Capítulo 24: Sentimientos, cuerpo y mente

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El café de la Universidad siempre ha sido uno de mis lugares favoritos  para ir los sábados por la mañana. Allí no hay demasiadas personas, no molesta nadie y la música de ambiente, mezclada con aquel característico aroma a cafeína mañanera, eran mis cosas favoritas para relajarme y continuar con una ilustración que muero por finalizar.

Con la de Jai, específicamente.

Al salir de mi departamento, el calor del verano golpeó en mí, la humedad del día lo hacía aún peor. Vivir en un país, donde mayormente hace calor, siendo una persona que lo odia, ha sido el chiste más grande de mi vida.

El segundo es que me enamoré de mi mejor amigo. Claro está.

Reí de mi estupidez, mientras caminaba hacia la cafetería. Con mi boceto en mano y los auriculares puestos, con Harry Styles de fondo, seguí aquel camino de cemento, rodeado de césped,  perfectamente cortado  y árboles tupidos, otorgadores de sombra para aquellos que necesitan descansar del sol.

La cafetería no estaba demasiado lejos de los departamentos, solo a unos escasos metros, y aunque se caminaba poco para llegar a la misma, me gustaba relajarme mientras apreciaba la tranquilidad del campus por la mañana de un sábado.

Me gustaba el mismo, muchas Universidades no tienen áreas verdes tan extensas como la que la Universidad Binich posee, y esa, es una de las razones por la cual me enamoré a primera vista de este lugar. Y que todo se encuentra en el mismo complejo. Sales del edificio para los alumnos, tienes la cafetería cerca, y a unos minutos caminando ya llegas a los edificios con las aulas, si bien no hay otro tipo de tiendas aquí dentro, si las hay a unos pasos de la salida de la misma.

Creo que no hay mejor cosa que esto, tener todo cerca.

En fin, ¿por qué siempre tengo que irme por las ramas?

Pensé, mientras llegaba a la puerta de la cafetería.

Los ventanales gigantescos me permitían ver el panorama de adentro, la escasa cantidad de personas que habían, y que las mismas, se encontraban estudiando o planificando cosas para diferentes materias de sus respectivas carreras.

Al ingresar, la chica de la caja me regaló una sonrisa, a la par en que su mano subía, para saludarme con felicidad en su mirada. Mientras me acercaba a ella, le devolví el mismo gesto. No era una noticia que me conocía, si siempre venía aquí para ilustrar, y porque además, en la Universidad todos se conocen.

—Adivino, té helado de fresas con jazmín —dijo, guiñandome un ojo amistosamente, a la vez en que adivinaba lo que pediría.

Sonreí, asintiendo.

—Sí, por favor.

Mientras la veía armarlo, recordé aquella vez en la que estaba ilustrando en este mismo lugar...

Ya era tarde por la noche, y no tenía nada más que cansancio y estrés porque en ese entonces, aquella ilustración, era trabajo. Una mujer, de unos ochenta años de edad , recientemente había perdido a su perro, tenía solo una foto de él tomada por una cámara antigua, la misma imagen estaba a escasos toques de ser desintegrada, y por el hecho de no querer olvidarlo, me pidió que le hiciera una ilustración de aquel golden retriever, el cual, en aquella foto parecía estar sonriendo, con su lengua afuera y su cola en movimiento.

Un perro hermoso, aunque yo soy más de gatos, con cara de enojados, pero que por dentro son adorables.

Quisiera saber por qué esa descripción me recordó a Jai... Necesito que alguien me lo saque de la cabeza por dos minutos.

En fin, ¿en qué estaba? Ah, sí...

Lo que sucedió ese día, fue que estaba muy estresado por temas del estudio, y quería terminar la ilustración, tomándome el trabajo de dejar cada detalle en la misma, y por detalle me refiero al pelo del perro. Estaba tan concentrado en aquello que, con mi codo, sin querer tiré mi bebida sobre la mesa, no pude reaccionar porque no podía creer lo que había hecho, y cuando el líquido estaba a segundos de tocar a la ilustración, ella apareció de la nada, como si de flash se tratase.

Amistad, descubrimiento y romanceWhere stories live. Discover now