Capítulo 1 Parte 3

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IAN

La cafetera de mi apartamento sonaba muy mal, seguro estaba por descomponerse. Tendría que comprar una nueva por la tarde, antes de volver del colegio. Mi mente divagaba en algo más, mientras oía de fondo el televisor. Solo podía ver esos ojos cristalinos de un color caramelo que me atormentaban desde hacía tres meses.

Todavía recordaba el primer día de clases, cuando entró en el salón de ciencias. Mi cuerpo reaccionó a ella al instante. Tenerla en cada lección, sentada al frente del aula, con su perfecta cara mirándome durante los ochenta minutos era una tortura. Era la mejor de la clase, creo que la mejor alumna que nunca tuve, lo que quería decir que era la primera en contestar cuando preguntaba, la que se quedaba en clases extra, aunque no las necesitara y la que mejores calificaciones tenía.

Sabía que estaba mal, pero la deseaba. El problema es que eso me volvía un enfermo. Ella tenía diecisiete años y, aunque yo tenía solo veintiséis, esos nueve años eran un problema y volvían cualquier cosa ilegal. No quería sentir lo que sentía, trataba de controlarlo lo mejor que podía, pero mis ojos no se despegaban de ella. La seguía con la mirada, la observaba, y cuando no podía verla, mi cuerpo sentía su cercanía.

Pasaba los días sufriendo y las noches igual. No había alivio alguno para mis sentimientos reprimidos. Pasaba noches soñando con su voz o su sonrisa, la manera en que me miraba, cómo mordía los lapiceros cuando estaba concentrada..., sabía todos sus tics, por lo menos los que había mostrado alguna vez en el colegio.

Cuando le pedí que fuera mi "asistente de penúltimo año" en la gira al jardín botánico, me había arriesgado. Me lo había inventado desesperadamente para tenerla más cerca durante la gira, pero sabía que había hecho mal. Aunque, cuando se lo plantee ella estaba extasiada, entonces deje que mi mente se relajara y me programé para aceptar que era solo una actividad del colegio y que no había nada malo al respecto.

Lo que me tenía confundido en este momento, era el cambio de actitud que tuvo luego de las vacaciones de abril. Ella se había ido el último día de marzo con una sonrisa que iluminaba cada parte de mi alma y había vuelto sin ella; por lo menos para mí. La veía sonreír cuando estaba con sus compañeros, escuchando sus bromas o ayudándolos a corregir las guías del proyecto..., pero cuando se acercaba a preguntar algo, su cara se ponía seria y eso me incomodaba.

Tal vez no había sido bueno ocultando mis sentimientos y ella se había asustado. Sería lo normal, era acoso y estaba mal. No recordaba que ella me mostrara miedo, pero sentía como una pared se levantaba entre ella y yo. Una pared invisible, pero que estaba ahí. No era para nada tonto. Jamás haría un movimiento y menos si era menor de edad, pero me costaba mucho mantenerme alejado de ella.

Tendría que mantener la compostura, debía caer en la realidad y olvidar esa sensación que tenía. Ella estaba prohibida y lo sabía. No me arriesgaría a perder mi trabajo o todo lo que había conseguido desde que me separé de mi familia.

Mi familia, el tema complicado de mi vida. Una tortura de la que me había logrado deshacer hasta cierto punto. No me gustaba para nada hablar del tema, el solo recuerdo de lo que había tenido que pasar me estremecía hasta los pies. Mi relación familiar comenzaba en mi padre y terminaba ahí, llevar el apellido Barrios no era nada fácil y menos cuando no quieres tener nada que ver con la abogacía.

Mi abuelo era descendiente de una larga familia de abogados, poderosos y de alto estatus en el país y la región. Estudié la carrera de leyes contra mi voluntad, pero luego de terminarla en tiempo récord, declaré que no sería abogado y que me importaba muy poco si me desheredaba, claro mi abuelo no lo pensó dos veces. Primero obligó a mi padre a desheredarme y luego me desheredó él también. Me echó de la casa donde había sido criado y me quitó toda la ayuda que me daban.

Mi padre, con pesar dejó que todo eso sucediera y luego, a escondidas de mi abuelo, me enviaba dinero para pagar algo de la matrícula de la universidad mientras estudiaba y trabajaba para licenciarme en Ciencias Naturales. Nunca usé nada del dinero que mi padre enviaba. Hasta el día de hoy, lo tenía guardado en una cuenta bancaria que nunca utilizaba, pero la intención de lo que hizo a espaldas de mi abuelo me conmovió lo suficiente para perdonarlo por dejarme solo.

Mi padre era el único miembro de mi familia con el que seguía en contacto. Tanto mi abuelo, cómo mi tío y su esposa estaban vetados de mi vida. No sabía nada de lo que pasaba en el negocio, ni quería saberlo y lo único que esperaba era que mi abuelo no se tuviese que morder su propia lengua y ahogarse en el veneno que tenía como la serpiente que eran él y mi tío Augusto.

MAYA

Los días pasaron igual, yo evitaba mostrar ninguna emoción que no fuese interés por la materia de ciencias. Cuando tenía ciencias al inicio del día, intentaba llegar tarde a clases. El profesor Ian parecía no notarlo al inicio, pero con el paso de una semana comencé a ver que él notaba que algo raro pasaba. Yo no quería que se notara nada y no quería que mis suposiciones sobre que él sentía algo por mí fueran ciertas, a mí me atraía cómo una polilla a la luz, pero no podía arriesgarme. El hecho de solo pensarlo me convertía en una loca. Él podría perder su trabajo e ir a la cárcel y yo... simplemente mi familia me mandaría a vivir al otro lado del mundo, tal vez en un internado.

En las noches soñaba con él. No había cómo calmar mi deseo. Sentía su mirada sobre mí durante las clases, los actos cívicos, las reuniones de comités... Cada evento era una tortura, que me llevaba a desahogar mis deseos más carnales por las noches antes de dormir. Creía que, si lo hacía, tal vez lograría controlarme en el día, y todo el deseo que sentía en mi interior no saldría por mis poros para hacerse notar.

—No sabes disimular tan bien cómo crees —Jimena me miró con pena en los ojos, mientras metía una paleta redonda en su boca. Por un momento sentí pánico, pensaba que nadie se daría cuenta de nada. Mi cara de póker no era tan buena cómo creía.

—No sé de qué hablas —dije disimulando. Yo no admitiría nada, aunque me quemara por dentro, y menos a alguien dentro del colegio. Lo negaría hasta la muerte. Traté de mirar de nuevo mi almuerzo y tomar interés por la conversación de mis nuevos amigos, pero entonces el profesor Ian asomó la cabeza por el portón del patio y salió directo hacia la sala de profesores, al otro lado de donde estábamos. Sufrí un ataque de tos suficiente para que todos volvieran a ver. Sentí que me ponía roja al instante en que todos los ojos del colegio se posaron en mí y los de Jimena se movieron en dirección hacia donde mi mirada estaba fija.

El profesor Ian había parado al oír el escándalo que se armó por mi tos. Estaba ahí, en medio del patio de colegio, mirándome fijamente con duda en su rostro. Sentí por un instante que se iba a acercar a ver cómo estaba y comencé a sentir que el pánico se apoderaba de mí y me asfixiaba por completo. Sentí la pérdida del aire a mi alrededor y luego comencé a ver puntos negros por todo lado. Sabía lo que pasaría en segundos, pero no pude hacer nada para evitarlo y de pronto todo se puso negro frente a mí.

ADN de un amor ♥Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin