un golpe de suerte.

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Lionel nunca imaginó que tendría que dejar su país. Argentina era todo lo que conocía desde su infancia y lo que más amaba, no quería irse, pero aún era muy joven y tenía que seguir a sus padres.

Despedirse de su país fue duro, pero despedirse de sus amigos le partió el corazón. Le había tomado tanto tiempo hacer amistades sinceras y cuando finalmente tenía un grupo de buenos amigos, tenía que dejarlos atrás. Los extrañaba a todos, en especial a Sergio, su mejor amigo. Seguía teniendo contacto con ellos a través de redes sociales y videollamadas, pero nunca sería lo mismo.

Y todo fue gracias a una propuesta de trabajo en Guadalajara, México, que su padre había aceptado de manera inesperada. Las cosas sucedieron demasiado rápido y en un mes, su vida había cambiado de la peor manera.

Ahora estaba en otro país, completamente solo y comiendo su almuerzo sentado en una banca apartada de los demás. Se sentía triste, estaba asustado y no tenía amigos. Así eran sus días en la preparatoria desde el momento en que llegó.

En todo este tiempo no había hablado con nadie ni conocido a una persona que lo hiciera sentir seguro, y se sintió aún peor al reconocer que era culpa suya. Sus compañeros de clase eran amables, intentaban acercarse y hablar con él, pero era tan tímido e inseguro que rechazaba sus buenas intenciones.

A veces pensaba en la posibilidad de decirle a sus padres que ya no quería estar aquí, pero había algo que lo detenía. O mejor dicho, alguien.

Era una persona a la que admiraba desde lejos. Aquel que por un momento, lo hizo sonreír.

.

El argentino estaba de pie en medio de uno de los pasillos mientras miraba la hoja que tenía en sus manos, perdido y sin saber dónde estaba su salón de clases. Sabía que tenía que hablar con alguien, acercarse y preguntar, pero los nervios eran más fuertes. No podía estar frente a alguien sin que se le formara un nudo en la garganta.

Estaba llegando tarde en su primer día de clases, le daría una mala impresión al profesor y tendría que soportar las miradas de sus compañeros cuando lo vieran entrar por la puerta. Para cualquier otra persona podría parecer ridículo, pero Lionel sintió que se le revolvía el estómago de tan sólo imaginarlo.

Quería ser diferente, quería no tener miedo, quería...

—¡Hey! ¿Quieres ayuda?

Su cuerpo se tensó cuando escuchó una voz a sus espaldas. Se dio la vuelta, encontrando a un chico de cabello rizado mirándolo con una sonrisa, pero lejos de tranquilizarlo con ese gesto, el argentino se sintió cohibido, dando un paso hacia atrás.

—Llevas aquí bastante rato —dijo, haciendo que los ojos del más bajo se abrieran con miedo. —¡No creas que te estaba mirando! —exclamó con prisa, esperando no ser mal interpretado. —Estaba hablando con un amigo cuando te vi llegar y ya se fue, pero tú sigues aquí.

Lionel agachó la mirada, sintiéndose torpe. Sabía que había estado parado en el mismo lugar por más de diez minutos, dudando de lo que debía hacer, pero no esperaba que alguien se acercara a él para ofrecerle ayuda.

Apretó la hoja que sostenía en sus manos tratando de que las palabras salieran de su boca. No entendía porqué era tan difícil, sólo tenía que mover los labios, pero el nudo en su garganta parecía hacerse más grande con cada segundo.

El rizado volvió a acercarse mientras sonreía.

—¿Es tu horario? —preguntó con curiosidad —Si necesitas encontrar tu salón puedo ayudarte. A ver, presta, déjame verlo.

Un golpe de suerte || Ochoa x Messi [Short-fic]Where stories live. Discover now