𝟐𝟒

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"𝐋𝐚𝐬 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐦á𝐬 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞𝐬 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐦á𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐟𝐮𝐧𝐝𝐚"

—𝐀𝐫𝐢𝐚𝐧𝐚 𝐆𝐨𝐝𝐨𝐲


El fuego se proyectó de manera imponente frente a Mason y a mí.

Mi mente estaba completamente en blanco.

La luz de la luna era la única iluminación en ese desolado bosque. Bueno. Esa y la de la hoguera que había frente a nosotros.

Sin mediar palabra, nos dirigimos a la cuneta donde habíamos aparcado el coche y en el viaje de regreso, tampoco dijimos nada.

No obstante, no fue algo incómodo; simplemente, no encontramos nada de importancia para decir y rellenar el sepulcral silencio que reinaba en el cálido interior del coche.

Ese hombre había hecho daño a Frey, así que se lo merecía.

Se merecía cuando me subí encima de él y le estrangulé con mis propias manos.

Se lo merecía.

Ahora entendía cada vez más el cometido de los Stein en el mundo; ellos castigaban a las malas personas a las que no castigaba nadie.

Será un ojo por ojo, pero un ojo por ojo más que merecido.

Mason aparcó frente a la casa, así que me quité el cinturón y me baje del coche en dirección a la casa, cuando escuché unas palabras de Mason que no podré olvidar:

—Follarte a mi hijo, no te convierte en una Stein—me giré automáticamente hacia él encontrándome con su colorida y perversa mirada—Pero lo que has hecho antes, te aseguro que sí.

Tras esto último, me guiñó un ojo, se montó en el coche y desapareció por la oscura carretera.

Cuando hube perdido el coche de vista, respiré hondo y me dirigí a la entrada de la casa.

Llamé un par de veces hasta que Mila me abrió la puerta.

—Mila.

—Eve.

No dijimos nada más, ya que pasé prácticamente corriendo por su lado y me dirigí a la habitación en la que estaba Frey, encontrándome con Pierce saliendo de ella.

—¿Está dormido?—le pregunté preocupada antes de entrar.

Él negó con la cabeza.

—No, a Frey no le gusta usar anestesia—comenzó a decir ante mi perpleja mirada—Dice que te debilita.

Pese a que un gran peso se hizo paso en mi pecho al pensar en lo dolorosa que debía de haber sido la operación para él sin anestesia, me limité a asentir y entré en la habitación, cerrando la puerta detrás de mi espalda.

Frey se encontraba tumbado sobre la cama bañado en sudor, sin camiseta y con una fina sabana tapando desde su cintura hacia abajo.

Tenía un brazo sobre sus ojos y un gran vendaje en su abdomen.

Caminé en silencio y cuando llegué a la cama me tumbé a su lado; pasando mis brazos por encima de su cuello para no hacerle daño.

Me daba igual que antes me hubiese hablado mal, le necesitaba y sabía que él a mí también.

En el momento en el que Frey me sintió, bajo su brazo de sus ojos y noté como me dio un beso en el pelo.

—¿Te duele?—le pregunté mientras acariciaba su nuca con cuidado.

𝐔𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐡𝐢𝐬 𝐏𝐨𝐬𝐬𝐞𝐬𝐬𝐢𝐨𝐧 │𝐅. 𝐒│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora