Jungkook es un alfa la cual su vida ha sido desgraciada a manos de su familia, hasta que llega Kim Taehyung, un alfa con olor a flores y mandarinas, que lo hará salir del hueco donde su familia se ha esmerado tanto en tenerlo.
"No quiero hacerle da...
Porque el daño es un camino paralelo entre nuestros nombres, porque el amor debe de tener el tamaño de sus manos y mi vida tiene mucha más luz cuando él vuelve. Y así quisiera que él se viera, como lo hago yo: como esa caricia que se alza en medio de mil golpes.
- Adiós al frío ; Elvira Sastre.
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La segunda vez que había visto a Kim Taehyung en su vida, fue un mes después del altercado en la habitación de su padre. Se había sobresaltado cuando entró a la habitación y lo primero que vio fue una persona extraña en ella, dicha persona se encontraba arrodillada a unos pocos metros de su cama.
"Me presento, joven amo." Fueron las primeras palabras que salieron de su boca en el momento en que se incorporó y dejó por primera vez que le viera la cara. "Soy Kim Taehyung, quien le servirá de ahora en adelante."
Jungkook asiente, ignorándolo por completo para volver a sus deberes como próximo líder de la manada, debido a que esa experiencia le había quedado de aprendizaje y después de aquel suceso se había prometido así mismo, volver a caer en las manos de su padre.
La noche anterior se había quedado toda la noche despierto pensando en cómo estructurar un plan asertivo para ponerle fin a su manada y sabía que era un tema que debía de tratar con sumo cuidado, ya que si alguien se enteraba de que siquiera tenía el mínimo pensamiento de destruir la manada, su cabeza estaría colgada mañana a primera hora en la entrada de la mansión en recordatorio de que la traición se pagaba con muerte. Tampoco Jungkook era un adolescente iluso, tenía claro que su plan no podía llevarse a cabo en un año o dos, sabía que primero tenía que estructurar un buen plan sin cabos sueltos, ganarse a su padre, los líderes del congreso y lo más importante, tener recursos y personas que compartieran su visión.
Pero que no fuera iluso, no le quitaba que a la final tenía quince años y era descuidado, porque no había terminado de darse vuelta, cuando el chico que invadía su habitación, tenía en la mano la libreta donde ayer en la noche anotó las ideas que más le gustaron y que según él, eran las más acertadas de todas las que pensó a las tres de la mañana cuando no podía dormir sin pensar en golpes o su madre muerta.
"Dame eso, no toques mis cosas sin mi permiso." Jungkook se abalanza hacia Taehyung, sin medir la fuerza ejercida, por lo que ambos terminan en el suelo en un movimiento brusco.
"Ouch." Taehyung se queja cuando su cabeza impactó con el duro suelo de madera, aunque una sonrisa rectangular adorna su rostro. "Solo debió pedirlo y yo con gusto se lo daba, no era necesario que se me tirara encima, joven amo."
El pelinegro se sonroja, arrebatándole con fuerza la libreta para posteriormente reincorporarse. No se atreve a mirarlo, porque teme que la vergüenza aumente y el rubor haga su aparición en todo su rostro. El rubio ríe, con su mano derecha tapando su boca tratando así, disminuir el sonido pero esto es en vano, porque este llega a los oídos de Jungkook y lo hacen enojar.
