‒ Deja la pala ahí, primero busquemos leña ‒me ordena, lo acompaño algo lejos de la cabaña a buscar arboles que sirvan para leña, los conseguimos y Frank empieza a cortar, mientras yo recolecto. No tardamos mucho, y regresamos a la casa.

‒ ¿Dónde la ponemos? ‒pregunta mi compañero al anciano.

‒ Eso fue rápido ‒se asombra al vernos‒ ah déjelo en esa esquina ‒señala el lugar, pero al momento de dejar la madera notamos que suficiente leña para una noche, incluso para una semana. Nos dimos cuenta de que fue solo un pretexto para sacarnos de la casa y quedarse solo.

‒ Viejo infeliz ‒se queja mi compañero en un susurro, de modo quede entre nosotros‒ acompáñame ‒me guía otra vez a afuera, y recoge la pala de donde la habíamos dejado‒ hay que despejar un buen lugar para que aterrice la avioneta mañana ‒toma sentido lo que quiere hacer, y no se podía perder más tiempo, ya que teníamos tiempo medido, y todo tenía que ser exacto, ya estaba previsto que llegaría mañana sin falta.

Encontramos un plano ideal para una vista de aterrizaje improvisada, Frank fue el que comenzó con el trabajo de palear la nieve en forma de un camino recto. Yo en cambio, fui en busca de ramas para marcar el camino. Al cabo de unas horas mi amigo ya estaba cansado, era mi turno de trabajar, tome la pala y empecé a tirar nieve a los costados fuera del camino que marcamos con ramas. Ya se hace de noche, y yo sigo en el trabajo, era una distracción mental.

La oscuridad llega a cubrir todo el bosque, y yo sigo trabajando ya sea por afán o inercia. Una luz de fuego se acerca a mí, veo a Frank sosteniendo una lámpara de gasoil iluminando la penumbra en la que estaba.

‒ Se ve muy bien ‒mira la vista, ya despejada y aplanada‒, el viejo ya termino los papeles hace horas, los revise y están impecables ‒no recibe respuesta, solo un asentamiento de cabeza‒ vine a buscarte para cenar, la comida esta lista ‒tampoco respondo a eso, pero si dejo de mover la nieve y caminar en dirección a la cabaña.

Entro primero a la casa, seguido de mi amigo, pongo la lapa donde corresponde y me siento intentando recuperar el calor de mi cuerpo. Frank me pasa un tazón con sopa caliente, lo que me viene de maravilla, me la término, en un instante.

‒ Si que tenias hambre ‒menciona el anciano.

‒ Después de horas de trabajar como un burro, creo que es normal ‒bromea Frank.

‒ Bueno, tuve suficiente por hoy, estoy cansado así que iré a dormir ‒declara el mayor, dirigiéndose a lo que parece su cuarto, nosotros claro que dormiremos en los sofás, este lugar sería muy raro que tuviera habitación de huéspedes, que ni eso somos.

‒ Disque cansado, si todo el día no hizo más que escribir en algunos papeles, nos van a salvar la vida, pero que se pase ‒se queja‒ nosotros si trabajamos de verdad ¿no crees? ‒me pregunta, no ay respuesta otra vez, solo una mirada muy demacrada‒ tu si deberías dormir, pareces un zombi ‒se acerca y se sienta en la sofá de al lado‒ buenas noches ‒dice para acostarse, de inmediato a los minutos lo escucho roncando.

La verdad yo también, estoy muy cansado, así que me asegure de que todo estaba ordenado, apago la linterna e intento dormir, no fue muy difícil, y en menos de nada lo logro.

No dormí por mucho tiempo, a unas cuantas horas ya estaba despierto, faltaba poco para amanecer; por más que intente quedarme dormido no funciono, algo me lo impedía, quizás el estrés mental. Después de un tiempo, amanece al fin y el primero en despertar es el anciano.

‒ Como que te levantaste con el sol, te vez peor que ayer ‒menciona, le doy puntos por franqueza, pero aun así no contesto, vuelvo a mirar a la nada, o a la cosas que hay en la cabaña, perdido en mis pensamientos, que ni siquiera yo sé en qué pensar.

Juego De PeonesWhere stories live. Discover now