XIX

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Se giró en su bolsa, incómoda, y al abrir los ojos, se encontró con que Samir la estaba mirando, y a juzgar por su mirada, no había dormido.

—¿Qué pasa? ¿No puedes dormir? —le preguntó bostezando.

—No, además estoy controlando la fogata también.

—Intenta dormir, yo cuido del fuego.

—No es un problema para mí, ya que tampoco puedo dormir.

—¿Por qué? Sé que es bastante incómodo dormir en el suelo, pero hay lugares peores.

—Imagino que sí...

Lo miró, él la estaba observando también, y sabía lo que quería, lo que necesitaba, pero... Dios, ni siquiera sabía cómo lidiar con aquello. Porque por un lado, no quería estar cerca de él, pero por el otro, sabía que Samir la necesitaba.

Y ella también a él, pero su orgullo se lo impedía.

Miró hacia arriba, y luego cerró los ojos, apretando los dientes por un momento. ¡Malditos instintos!

Salió de su bolsa y gateó hasta la de él, tomándolo por sorpresa.

—Déjame entrar que hace frío.

Y él castaño no lo dudó ni un segundo, la abrió y cuando ella se acostó a su lado, tomó las mantas de Vesnia para taparlos a los dos, abrazándola a él con ambos brazos luego.

Sintió la emoción de Samir en su pecho, y su corazón latir con fuerza. Él se sentía feliz, de eso no había duda alguna.

Samir cerró los ojos y la estrechó entre sus brazos, acariciándola, queriéndola sentir por completo. Su mujer estaba con él, era todo lo que él necesitaba.

Vesnia se acomodó como pudo contra el cuerpo de él, ya que Samir no le estaba dando espacio para moverse con libertad, y lo abrazó también.

—Mi Vesnia —susurró acariciándole el cabello, aún con los ojos cerrados.

Ella respiró profundo y cerró los ojos también... Ambos necesitaban dormir.

***

-Días después-

—Estamos cerca, creo que nos va llevar menos tiempo. Ha cambiado mucho desde la última vez que vine.

—¿Y eso hace cuánto fue? —le preguntó llevando a Zukaritas en brazos, ya que el minino se había cansado de ir en su jaula.

—Diez años.

Vesnia lo observó desconcertada, antes de rodar los ojos. Obviamente había cambiado en diez años, especialmente con los avances a pasos agigantados que habían en la tecnología.

—El sol ya casi ni se ve por esta zona —le dijo la castaña mirando hacia arriba.

Las copas de los árboles eran tan espesas, que ya estaban prácticamente a oscuras, y eso que no eran más que las cinco de tarde.

—Supongo que tendremos que acampar hoy aquí, caminar más sería peligroso —pronunció Samir deteniéndose—. Igual, si mi olfato no me falla, para mañana a esta hora estaríamos llegando a una zona poblada.

—Es bueno oírlo, necesito un baño —suspiró quitándose la mochila.

El sacó la tienda, y comenzó a armarla. Vesnia lo observó, sintiéndolo. Él estaba más tranquilo ahora, no se sentía ya el dolor en su pecho, lo cual era bueno, ya que no le afectaba a ella también.

Había crecido un poco su barba, haciéndolo lucir más maduro, más atractivo.

Lo siguió mirando, viendo como él casi terminaba la tienda, y ahora era ella quien necesitaba de él. ¡Malditas hormonas!

Tomó la jaula de Zukaritas, y lo metió adentro, dirigiéndose a la tienda.

—Prepararé la fogata.

—De acuerdo —le dijo ella entrando.

Cerró la entrada, y dejó la jaula, para buscar en su mochila unas toallitas húmedas, que era lo mejor que tenía para higienizarse por el momento, hasta llegar a la aldea que Samir le había contado.

Se quitó la campera, y antes de continuar descambiándose, cubrió la jaula de Zukaritas con una manta, dejando uno de los laterales descubiertos. El gatito tampoco debía tomar frío.

Se quitó los suéters, y luego las camisetas, quedando en ropa interior, antes de tomar varias toallitas y pasarlas por su cuerpo, estremeciéndose. Debía ser rápida o terminaría por enfermarse.

Buscó ropa limpia, y guardó aquella usada en una bolsa.

—¿Puedo entrar, Vesnia? Necesito poner a calentar tu comida también.

—Sí —le dijo estirándose para abrir la tienda, luego de colocarse el brasier.

—¿Qué haces en ropa interior? Te vas a enfermar —pronunció serio entrando, cerrando rápidamente.

—Quería higienizarme, Samir —le dijo colocándose una camiseta térmica.

Se sentó a su lado, y le frotó suavemente los brazos, antes de tomar una manta, y cubrirla con ella, mientras Vesnia lo observaba.

—Deja que te ayude, no quiero que te enfermes —le dijo tomando la mochila de ella, para buscar un pantalón.

Vesnia lo tomó de una de sus manos, y cuando Samir la miró, lo tomó del rostro con su mano libre y lo besó. Samir la tomó del rostro con ambas manos, besándola también, acariciando sus mejillas.

Bajó con suaves besos por su cuello, descendiendo sus manos por la espalda de ella, acariciándola, mordiendo suavemente su piel.

La escuchó suspirar pesado, antes de que su respiración se acelerara, y la tomó por la camiseta, para quitársela, dejando de besarla sólo por eso.

Volvió a su boca, ansioso por volver a besarla, y le quitó el brasier, descendiendo a sus pechos con húmedos besos, haciéndola jadear bajo.

Samir la ayudó a acostarse sobre la bolsa de dormir, y ella separó sus muslos para que se acostara sobre su cuerpo, sintiéndolo.

—Espera —jadeó, acariciándole el cabello mientras el besaba uno de sus senos.

Levantó la cabeza para mirarla, y ella lo alejó un poco para poder sentarse. La miró confundido, y ella sonrió al ver la expresión confusa de él, antes de volver a besarlo.

—Tú aún tienes mucha ropa —le dijo entre besos.

Y sin dejar de besarla, comenzó a quitarse la campera, seguida de su pantalón y zapatillas, antes de alejarse de ella sólo por unos segundos, para terminar de desvestirse y quedar con los boxers.

Se sentó en el suelo, y Vesnia se sentó sobre sus muslos, mirándolo a los ojos, sintiendo su corazón comenzar a latir más rápido.

—No dolerá como la primera vez, lo prometo —susurró acariciándole las caderas.

Pasó sus brazos por detrás del cuello de Samir, dándole un suave beso, antes de volver a mirarlo a los ojos, sintiendo la dura erección de él bajo su trasero.

—Confío en ti.

...

VesniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora