04. the smell

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—¡Buenos días, Dorothea! — saludó Delia al abrir la puerta y ver a la susodicha.

—Buenos días, señora. — saludó de igual manera, sonriente. — ¿Está Ash aquí?

—Más o menos, ya casi se va.

—¿Puedo subir? — alzó su mano con el dedo índice extendido, dudosa.

—¡Claro! Esta es tu casa.

—Gracias... — sin más pasó al interior y ni bien lo miró ya que subió las escaleras de madera con entusiasmo.

Al llegar frente a su puerta la tocó suavemente con su puño. Pudo sentir algo de movimiento en el interior de la habitación.

—¡Pasa, mamá!

De nuevo podía oír esa voz naturalmente alegre y ciertamente infantil que tanto la volvía loca. Temía que esta cambiara en la llegada de la pubertad, si no es que ya estaba en ella. Sin más hizo caso y se adentró.

Lo encontró de espaldas, calzándose los zapatos en la cama. No traía su gorra puesta, se encontraba sobre la mesa de noche a lado de su cama, encima de su despertador de Pidgey. La habitación entera olía a él y era embriagante, fácilmente podría resultar una droga para ella —internamente soñaba con estar en sus brazos dormitando, con su rostro enterrado en su cuello para olerlo más de cerca.—. Además de eso, veía el mismo desastre de siempre, y no entendía cómo se hacía si en reiteradas ocasiones hasta le ayudó a limpiar todo ese basurero.

Al darse cuenta de que era ella, la amiga de toda la vida y único "interés amoroso" de su entrenador, su compañero Pokémon soltó su característico "¡Pikachu!" cargado de emoción.

—¿Qué pasa, Pikachu? — amaba que Ash se diera de cualquier emoción de sus Pokémon según su tono y expresión. Ella no podía hacerlo y se sentía especialmente patética por ello. El mostaza subió la mirada en su dirección, y sus ojos café se iluminaron de la misma forma en la que un Morelull lo haría en las noches. — ¡Dolly, eres tú!

Se lanzó a abrazarla con sumo entusiasmo, tanto que ella casi se cae de espalda contra el suelo. Soltó un quejido de dolor, pero igualmente lo envolvió entre sus brazos con fuerza, intentando igualar la de él.

—Sí, soy yo... mi pequeño Ash.

Una vez más pudo sumirse por completo en aquella ensoñación en la que entraba al oler su aroma. No era tan sofocador pero le cautivaba tanto que se ruborizaba. Se le erizaba la piel de la emoción, mientras que su cabello rebelde le hacía cosquillas en la barbilla.

Ella no cayó, se tiró.

—Me estás asfixiando... — le oyó decir, su voz se escuchó ahogada al estar completamente hundido en su pecho.

Este ya empezó a crecer un poco, y probablemente lo incomodó, lo cual no había considerado una posibilidad ya que hasta an ella se le escapó ese detalle.

Ninguno de los dos lo mencionaría nunca.

Lo soltó. — Lo siento, es que te extrañé mucho. ¡Hola, Pikachu!

El ratón amarillo escaló hasta su hombro con impresionante agilidad y estampó su mejilla contra la de la contraria. Ella rió suavemente, el moreno se deleitó con el sonido de su risa. Era tan melodiosa y linda. Tanto que casi se olvidó de responderle.

Ella notó que él estaba ruborizado, pudo darse cuenta de que su teoría fue certera. Por eso y por otra cosa.

—Yo también, Dolly. ¿Qué haces aquí? — preguntó con algo sorpresa, recuperándose y apenas procesando el hecho de que realmente estaba aquí y no en Kalos. Que no era una ilusión y que su Dolly realmente estaba frente a él, pareciendo unos centímetros más alta.

Extrañaba ser el alto.

—Además de venir a visitar a mi mejor amigo campeón — hizo énfasis en la palabra, entornando los ojos, aún reprochándole el no haberle llamado de inmediato. Ash rodó los ojos con burla. —, también vine a ver a mamá.

—¿Está ella bien? Habría ido a verla si no estuviera tan ocupado. — se encaminó a su mesa de noche, poniéndose su gorra. Aunque no pudo verlo (pero pudo deducirlo), su cara y tono de voz reflejaban algo de preocupación.

—Sí, está bien. Se enfermó hace unas semanas, pero ya se recuperó. — Pikachu se bajó de su hombro y volvió al de su entrenador, el cual se aproximó hasta ella con lentitud.

—Me alegro por eso.

No sabían qué más decir, ¿dónde estaban esos temas de conversación interminables que tenían de pequeños? Solían hablar hasta por los codos...

—¿Ibas a algún lado? — finalmente rompió el silencio, fijándose en sus tenis sucios.

—Creo que sí...

—¡Cómo que crees!

—¡Ah, sí! ¡Ya lo recuerdo! Iba a pasear, ¿te gustaría venir... conmigo? — bajó un poco la mirada para que la gorra cubriera el rubor sumamente leve que aunque no era visible, él lo sintió.

—Me encantaría. — la peli-morada aceptó, sonriendo cálidamente.

Eran dos enamorados sin remedio, aunque ninguno de los dos sospechara que se trataba de eso.

✓ DOROTHEA, ash ketchum.Where stories live. Discover now