2. Los peligros de la noche

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El sol se escondía ya tras las montañas cuando decidieron parar a descansar.

Ambos se dirigían al escondite del patrón y su familia, donde reportarían el resultado de la misión. Amagumo no tenía muy claro como iban a explicar que le habían perdonado la vida a un demonio y que habían dejado que un humano no calificado, es decir, Tanjiro Kamado, viajase con ella. Toda aquella explicación tal vez haría que los castigasen, y Amagumo no quería saber qué es lo que decidirían hacer con ellos.

Por lo menos tenía la certeza de que, si llegaba al hogar del viejo espadacín, estaría a salvo. Sakonji Urokodaki no tardaría en recibir la carta que le había enviado Giyu, y la chica confiaba en que él supiera que hacer con aquel chico. Era un hombre paciente pero exigente, y aunque sus entrenamientos eran duros, no lo eran en exceso para que no perdiesen la motivación. En el tiempo que había pasado en aquella vieja casa, Urokodaki se había convertido en una figura esencial de su vida. Amagumo solía llamarle abuelo de cariñosamente. No recordaba el nombre de sus padres o el de su hermana, y sus rostros se habían difuminado en sus memorias. Aquel anciano maestro era lo más parecido que había tenido a una familia, y estaría eternamente agradecida por ello.

—Va a anochecer. Deberíamos acampar.

La voz de Giyu la devolvió al presente, disipando los recuerdos de la infancia junto a Urokodaki y el pilar.

La chica asintió, y miró alrededor. Era un pueblo pequeño, pero por suerte habría algún pequeño hostal donde podrían hospedarse. La suerte no estuvo de su parte, y solo encontraron casas de los habitantes de el lugar. Consiguieron alquilar la habitación que una anciana viuda tenía libre. Según les había contado, solía ser la habitación de su hijo. No era excesivamente cómoda, pero Giyu y ella pudieron poner sus camas lo suficientemente alejadas como para que la experiencia de compartir habitación no fuese más incómoda.

Mientras Amagumo ayudaba a la señora a preparar la cena, Tomioka se quedó repasando la ruta que debían tomar. Si no se equivocaba, no tardarían más de dos días en llegar a el escondrijo. Si se entretenían con algún demonio, aquello probablemente se extendería a unos cuatro días, pues localizar a los escurridizos demonios, sobre todo los que podían moverse con sus técnicas de sangre, era complicado. Si su peliblanca compañera conseguía matar a dos demonios más, se convertiría en pilar, y el chico se vería obligado a trabajar con ella y verla en el pasillo donde vivían los pilares; Tomioka tenía suficiente con aguantar a los 8 que ya había.

—La cena está lista, Tomioka-sama. Puedes venir —la cazadora habló, sonriéndole desde la puerta.

Se sentaron a la mesa con la anciana, a quien agradecieron por la hospitalidad. Al parecer, había reconocido el uniforme de los cazadores. La señora les habló de como un cazador joven y de cabello anaranjado los había salvado a ella y a su hijo cuando esté tan solo era un bebé. Amagumo no pudo evitar sonreír enternecida cuando vio de reojo a la señora avisar a Tomioka de que se había ensuciado la cara, aunque fue incapaz de adivinar quien sería el cazador. Ella no tenía abuelos, ni sobrinos ni hijos, así que escuchar hablar de una familia, aunque fuese una anécdota sobre cómo los salvaron, la entristeció ligeramente. Así era la vida del cazador, donde la familia estaba formada por sus compañeros. Rara vez se casaban o tenían hijos. Tengen era un caso perdido que la chica no contaba.

Tomioka y ella fueron a la habitación, donde se sentaron en silencio unos segundos hasta que la chica decidió romper el silencio.

—Han pasado unos 6 años. ¿Que tal te ha ido? No, espera, eso es una pregunta estúpida, ahora eres un pilar. Esto... ¿Que tal te encuentras?

—Bien.

Una respuesta seca, cortante. Nada nuevo, pero la usuaria de la respiración de la lluvia no se rendía con facilidad.

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⏰ Última actualización: Jun 15, 2023 ⏰

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❝𝙉𝙖𝙮𝙖𝙙𝙚❞ ── 𝖦𝗂𝗒𝗎 𝖳𝗈𝗆𝗂𝗈𝗄𝖺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora