CAPÍTULO SEIS.

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Desperté después de un largo tiempo; me encontraba acostada en los asientos delanteros de la camioneta, estaba sola y a oscuras. Me alcé lentamente y la herida en el brazo comenzó a arder, levanté mi playera y la manga del abrigo, el corte estaba vendado al igual que mi estómago. La cabeza me dolía, pero me sentía con más energía.

Un malestar se posó en mi pecho al recordar lo que había sucedido con aquel hombre, me sentía angustiada y asustada. No quería darle vueltas al asunto, porque era enfrentarme a lo que más temía, a la oscuridad que llevaba por dentro, a la parte podrida de mi alma que intentaba ocultar. Quizás Nerón era un monstruo, pero incluso antes de saber que él era mi padre, yo ya tenía miedo de las cosas que sería capaz de hacer, él ahora solo era una justificación.

Bajé de la camioneta y a unos pasos visualicé a los demás alrededor de una fogata, estaban comiendo y hablando. Por suerte Marina parecía estar bien, tenía cubierta la herida de su cabeza y lucía algo pálida, pero al menos no estaba muerta. (Como el hombre) me reproché a mí misma.

―Al fin despertaste― dijo Oliver mientras se paraba de su lugar, llamando la atención de los otros, quienes de inmediato voltearon a verme.

―¿Cómo te sientes?―preguntó la chica del suéter azul.

No sabía si se refería a lo físico o a lo emocional, porque de cualquier forma me sentía terrible, pero preferí mentir, antes que admitir que mis emociones me estaban destruyendo por completo.

―Estoy bien, ¿Tú cómo te sientes?― dije observando su cabeza

― Estaré mejor. Deo nos curó a ambas, es bueno en eso ― habló mientras sonreía en dirección al therión
― Gracias Deo―contesté dirigiéndome al hermano de Egan, quien solo asintió―¿Dónde estamos?

―A unas horas de Terfiell―respondió Winston —. Dormiste casi todo el día —habló nuevamente al observar mi expresión de sorpresa.

―Siéntate y come algo― sugirió Oliver haciendo ademán de que me acercara

―Solo... solo necesito un momento y un poco de aire―respondí y comencé a caminar al lado contrario sin esperar a que me contestaran.

Parecieron entender a lo que me refería porque ninguno se interpuso. Avancé unos metros hasta ver un par de piedras enormes y me recargué en una de ellas. Solté todo el aire que estaba reteniendo y me cubrí el rostro para evitar volver a llorar.

―Sabes, he visto a personas vomitar o entrar en pánico al matar a su primera víctima, pero nunca imaginé que alguien pudiera llegar a desmayarse―dijo Egan quien me observaba a unos metros, recargado de un árbol. Ni siquiera había notado que no se encontraba en la hoguera.

―Disfrutas haciendo esto, ¿Verdad?―respondí más enojada de lo que pretendía sonar

―¿Hacer qué?―contestó con indiferencia

― Torturarme

―Quizás un poco, pero sé que la muerte del payaso no es lo único que te molesta―contestó acercándose, hasta estar lo suficientemente juntos y tomó mi mano dañada, un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero decidí ignorarlo ―Veo que no fue tan buena idea apuñalarte, la herida se está infectando

No sabía cómo había averiguado lo que pasó, quizás me estaba vigilando y yo ni siquiera lo notaba. Me solté de su agarre bruscamente e hice esfuerzos para que no notara que su roce me había lastimado.

― Deberías ponerte esto ―dijo extendiendo un racimo de pequeñas flores blancas y amarillas, y después se volteó en dirección al árbol.

―¿Primero te burlas de mí y ahora quieres ayudarme? ¿Por qué se supone que debería confiar en ti?―dije observando las flores

Sangre CarmínOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz