Capítulo 40: Sostén mi mano

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El agua comenzó a caer sobre mi cabeza una vez que ingresé y se deslizó rápidamente por mi cuerpo a la par en que cerraba mis ojos, relajándome con la misma.

Estar aquí de esta manera se sentía muy surreal si lo pensaba demasiado, dormir con él, despertarnos con besos y sonrisas, querer más del cuerpo del otro que unos besos divertidos, desayunar juntos, a las casi doce del mediodía, horario no muy recomendado para desayunar, pero de todas formas se sentía bien hacerlo con él.

Reí por lo bajo, echándome algo de champú en las manos para luego enjabonar mi cabello.

Mientras me enjuagaba, tiré mi cabeza hacia atrás, dejando salir de mis labios un suspiro de relajación.

Mi cabeza estaba envuelta en miles de sentimientos, todos causados por Jai. No sabía muy bien como explicar lo que hacía a mi corazón latir de felicidad, o lo que hacía que a cada segundo una sonrisa se forme en mi rostro. Lo único que podía poner en palabras era que, esta era la primera vez en mi maldita vida en que me sentía genuinamente amado. Y no hablo de la amistad, de sentir que me quieren, es un sentimiento completamente distinto, lo he sentido con Mali y Jai, pero esta clase de cariño que me estaba dando Jai en este momento, sus lágrimas expresando el miedo a perderme, su abrazo y caricias por la mañana que me otorgaban nada más que calidez, me hacían sentir cómodo, cómodo conmigo mismo, con él y con todo lo que nos rodeaba. Por primera vez en mi maldita vida sentía que podía ser yo mismo y no tenerle miedo a la mierda que me había metido en la cabeza mi padre, el miedo al fracaso constante por ser quien quiero ser.

Agradecí estar debajo del agua tibia de la ducha, así se irían con facilidad las lágrimas que habían comenzado a brotar de mis ojos. Unas lágrimas que no demostraban tristeza, sino felicidad.

—Ya estoy aquí, Circe. Paso para dejarte la toalla y tu ropa, ¿puedo? No miraré, lo prometo —dijo Jai del otro lado de la puerta.

—Puedes mirar si quieres.

Él abrió la puerta, dejando las cosas sobre el lavamanos, sin levantar la mirada del suelo.

—Si miro estaré contigo en menos de dos segundos y tenemos que irnos. Verte no es una opción.

—¿No puedes controlar tus impulsos sexuales, Kian?

—Lo estuve haciendo desde la primera vez que me besaste, Circe —susurró, para luego salir del baño, dejándome solo con mis pensamientos.

Entonces recordé como me miró cuando hablamos del primer beso que tuvimos, como dijo que le había gustado y sus ojos solo observaban a mis labios, ansiosos por probarlos nuevamente, pero por alguna razón se contuvo.

Aquel recuerdo hizo que riera.

—Jai Jai, ¿quién te entiende?

Al terminar de ducharme salí y me cambié. Había traído de mi habitación una remera blanca y un short color crema, al igual que unas sandalias del mismo color.

Hoy, particularmente, debe de hacer demasiado calor.

—Ya estoy —dije saliendo del baño, viéndolo recostado en su cama, con el celular en la mano.

—¿Ya has terminado? ¡Qué bueno! —preguntó riendo, guardando su teléfono.

Ok, está siendo raro, normalmente me diría que tardé veinte años en la ducha. ¿Qué hizo ahora este idiota?

—Sí —respondí, pero más bien sonó como una pregunta escondida en una afirmación.

—¿Está bien esa ropa? Hace calor afuera, más que aquí dentro —preguntó levantándose de su cama. Él llevaba puestos unos shorts negros deportivos y arriba una musculosa blanca. Ambas prendas le permitían notar a cualquiera su constante ejercitación.

Amistad, descubrimiento y romanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora