Prólogo

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Lo admito, no soy tan fanática de las fiestas. Pero aquella noche, y junto a mis dos mejores amigas habíamos ido a la fiesta de Steven Johnson, todo aquello, sin imaginarme que esa misma noche conocería al chico que le pondría el fin a lo que yo había definido como una tortura.

La fiesta estaba decente. Habían chicos guapos, juegos de mesa, tragos y todos parecían divertirse. Para ese entonces ya corrían más de las doce y no llevaba la cuenta de las cervezas que había tomado. ¿Cuatro, siete, quizás diez? Criss se dirige a mi bailando al son de un Trap en inglés con un trago de Vodka en la mano.

-¿Ya quieres irte? - Grita para que pueda escucharla.

-Sí - dije moviendo la cabeza.

La música sonaba bastante fuerte, lo suficiente como para no escuchar bien lo que me decía. Se acerca un poco más hacía a mi mientras me examina encorvada en la silla plástica justo frente a la enorme piscina.

-¿Estás bien? - murmura mientras levantaba mi mejilla para mirarme a los ojos.
En ese momento, un poco mareada, solo logro asentir.

Inmediatamente y dándome cuenta que no le había dicho una sola palabra traté de hablarle, pero en el intento de decir algo pasó lo peor. Levanté la mano derecha y con la izquierda traté de frenar mi vómito, pero este salió sin que pudiera evitarlo alcanzando el hermoso vestido de mi mejor amiga.

-¡Kaiiiiii! - me grita mientras su vaso cae al suelo y quita desesperada el exceso de vómito de su ropa.

- ¡Que asco! -Gritó Mika desde el otro lado del patio.

Se dirigió hasta nosotras tan pronto como pudo e inclinándose en la silla me rodeó con sus brazos.

-¡Vaya, estás mal! - susurró mientas secaba la comisura de mis labios con su suéter.

Criss y Mika eran mis mejores amigas desde tercero de primaria. Vivíamos en el mismo vecindario, asistimos a la misma escuela, y justo las tres habíamos aplicado a la misma universidad ese mismo año.

Todo había salido de acuerdo a lo planeado. En menos de dos meses nos iríamos de Vancouver a Seattle a estudiar en la universidad. Las tres eramos tan unidas que no podíamos vivir la una sin la otra. Si a una le rompían el corazón, las otras dos siempre ideaban un plan para que todo no fuese tan trágico. Pero esta noche algo se había salido de control.

-Me quiero ir - dije avergonzada mientras me enderezaba en la silla con la ayuda de Mika.

-Obvio que nos vamos Kai, me dejaste echa nada - musitó Criss, molesta.
- Ya, nos vamos. - Intervino Mika.

Tomé mi bolso como pude y Mika me aferró a sus hombros. En ese momento perdí un poco la razón y vi como se acercaba Steven hacia nosotras. Lo último que logré escuchar es que Criss parecía convencerlo de que todo estaba bien y que solo estábamos algo cansadas por los parciales de primer semestre a larga distancia y que debíamos descansar.

Mika me saca con mucho esfuerzo de la casa de Steven y me sube a la parte trasera del auto. Tras cerrar la puerta veo que Criss le entrega algo.

- ¿Manejas? - esta le hace una mueca de molestia y le arrebata las llaves.

Haber tomado mucho terminó un poco mal. Sonrío de manera culposa solo de pensar lo bien que la pasé y me recuesto del asiento de cuero frío mientras cierro los ojos. Cuando los abro, y antes de que Mika arranque el auto calle abajo veo salir a un chico de más de metro ochenta por la misma puerta donde me habían arrastrado para subirme al auto.

Era él, Eiden Young. Al parecer también había vomitado su Jersey marrón y chaqueta de cuero negra. Su rostro desesperado parecía estar buscando a alguien. ¡Joder! Claro, ya lo recordaba todo. Cuándo perdí la razón, fue él la segunda víctima de mi vomito. ¡No puedo estar más avergonzada!

 ¡No puedo estar más avergonzada!

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Casi como volver a empezarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora