Capítulo 3. Jennifer Brown

11 0 0
                                    

Todo comenzó el semestre pasado cuando mi padre conoció a Jennifer Brown. Él, la vio por primera vez detrás de aquel mostrador en la tienda de la esquina. Parada, sin gracia, pero con esa mirada que lo cautivo desde  el primer instante. Ella acababa de llegar a la ciudad y se había mudado a unas cuantas calles de la nuestra.

Unos días después de aquel primer encuentro, acompañe a mi padre a la tienda. Nos hacían falta unos cuantos rudimentarios productos de aseo personal, entre ellos algunos que solo usamos las chicas. Así que accedí a acompañarlo, entramos a la tienda y en eso ¡pum! Se produjo un contacto visual inusual. Yo conozco bien a mi padre y sé cuando algo le gusta, y también cuando algo lo pone nervioso, y esa chica sin duda hacia ambas.

Ahora  que lo pienso, no había visto a mi padre de esa forma, no al menos desde que mi madre murió.

«Creo que sí le gusta» pensé.

—Te gusta verdad —pregunte mientras caminábamos por uno de los pasillos.

—¿Qué? —pregunto mi padre como si no supiera de lo que hablaba.

Sonreí en forma graciosa.

—No te hagas. ¿Qué si te gusta? —volví a preguntar con cara de malvada.

—¿De qué hablas? —se hizo el tonto.

—No te hagas, de la chica rubia del mostrador.

—¡Ah!... ¿Ella qué? —pregunto mi padre nerviosamente mientras levantaba la mirada para observarla.

Fue algo extraño porque justo cuando mi padre levanto la mirada, ella dirigió sus azules ojos hacia él.

—¡Te gustaaaaa! —mencione casi cantando.

Le di un pequeño codazo en las costillas.

—¡Picaron!

—No digas tonterías niña —rezongo al tiempo que sacudió la cabeza para poder perder el contacto visual —. Vámonos.

Nos acercamos a la caja y ahí estaba ella, parada, viéndolo.

Por alguna extraña razón no sentí celos, al contrario, sentí una inmensa alegría porque sabia que a mi padre también le gustaba aquella chica.

—¿Encontraron todo lo que buscaban? —pregunto ella amablemente.

—Si muchas gracias —respondió mi padre sonrojado.

Después de eso un silencio lleno el lugar, ni una palabra por parte de ella ni por parte de él. Solo se dirigían pequeñas miradas que terminaban en pequeñas sonrisas. Parecían dos pequeños niños que se gustaban pero que por miedo no se atrevían a hablar.

Así que rompí el silencio.

—¿Eres nueva por aquí? —pregunte tajantemente. 

Mi padre volteo a verme sorprendido.

—¡Sí!, soy nueva. Me acabo de mudar —respondió en tono amable.

—¡Super! —respondí —. ¿Me imagino que aun no conoces toda la ciudad?

Mi padre volteo a verme nuevamente. En sus ojos pude observar que por dentro me decía: no te atrevas, no te atrevas. Pero... no me importo.

—No —respondió ella sonrojada al tiempo que observo a mi padre como si supiera lo próximo que iba a decir.

—Mira pa... tal vez podrías mostrarle la ciudad a la ¿señorita?...

—Jennifer —respondió ella —Jennifer Brown.

Mi padre abrió los ojos como platos.

—Mucho gusto Jennifer —estire mi brazo para saludarla—. Mira, él es mi padre Tomas —lo tome del brazo y lo empuje un poco hacia ella —. Tomas Johnson.

Mi padre acento con la cabeza al tiempo que se puso como tomate.

—Saluda pa —le dije al tiempo que le di un pequeño codazo.

—Mucho gusto —respondió mi padre apenado.

—Mucho gusto Tomas —dijo ella al tiempo que le extendió el brazo.

—Entonces... ¿qué dices? —interrumpí el saludo bruscamente.

—Eh...

—¡Grace! ¿cómo crees? no sabes si la señorita Brown...

—Acepto —interrumpió Jennifer —necesito a alguien de confianza que pueda mostrarme el lugar —concluyo con una hermosa sonrisa.

—Pues no se diga más, entonces, yo los dejo para que ustedes se pongan de acuerdo. Trae eso para acá —le quite las compras.

—Pero hija...

—Tu no te preocupes por mi, me iré adelantando, ustedes pónganse de acuerdo.

Camine en dirección a la salida.

—Hasta pronto Jennifer —me despedí dirigiendo un saludo de amor y paz.

—Mucho gusto Grace. Hasta pronto.

ÁNGEL GUARDIÁNWhere stories live. Discover now