ONE

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Había llegado la primavera hace poco y el patio de mi casa estaba cubierto de una suave estela de pétalos coloridos que una ligera ventisca sacó de los árboles. Ese año cumpliría mi primer año de casado con mi esposo, el Comandante de las Fuerzas Armadas de Corea del Sur, Jeon Jungkook.

Cuando nos conocimos fue un día muy raro..., una soleada tarde de agosto.

Jungkook y yo nos vimos por primera vez un día en Jeju hace casi tres años, en una playa de la costa este se desarrollaba una alocada fiesta frente al hotel en el que ambos estábamos. Yo había ido con un par de amigos, y él estaba solo. Nos encontramos al atardecer de un día veraniego, arrullados por las olas y cubiertos por las motas rojizas del sol.

Él era el hombre más apuesto de todos y yo no pude quitarle los ojos de encima apenas lo vi junto a la hoguera. Pero él no me dirigió más que un par de miradas, y creo que lo incomodé un poco.

—¿Y si le invitas un trago?

—No lo sé. Él tiene cara de que me mandará al diablo si me acerco, o a terapia.

Y cualquiera de esas dos opciones no me gustaba. Yo era muy sensible por dentro, y lucía más sensible por fuera.

—Es un solitario. Todos los solitarios lucen gruñones, pero no va a patearte. Anímate.

Repetí las palabras de Jimin en mi cabeza antes de tomar dos vasos largos cuyo líquido color azul era delicioso. Creo que tenía vodka y moras, o algo parecido.

—Hola, soy Taehyung, ¿quieres un trago? —repetía en voz baja, ensayando mi presentación a esa bola de testosterona.

Caminé un par de pasos apretando las bebidas en mis manos cuando vi a una alta mujer rubia, seguramente extranjera, acercársele con una bebida roja. Me detuve en seco y esperé. La mujer le sonrió y sacudió su cabello, le tendió la bebida y él la recibió.

Demonios.

Suspirando me di vuelta para regresar con Jimin a ofrecerle la bebida extra a ver si él me la aceptaba cuando choqué con un tipo enorme. El hombre era musculoso y con el genio como el de un tigre. Yo había manchado su ropa blanca y los vasos hasta se me cayeron en la arena. Me congelé cuando el robusto roble se dio vuelta y me tomó por la solapa de mi camisa rosa. Me elevó del suelo.

—¡Qué te pasa, pequeña mierda!

—Ey, amigo, fue un accidente —le dije, pero eso no le tranquilizó.

—Voy a darte una lección, hijo de puta.

—Ey —llamó una voz profunda y ronca, deliciosa—. Suelta al chico.

—¿Y tú por qué te metes en lo que no es tu asunto?

—Soy el Comandante Jeon de las Fuerzas Armadas, te pido que te detengas ahora —demandó en medio del silencio que se formó luego.

Era maravilloso. Había puesto mi mirada sobre un militar, yo, un mafioso de carrera. El destino me quería jodidamente soltero de por vida.

El hombre refunfuñó, pero siguió apretando su agarre en mi ropa. Yo me enfurruñé entonces y le susurré.

—Suéltame ahora, o ¿acaso un idiota como tú no reconoce al líder de los *grises?

El hombre me soltó de golpe y su rostro casi se desfigura del susto. Murmuró una disculpa antes de alejarse.

Así era, señores, en este país le tienen más miedo a la mafia antes que a las autoridades.

Eso era halagador, pero seguramente al Comandante le parecería insultante.

Warzone || KooktaeWhere stories live. Discover now