Baileys

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Extraño. Todo le parece extraño y mira las flechas difusas de un reloj y la realidad se altera en una dimensión distorsionada. Su cabeza ligera encuentra una falla, algo no está bien y siente como si escapara de una bruma angustiosa al darse cuenta de lo que pasa. Extraña a Atsushi.

Mira la hora y Atsushi no está aún a su lado y una ansiedad molesta lo mortifica. Teme que después de todo lo anterior su subordinado se niegue a aparecer aquella noche. Es gracioso. Es cruel. Es irónico. Pero por primera vez en mucho tiempo tiene el sentimiento humano de temor al abandono.

El dulce de su boca se reduce en un regusto amargo que pasa ardiente por su garganta. Algo no está saliendo como lo está planeando y eso le fastidia. Si tan solo Atsushi tuviera más arranques como los de la vez anterior. Sin tan solo lo mirara más seguido de aquella manera tan seria, exigente y dura las cosas le serían más fáciles. Sus ojos bicolores se encendieron en una llama peligrosa que casi le hace confesar todo. Fue estimulante. Sin embargo al día siguiente todo se difuminó. Al salir de su retención en la cárcel se encontró con el  Atsushi,tímido y amable, ese que sonríe y busca palabras adecuadas para contar en rasgos generales lo ocurrido durante su estado de seminconsciencia. Para después tomarlo de la cara y limpiarle los resto el labial y justificarse diciendo que esa no era la manera de asistir a la agencia.

No lo va a negar, desquiciar al más joven es divertido y verlo en esa desesperación demandante es estimulante. Pero también entiende que es un juego del que cualquiera se puede cansar y tal vez ya surgió ese efecto.

Es ridículo, está deprimido por algo que lentamente ocasionó y no tuvo la voluntad de aclarar en el momento adecuado. Todo es consecuencias de su nulo autocontrol.

Aquella noche Atsushi no llegará. Se siente cansado, un poco decepcionado y profundamente molesto consigo mismo. Es la primera vez que su falta de responsabilidad afectiva le deja estragos. Jamás le ha importado jugar con los demás, hasta ese momento que siente que puede perderlo. Que aquel juego no es eterno y es irónico que eso le pase, pues con su antiguos amantes siempre deseo que las cosas fueran vívidas y erráticas.

Sale del bar y el baileys hasta entonces dócil se subleva ante la primera corriente de aire. Siente un golpe que casi le tira al suelo, un golpe de embriaguez y una dulzura arremolinada. Se tambalea en pasos inseguros y la primera solución que llega a su cabeza para curar aquel mal que le inhibe caminar es abrir la botella y dar un trago duro. Solo necesita un poco de alcohol para olvidar que está caminando.

Pero en su vaivén girar la topa de la boquilla se vuelve una tarea imposible. Sus dedos giran al rededor de una superficie inerte, su cuerpo cae de un lado por la calle y choca contra alguien en medio de la calle.

Su primer impulso es reclamar, el segundo es sostener la botella con fuerza y no permitir que se le resbale de la más manos y la tercera es ver a su contrincante a la cara.

-Dazai-san.

Las coincidencias de la vida dan giros interesantes.

-Mira que cosas- exclama con genuina sorpresa- justo estaba pensando en ti en este momento, me decía: "¿Dónde estará mi tigrillo pervertido?" Y mírate aquí.

-Ranpo-san me dijo que viniera a buscarlo a esta hora- contesta Atsushi sin alarmarse en lo absoluto cuando se cuelga a su cuello para mantenerse de pie.

La dinámica es diferente. Al principio el menor hubiera rehuido del contacto, se hubiera alarmado y dicho que aquello era inapropiado. Al principio aquel acercamiento para nada inocente hubiera tenido un cierto rechazo. Ahora no. El brazo de Atsushi sostiene con fuerza su cintura. Los suyos cuelga de su cuello y por alguna extraña razón pareciera que algo en aquel agarre mutuo los hace estar más cerca.

Last nightWhere stories live. Discover now