Capítulo 16

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IZAN

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IZAN

—Amor, ¿crees que para el aniversario pueda ponerme este vestido? —Me muestra el vestido que usó en la boda de mi socio, decepcionada. Yo no sé qué decirle, está en negación porque ya no le queda nada de su ropa.

Nervioso, me encojo de hombros.

Nos estamos preparamos juntos para la cita médica, había calmado sus nervios porque hoy le harán ultrasonido para saber el sexo de los bebés, pero ha vuelto a ponerse ansiosa, ahora por su ropa.

También iremos a ayudar a Marina y Laura con la mudanza. Me sorprendió muchísimo que Laura se lo pidiera, creo que definitivamente Marina es la correcta para mi mejor amiga, porque jamás había visto en ella la necesidad de compartir con alguien el lugar donde duerme. Así que estoy muy feliz de ser parte de esto desde el momento en el que me pidió que le ayudara a conseguir un departamento más amplio, y yo, como buen convenenciero que soy, le regalé el de Violetta para que no tuviera la idea de irse de mi lado nunca, por supuesto.

Es que ella creía que volvería, claro está, pero de todos modos aprobó mi idea, así que estamos bien con eso.

Toma aire.

—Está bien, te dejaré comprarme ropa —dice de repente y yo sonrío—. Pero solo la necesaria, ya sabes que no quiero que gastes más dinero en mí de lo necesario.

—Yo tengo más dinero de lo necesario, mi amor, ya te dije yo a ti que por eso no te preocupes.

Asiente pero parece más abochornada que molesta. Está frustrada porque su blusa favorita se le levanta de la barriga y ahora se le mira el ombligo. Y sus pantalones no le cierran, por lo que tuvo que hacerse de las únicas medias que no le gustan y de una playera mía.

—Se me nota demasiado el trasero con las medias. —Hace un puchero, enseñándole al espejo el trasero de distintos modos.

Yo me le acerco cuando me termino de poner los zapatos.

—Te ves hermosa, Violetta. —La abrazo, poniendo mi mano sobre su cintura, bajando lentamente—. A mí me gusta tu trasero.

—Pervertido. —Se cruza de brazos, fingiendo que no le gustó lo que dije.

—También me gusta mucho tu cara.

No dice nada pero trata de no sonreír. Deja el vestido en una silla que tenemos al lado del espejo.

—Especialmente tu boca. —Le giro la cara para besarla. Ella me sigue pero gimoteando, lo que me resulta gracioso.

—Ya vámonos, cuando volvamos puedes decirme todas esas cosas. —Acalorada, se separa para tomar su bolso.

Yo me río y finalmente la sigo para irnos. Aún le apena oírme ponerme demasiado cursi. Y a mí ya se me hizo una costumbre. Una muy buena que bien podría hacer para siempre.

***

Entramos con el doctor y los nervios esta vez aparecen en mí. Los había canalizado en las últimas semanas, estaba preocupándome más por hacer sentir cómoda a Violetta que se me olvidó por un rato que soy lo suficientemente entusiasta como para agarrar a besos su barriga cuando el doctor nos lo diga. Me he reprimido un poco con este tema, incluso la primera ecografía me aguanté, yo quería gritar de la emoción al saber que esos dos borrones que nos mostraba la pantalla eran ni más ni menos que mis hijos.

Y ahora hasta me tiemblan las piernas cuando el doctor pide a Violetta levantarse la blusa para comenzar.

Ella toma mi mano mientras le vierte el gel y me sonríe. En la primera ecografía también la tomó, pero la situación entre nosotros ahora es diferente, y por si no se nota, maravillosa.

—Bien, vamos a ver. —El doctor comienza a pasar el aparato por la barriga de Violetta, moviéndolo. Ella mira la pantalla al tiempo en el que lo hago yo también.

—Oh, Dios —habla bajito—. ¿Ese es un piecito?

—Sí es —le respondo en el mismo tono—. Y ahí hay otro.

—Qué bello es. —Pone su otra mano en su pecho—. Mira sus manitas, amor.

Uno de los bebés parece tocarse la cara con su pequeña manita y nos morimos de amor los dos.

Quiero llorar.

El doctor hace unas cuantas medidas a cada uno hasta que llega la hora de saber.

—Aquí se aprecia muy bien, este de aquí es... —Señala el punto en la pantalla antes de finalmente decirnos—. Un niño.

Violetta aprieta más mi mano y se cubre la boca. Yo sonrío, mostrándole mis dientes.

—Y acá podemos observar que este es una niña. —Señala otro punto y asiente—. Una niña y un niño. Y todo va en orden al momento.

Reproduzco las palabras en mi cabeza de ahí hasta que estamos los dos arriba del carro, aguantándonos las ganas de gritar. Ambos con una sonrisa, mirando las fotos del ultrasonido.

Violetta comienza a llorar.

—Son tan hermosos. —Recarga su cabeza en mi hombro—. Oh, Izan, mira a nuestros bebés, un príncipe y una princesa.

Yo también lloro como un niño.

—Gracias, Violetta. —Le beso la cabeza—. Gracias por tener a nuestro príncipe y nuestra princesa, reina mía.

Tomo su mano y me le quedo viendo, pensando en lo vacía que se me comienza a hacer. Le llevo a mi boca y la beso.

Esto es tan perfecto como jamás creí que sería.

***

Marina no deja de dar saltitos de felicidad. Estamos descansando un momento luego de poner algunas cosas en su lugar en el departamento y Violetta acaba de decirle lo que nos dijo el doctor, la tenía ansiosa con la noticia porque primero nos centramos en vaciar el camión de mudanza y en acomodar algo. Laura es más calmada y nos felicita, aludiendo a que es maravillosa noticia.

—¡Qué emoción! —Marina finalmente la abraza—. Me perdonan pero les voy a comenzar a comprar cosas, nos vas a tener que aguantar a Laura y a mí como las tías que los van a consentir muchísimo. Los vamos a malcriar.

—Yo ya les compré algo. —Anuncia Laura y se va sobre una de las cajas que aún no abrimos—. Honestamente llevo casi cinco meses guardándolo, debe tener algo de polvo.

Saca una caja amarilla con blanco y entonces mi corazón comienza a latir inesperadamente, haciéndome recordar el momento en el que Laura y yo las vimos en el área de bebés en un centro comercial hace cinco años.

Es una caja musical en forma de oso con melodías de nanas.

—Cuando vuélvanos a esa clínica por tus muestras con la mujer que quiera llevar a tu hijo dentro, vendré a comprarla. —Recuerdo que lo dijo decidida. Yo estaba deprimido por lo que había pasado con Rebecca y además me sentía vulnerable, ella se empeñaba en sacarme de casa para distraerme y evitar que tirara por la borda mi vida.

Me río para no ponerme a llorar de nuevo.

—Sabía que te gustaría a ti, pero esperemos que le guste a Violetta y a los bebés. —Me lo entrega y después mira a Violetta que sonríe con los ojos llorosos—. Sé que serán unos papás de unos niños maravillosos.

—Gracias, Laura. —Violetta se limpia las lágrimas y se me acerca para ver mejor el regalo. Lo toma y lo mira—. Es muy lindo.

Se toca la barriga y se me recarga en el hombro. Qué momento tan más hermoso.

¿Estaré soñando? No lo sé, pero que nadie me despierte por si acaso.

Desliz en camino© [Ya en físico]Where stories live. Discover now