No quiero ir más que hasta el fondo

32 4 0
                                    

No he conocido en mi vida la resignación, quizá es ese el padre de todos mis males. Si acaso pudiera aprender a perdonar(me), olvidar(me), mentir(me), tal vez las cosas hubiesen sido siempre más ligeras sobre mis hombros. Pero las sombras de la habitación, y la madera roída, y las hojas arrugadas apiladas en la esquina lo supieron mucho antes que yo: nunca tuve salvación, nací con el alma vendida. Todo eso que los demás llaman vida fue para mí nada más que un preludio al verdadero destino; para ellos la muerte era el final, yo sospeché desde muy chica que para mí no sería otra cosa que el verdadero comienzo de algo más, ¿el qué? Me gustaría saberlo. Las decisiones serían más claras de tenerlo resuelto.


Pero ya no importa más la incertidumbre, nunca lo tuve más claro. Las letras fueron por un tiempo el barco, ahora son el ancla que no deja de tirar de mí, poco a poco, poco a poco, hasta llegar al fondo. He tocado la arena y he tenido suficiente, tuve todo lo que se podría haber querido, y nunca fue 𑁋sospecho que jamás sería tampoco𑁋 lo necesario para hacerme sentir satisfecha. Las ausencias siguen pesando más. ¿Ausencia de qué? Ausencia de amores, ausencia de ganas, ausencia de propósito.


Yo misma estuve siempre ausente, perdiéndome una vida que al final no me importaba tanto. Hoy estoy presente, por primera vez, para el comienzo de algo más. Lo sé yo, lo sabe el Seconal que cae de mis manos cuando cierro los ojos ante la certeza de que con este sueño el duelo, el dolor, por fin se habrá transformado en algo más. 


*Inspirado en Alejandra Pizarnik.

Mientras sigo aquíWhere stories live. Discover now