5. IRENE E IRENE

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Eran las nueve de la mañana cuando bajó a desayunar. Había quedado con Doña Pilar y con Lorenzo para ir al taller de este, para elegir el vestido que le hacía falta para la gala. Había decidido ponerse nuevamente un vestido, hacía mucho tiempo que no se ponía uno. Eligió un vestido de falda acampanada, que marcaba sus pechos y se ajustaba a la cintura, de color rojo. Quería causarle buena impresión a Lorenzo.

Y realmente lo logró, porque cuando este la vio se quedó embobado mirándola. Sin duda estaba preciosa, pensó Lorenzo.

- Buenos días - saludó Irene.

En la mesa de desayuno ya estaban sentados Doña Pilar y Lorenzo. Solo faltaba Sergio.

- Buenos días, preciosa - la saludó Doña Pilar amablemente - estás guapísima, ese vestido te sienta muy bien. ¿Verdad Lorenzo?

- Sí, estás muy guapa - se vio obligado a indicarle Lorenzo.

- Gracias.

Se sentó a la mesa. Y cogió un par de tostadas, preguntando:

- ¿Y Sergio, no baja a desayunar?

- No suele hacerlo - respondió Lorenzo.

- Es que mi hijo suele salir los viernes por la noche hasta tarde y por la mañana no se levanta hasta bien entrado el mediodía.

Lorenzo puso cara de circunstancia, sin duda, no parecía gustarle mucho las costumbres de su hermano.

Terminaron de desayunar y después los 3 juntos se marcharon al taller de Lorenzo.


* * *

- Creo que el rojo le irá perfecto - dijo Doña Pilar observando los modelos que Lorenzo había sacado.

- No, yo creo que es mejor el negro, más discreto - apuntó Lorenzo rodeando a Irene que estaba de pie en el centro de la sala.

- Mira que se pruebe los 2 y entonces decidimos - le aconsejó Doña Pilar.

- ¿Y yo qué, no puedo dar mi opinión? - apuntó Irene - A fin de cuentas soy yo quien lo llevará ¿no?

- No - dijo Lorenzo con firmeza.

- Sí, claro que sí - respondió Doña Pilar mirando a su hijo con reprobación. - Tu también debes opinar, por supuesto. Anda coge el vestido negro y póntelo. Esa puerta azul es el vestidor.

Irene cogió el vestido negro y se metió en el vestidor.

El vestido negro era de corte sirena, con una manga ancha de gasa y el otro brazo descubierto, tenía un dibujo de pedrería en la mitad del cuerpo correspondiente a la manga y el resto era totalmente liso de tela satinada.

Irene se lo puso, pero no pudo abrocharse la cremallera que llevaba a la espalda. Cuando salió del vestidor le dijo a Lorenzo:

- ¿Me puedes subir la cremallera?

Lorenzo se acercó a ella, se puso detrás, cogió la cremallera y la subió, pero cuando sus dedos rozaron la piel desnuda de la espalda de Irene, todo él sintió una corriente eléctrica y un extraño calor. No pudo evitar que sus manos empezaran a temblar y cuando terminó de subir la cremallera se alejó de ella con rapidez.

- Anda, ven aquí - le solicitó Doña Pilar.

Irene se acercó a ella y se movió de un lado a otro paseándose.

- Este te queda muy bien - dijo Doña Pilar - ¿Verdad, hijo?

Lorenzo la observaba fijamente, pero parecía distraído, como ausente o como si todo lo que pudiera ver fuera solo a ella.

MAMA POR SORPRESAWhere stories live. Discover now