazos cruzados y recargada en el marco de la ventana. El día se veía muerto, triste, de color gris,  como la sudadera que llevaba en ese momento.
Caía una pequeña llovizna, pero las personas se movían de un lado a otro trabajando de todos modos.
Decidí ir a las oficinas para ver que tareas me tocaban.
Al bajar las escaleras y pasar los pasillos, no me encontré con nadie, tampoco había ruido, era un silenció nada cálido. Subí el gorro de la sudadera apenas estuve afuera, con el helado viendo viniendo de frente, metí el resto de mis manos que sobresalían dentro de las mangas y corrí unos metros hasta las oficinas.
Apenas abrí la puerta, sentí calidez, me abracé a mi misma hasta la recepción.
—Hola —saludé a la mujer—. Seshat Finlay.
Me nombre para que ella pudiera buscarme en la lista.
—Son las 7 de la mañana, señorita. —me dijo antes de empezar a teclear en la computadora para buscarme.
—Sí, lo sé. —infle las mejillas.
—Debería estar activa desde temprano, ¿Lo sabe? —me miró y asentí—. Te tocaba cuidar a un rebaño de 25 borregos en los pastizales, pero ya lo hizo alguien más.
¿Entonces tenía el resto del día libre?
Sonreí de solo pensarlo, pero ella tenía algo más para decir.
—:Hay tractores sucios esperando a que los laven, no pierdas más el tiempo. —me dedicó una última mirada no muy amigable y regresó su mirada al portátil.
Gire sobre mis talones para retirarme de la oficina, se había portado grosera y no solo por la forma en la que había estado mirándome, hablaba a secas, tal cual mi presencia le arruinara el día.
Le había dado la vuelta a la granja para llegar hasta donde tenían tractores estacionados y completamente sucios.
Tenían tinas llenas de agua, al lado de cada tractor, una cubeta, esponjas grandes y escobas. Metí la punta de mis dedos al agua en la tina y la saqué al instante, por supuesto, nada caliente.
Inhale antes de agarrar la cubeta y meterla para llenarla de agua.
—¿Para qué lavarlos si van a volver a ensuciarse? —inquirí para mí misma.
¿Por dónde se supone que debería empezar? Esa cosa es terriblemente enorme.
—Porque mejora su potencia considerablemente, Finlay. —contestó a la anterior pregunta.
Era Ben, recargado en el tractor que apenas empezaría a limpiar. No esperaba una respuesta, y menos de él, era un don que al parecer tenía para aparecer de la nada. Después de solo verlo, él sonrió.
—Vas a coger un resfriado, ¿Por qué no usas guantes? —me fui a la parte trasera para empezar a limpiar por ahí, e ignorarlo, pero siguió mis pasos—. Es un buen consejo, no deberías ignorarlo.
—¿Por qué no solo te vas? —inquirí un tanto molesta, soltando la cubeta de golpe haciendo que saliera un poco del agua, cayendo al suelo.
—No puedo irme, porque a mí también me toca estar aquí, niña. —me miró de abajo arriba al decir la última palabra.
—Solo muevete. —remoje la esponja y después la lleve hasta una de las llantas para lavarlas.
Ben río mientras negaba a lo que hacía.
—Lo estás haciendo mal. —se acercó para quitarme la esponja—. Para empezar, solo tienes que tirar el agua de la tina sobre el tractor, ya tiene jabón, dejar que se añada al lodo y se desprende todo, no tenías que usar eso.
Sacudió la esponja en el aire.
—¿Y cómo voy a vaciar la tina completa sobre esta cosa? —mire el tractor—. Además, ¿Entonces para que dejan esas cosas aquí? —señalé la esponja.
—Para limpiar los vidrios una vez se esté escurriendo el agua y no queden empañados, cielito. —resoplo—. No eres muy lista.
Puso los ojos en blanco al decir lo último y dió media vuelta para empezar a alejarse.
—Sigue mis instrucciones, luego me lo vas a agradecer. Al estar suelta la mugre solo ve por la manguera para enjuagarlo.
Habló en voz alta para que pudiera escucharlo. Me quedé unos segundos de pie, sin moverme. Tenía sentido lo que decía, parecía mejor idea que pasar la esponja y tallar por cada lado del tractor.
Al final acate sus indicaciones, podía sentir su mirada de vez en cuando, ambos habíamos lavado ya entre los dos 5 tractores de 8 que estaban ahí, 3 él y yo 2.
—Finlay, es la hora del almuerzo. —avisó cerrando las mangueras.
—¿Y eso qué? —inquirí como si no fuera obvia su intención.
—Que tenemos que tomar un descanso, no pensarás seguir de largo.
—Sólo vete. —lo miré con desdén.
—¿Acaso estás en tus días Finlay? Porque estoy seguro, de que ni tú misma te soportas. —resoplo—. Solo trato de ser amable.
—No quiero tú amabilidad. —respondí a secas.
—¡Ben! —gritaron desde la entrada.
Ambos giramos la mirada para ver a la silueta que entraba: Bimba. Decidí ignorar su entrada e ir hasta otra tina para llenar la cubeta y vaciar sobre el siguiente tractor.
—¿Qué?
—Mamá me mandó a buscarte. —informó volteando a verme—. ¿Por qué no vienes?
—Ya voy, vete.
—¡Vamos! —le agarro para que caminara con ella.
—Te dije que te fueras.
—¿Por qué? —frunció el entre cejo, y volvió a voltear para verme—. ¿Estás a punto de follar con esta tipa?
Me impulsaba a dejar lo que hacía para ir y arañarle la cara, era realmente molesta.
—No digas estupideces, ahora tienes que pedirle una disculpa.
—¿Por qué?
—Porque la ofendiste. —bufó en respuesta, escuché sus pasos y me gire para verla, ella sostenía una sonrisa efímera, miró a Ben sobre su hombro unos segundos, él ladeó la cabeza en señal de que esperaba su disculpa tanto como yo. Volteó a verme nuevamente.
—Perdón. —farfulló y extendió su mano en el aire—. Podríamos llevarnos bien.
—No. —me crucé de brazos, sin ganas de estrechar la mano con ella—. No lo creó.
—Talvez si no quisieras robarme al chico que me gusta, lo seríamos.
—Es lamentable que creas que quiero robarte la atención de un chico, y más triste que a él no le gustes. —sonreí victoriosa.
—Eres insoportable. —musitó entre dientes.
—Almenos en eso somos compatibles, eres el doble de insoportable.
Sus manos se movieron en el aire, sin tiempo para siquiera reaccionar, recibí un empujón de su parte, para mí pésima suerte la tina de agua estaba justo detrás de mí, y ahora estaba empapada.
—¿Qué pasa con ustedes? —se acercó para intentar ayudarme a salir.
—¡Quédate justo ahí! —le grité—. No quiero tú maldita ayuda.
Me tambalee torpemente dentro de la tina, en un vergonzoso intentó para ponerme de pie. Talvez si necesitaba su ayuda.
—¿Por qué eres tan necia? —estiro su mano de nuevo.
—¡Vete! —volví a gritar.
Bimba río y yo de verdad quería salir de ahí para golpearla, era mala, grosera y poco amigable.
Volví a intentar salir del agua, esta vez con éxito.
Empujé a la castaña haciéndola caer al suelo, ella me miraba atemorizada, me lance sobre ella, y le di un puñetazo en una de las mejillas.
—¡Perra! —mi brazo se levantó otra vez para ir destinado a su cara, pero estaba siendo detenida por Ben.
Estaba tan enojada que no sabía de dónde saqué fuerzas para safar su agarré y darle un par de bofetadas a Bimba.
—¿Qué pasa? —los tres volteamos a ver a Britain, corriendo para ver de más cerca como golpeaba a su hermana.
—¡Estás loca! —me empujó haciendo que me fuera de espaldas.
Ahora ella se había lanzado sobre mí para golpearme, Britain me la quito de encima, cargándola por detrás evitando que me pusiera una mano encima.
—Estoy esperando una explicación.
Todavía estaba en el suelo, y era humillante, él me miraba fijamente esperando que dijera algo, solo desvíe la mirada.
—Yo te explicaré —dijo ella con la voz cortada—. Por accidente la empuje a la tina, y ella me estaba golpeando, yo me disculpé por mi error.
—Britain, las cosas no… —él castaño estaba apuntó de salir en mi defensa pero recibió una mirada de Bimba que gritaba «cállate» y por alguna razón, guardo silenció.
Me puse de pie, con la mirada de el trío sobre mí, di la vuelta para irme pero su voz me detuvo.
—:Merece una disculpa, Seshat. —apreté los puños y me detuve en seco al escuchar aquello.
—Pues yo no sé la daré. —intenté sonar lo más firme posible.
Admitía que estaba apuntó de ponerme a llorar, había una sensación de presión en mi garganta y mis ojos ardían. Salí del lugar, la pequeña llovizna continuaba, entonces sentí como una caliente y salada lágrima salía apenas por uno de mis ojos.
—¡Seshat! —al escucharlo venir detrás, limpié inmediatamente la lágrima.
—¿Qué quieres? —no me detuve, pero el tiro de mi mano para detenerme.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Qué pasa conmigo? —reí sin ganas.
—Si fue un accidente, no tenías porque reaccionar así. —reprendió—. Tienes que aceptar los errores, y disculparte.
—¿Estabas ahí? ¿Estás seguro de qué las cosas pasaron así? ¡No sabes nada! ¡Y eres un completó imbécil! Nisiquiera has escuchado mí versión, ¡Solo me culpas!
Me había alterado, estaba gritando lo más que podía, estaba herida.
—Suponiendo que te empujara intencionalmente, no era una razón suficiente para que la golpearas. —farfulló.
Y sí, tenía razón, supongo que había descargado todo mi odio y dolor sobre ella, pero no me fue suficiente, seguiría golpeándola ahora mismo.
—¡Suéltame! —no tenía nada mejor que decir o hacer que gritar.
—Discúlpate. —pidió nuevamente de lo más tranquilo, mientras yo intentaba sacar mi mano de su agarré sacudiéndome cómo gusano de tierra.
—¡Suéltala! —una tercera voz se unió.
Y en ese momento lo agradecía, era Jamie, que no sabía que demonios hacia rondando por aquí, pero me sentía salvada.
—No te incumbe. —amenazó pero a él no pareció importarle mucho porque lo empujó, logrando que me soltará.
—Me incumbe. —aceptó—. Permiso.
Tomó mi mano, y sin dudarlo mucho caminé a su lado, miré una última vez a Britain, su mirada no reflejaba nada.
Sintiéndome incapaz de mantenerme en tranquilidad, mis jadeos de lamentos se pronunciaron, y mis ojos se empezaban a empañar. Jamie de detuvo para mirarme y después ver a los lados sin saber que hacer.
—¿Qué te paso? —inquirió al darse cuenta de que mi ropa estaba mojada—. Vas a pescar un resfriado.
Murmuró lo último con preocupación, y volvimos a caminar, cabizbaja y sin dejar de llorar, no supe en que momento habíamos llegado hasta el edificio de huéspedes para ayuda comunitaria.
Tocó una puerta y a los segundos se abrió.
—¡Hola! —sonrió, pero al mirarme borro su sonrisa—. ¿Qué demonios te…?
—¿Puedo dejarla contigo? —la interrumpió—. Sería raro que yo la metiera a mi habitación.
—Sí, está bien. —se hizo a un lado para dejarme pasar.
Me talle los ojos, y di un pasó al frente pero Jamie me detuvo. Sus brazos me envolvían, y era lo único cálido que tenía en ese momento, mis brazos reaccionaron y respondieron al gestó.
—Ya tendrás tiempo para contarme que travesura te hicieron, pero ahora tienes que estar tranquila, date una ducha y cámbiate de ropa. —susurró en mi oído.
Segundos después me soltó, y se despidió de Wendy, cerró la puerta detrás de ella y me miró con compasión.
—Te daré una toalla y una pijama, ¿Está bien? —asentí en respuesta.
Me limpie la nariz con la manga de la sudadera, solo moviendo los ojos a dónde se desplazaba Wendy en la habitación.
—Aqui tienes —me entregó las prendas—. Iré por unas galletas, y un vaso de leche caliente. ¿Vas a contarme qué ocurre, si?
—De acuerdo. —contesté con el labio inferior temblando.
Señaló el pasillo, entonces fui en su dirección para no seguir perdiendo el tiempo. Estuve dentro un buen rato, tal y como lo pensaba, el agua no caería tibia.
Al salir ella estaba sentada en un pequeño escritorio, escribiendo sobre un cuaderno.
—Wendy… —pronuncié para llamar su atención—. ¿En las oficinas se pueden hacer llamadas?
—No estoy segura. —se puso de pie, dejando lo que estaba haciendo—. Puedo acompañarte, si es lo que quieres.
—Sí.
—Ven —palmeo la orilla del colchón donde apenas se había sentado.
Me acerque con los brazos cruzados, frotándome los brazos, tenía las puntas de los dedos fríos, y los pies igual. Arrastró la charola que tenía a poco distancia, para acercarla a mí, apenas me senté.
—Adelante, las galletas con chispas de chocolate son las mejores, pueden alegrar un corazón triste. —me sonrió con esa alegría que solo ella poseía.
—Gracias. —agarre una y le di un mordisco, lo mejor de ellas, eran las chispas de chocolate.
—¿Quieres contarme? —inquirió.
La miré dudosa, nisiquiera sabía por dónde empezar, y es que si seguro le contaba, pensaría lo mismo que Britain porque era algo cierto. Yo me había equivocado.
La noche de ayer, en la rueda de la fortuna, mi respuesta a todo lo que había dicho él rubio fue: No me importa que hagas o digas, nunca tendré sentimientos por tí. Algo rudo, una respuesta espantosa, por lo contrario su respuesta fue una sonrisa, como si ya esperara esa respuesta saliendo de mi boca.
No estaba mal en absolutamente nada, me había comportado como una salvaje y eso no tenía discusión. Me pidió lo justo.
—Golpee a una chica. —confesé finalmente.
—¿Y perdiste? —sonreí sin mostrar los dientes y asentí—. ¡Demonios!
Lanzó un golpe al aire. Seguimos hablando, pero no mucho, solo hasta que me terminé las galletas y bebí la leche.
Me prestó un par de calcetines para que mis pies se calentarán y un par de pantuflas para salir e ir a las oficinas.
—¿Puedo usar el teléfono? —le pregunté a la recepcionista, y ella asintió ladeando la cabeza en dirección al teléfono colgado en la pared.
Wendy asintió en forma de apoyó, y yo me acerqué, marqué el número y lo llevé al lado de mi oreja para escucharlo sonar varias veces hasta que contestaron.
—Residencia Kang, ¿Quién habla?
—Soy Seshat, ¿Se encuentran mis abuelos? —me gire para seguir viendo a Wendy que sonreía.
—Señorita, sí, enseguida les comunico con usted. —esperé unos segundos, subí la mirada al techo y me recargue en la pared.
—¿Amor? —escuché la voz de mi abuelo en la otra línea.
—¡Abuelo! —me enderece al instante.
—¡Qué alegría escucharte! ¡Extrañaba tanto escucharte! —admitió—. ¿Cómo estás?
—Pásamela, quiero hablar con ella, ¡Que me la pases te digo! —escuché a mi abuela y al instante sonreí—. ¡Viejo cascarrabias!
Habló más cerca de la bocina del teléfono indicando que había ganado la pequeña pelea que se había formado.
—¿Querida?
—Abuela.
—¿Cómo estás amor mío?
—Pues precisamente, de eso quiero hablarles. —me mordí el labio inferior.
—Sabes… tenía tanto miedo de dejarte ir, sola, a un lugar desconocido, ahora me siento más tranquila y contenta porque ese lugar es maravilloso, te ayudará a sanar, estoy segura. Tú madre decía que la pradera que se encuentra en la colina más alta, era su lugar mágico, adoraba ir a ese lugar. Deberías visitarlo, talvez se vuelta tú lugar mágico también. ¿Pero qué querías decirme?
—Yo… —tragué saliva y junto con ella se fueron las palabras que tenía en la punta de la boca—. Que estoy muy feliz de estar aquí, gracias por el viaje.
Esperaba que su nieta al regresar tuviera un cambió, temia decepcionarla al decirle que quería volver, que me sentía igual de miserable y que volvería siendo la misma persona de humor cuestionable y asocial.
—No pueden estar en la línea por mucho tiempo, por la recepción. —informó la mujer llamándome la atención.
—Abuela, tengo que colgar, saludame al abuelo, dile que lo quiero.
—Le diré, cuídate querida, te quiero Seshat.
—Te quiero también abuela.

Inefable | Britain Dalton Where stories live. Discover now