Eslabón perdido.

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—¿En serio tenías que empezar a correr al vernos, porqué diablos hacen eso, acaso son fanáticos de las persecuciones policiales? —se quejaba de inmediato el cabo, empujándolo para que caminara—. ¡El gusto de hacer las cosas difíciles!

—¿Qué es lo que quieren de nosotros? ¡No hemos hecho nada malo!

—En principio solo queríamos charlar, pero como tuvieron la genial idea de correr despavoridos, ahora la conversación será bajo otros términos.

—¿Nos meterán a la cárcel? —temeroso preguntaba el joven.

—Eso depende de la historia que nos cuenten, así que en lo que demoramos en llegar a la estación, tendrás tiempo de sobra para inventar una historia creíble.

—No tengo idea qué es lo que quieren de nosotros —le reprochaba.

—Lo sabrían si no hubieran corrido como locos. ¿En verdad son tan estúpidos los jóvenes de hoy en día?

En cuestión de segundos los oficiales escoltaban a la patrulla a los jóvenes detenidos, quienes caminaban con la cabeza hundida y la vista perdida en el suelo ante la mirada atónita de los adolescentes testigos de su captura. Poco y nada comprendían lo que estaba pasando y el motivo por el cual sus compañeros eran detenidos por los oficiales, por lo que las miradas de sorpresa e interrogante se multiplicaban a medida que la caminata avanzaba.

Sus rostros reflejaban la vergüenza por la que estaban pasando a causa de lo ocurrido. Por sus mentes pasaba una y otra vez el error garrafal que cometieron al salir corriendo apenas vieron a los oficiales, sintiéndose estúpidos por lo que habían hecho, ya que aquel acto los ponía en evidencia a ojos de la policía, y los acababa de meter en un gran aprieto. Cada cual en su mente ideaba la manera de zafar de la difícil situación en que se habían metido.

Al llegar a la patrulla, y luego de dejar a los jóvenes esposados en la parte posterior, el celular del cabo González anunciaba con su particular sonido la entrada de un mensaje. Se trataba del teniente Espinoza, quien fiel a su estilo, le consultaba cómo se desarrollaba el procedimiento que realizaban en la universidad. "¿Le suspendieron el plan del celular? Todavía espero respuesta". Citaba el texto.

—Conduce tú —le decía a su compañero, lanzándole las llaves y señalándole el aparato—, es el teniente, debo contestar.

—Ya me extrañaba que no te preguntara algo —replicaba este, subiéndose a la patrulla y dándole arranque al motor.

—De seguro tiene prisa —se encogía de hombros, levantando una ceja a la vez.

El cabo González hacía lo propio, abordando la patrulla por el costado del copiloto. Apenas tomaba asiento y se acomodaba el cinturón de seguridad, texteaba de inmediato la respuesta, antes que el teniente volviera a enviar un mensaje o en su defecto, optara por llamarlo. "Vamos en camino mi teniente, en compañía de dos detenidos". Citaba el texto enviado. Rojas emprendía la marcha mientras González jugaba con el celular, tomándolo entre su dedo pulgar e índice, y haciéndolo girar lenta y torpemente.

El modelo alargado del aparato le impedía hacerlo girar más cómodamente. Impaciente esperaba que sonara mientras la patrulla abandonaba el estacionamiento de la universidad, no obstante, a medida que avanzaban por el camino, el celular se mantenía silente. Un par de cuadras más adelante optaba por guardarlo en su bolsillo, dando un hondo suspiro que le daba algo de tranquilidad. El teniente seguramente estaba demasiado ocupado como para realizar una llamada, por algo decidió enviar solo un texto.

—¡Oigan, policías, no hicimos nada, así que mejor suéltennos —Roberto sacaba la voz para convencer a los oficiales que los dejaran libres antes de llegar a la jefatura—, lo que nos hacen es abuso policial y lo saben!

El Carnicero del Zodiaco (EN PROCESO)Where stories live. Discover now